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Guata regua (caminante) | 28/07/2025

¿Qué pasaría si gana la abstención? Saramago nos da pistas

Hernán Cabrera
Hernán Cabrera

Al ritmo que va el proceso electoral, con una alta dosis de guerra sucia, amenazas, complot y espectáculo de parte de los protagonistas, al extremo de generar enorme incertidumbre en cuanto a ciertos candidatos, como nunca antes se haya visto.

Por ejemplo, UCS no tiene candidato a la Vicepresidencia. Sigue buscando e incluso va diciendo que a última hora podría registrar uno, aunque la papeleta no contemple su foto y nombre.

Las ambiciones de Evo Morales y su amenaza de que estará presente si o si en la papeleta electoral, a pesar de que le cerraron las puertas, son señales de un proceso electoral cargado de dudas, advertencias y violencias. “Sin Evo no hay elecciones”, clara la amenaza.

Un proceso en el que lo menos que existe es el debate de ideas y proyectos de país que queremos construir entre todos. Claro que nos han bombardeado de propuestas de todo color, sabor y dimensión, al extremo que hasta la protección de las mascotas han ingresado al ingenio de los candidatos, lo que genera dudas en una gran parte del electorado que definirá su voto minutos antes de emitirlo.

Por otro lado, las encuestas han advertido que más del 40% del electorado votaría en blanco o nulo o no sabe por quién votar el 17 de agosto, día de las elecciones nacionales. Por ello, nos preguntamos, ¿qué pasaría si ganan los votos nulos y blancos? ¿Valdrían esos resultados? ¿Se repetirían los comicios electorales? ¿Qué contempla la legislación laboral sobre ese dato?

Pues ya tenemos experiencias con las elecciones judiciales de 2017, la abstención entre votos nulos y blancos osciló entre el 20 al 35%; mientras que los elegidos obtuvieron más bajo que ese porcentaje. Pero igual asumieron sus cargos sin la legitimidad y el apoyo ciudadano, lo que devino en una crisis a fondo del sistema judicial.

Como la realidad es más poderosa, más fuerte y más creadora que la propia ficción, nada raro que el 17 de agosto nos ocurra lo mismo que el escritor portugués José Saramago (Premio Nobel de Literatura) nos cuenta en su libro Ensayo sobre la lucidez, que en una ciudad sin nombre, la mayoría de sus habitantes decide de forma individual ejercer su derecho al voto de una manera que nadie esperó ni las encuestas preveyeron: votaron nulo y blanco, en abrumadora mayoría y los partidos de izquierda y derecha apenas recibieron el 7% u 8% de la votación.

Este gesto fue tan altamente revolucionario que minó los cimientos de la democracia, a lo que el gobierno se movilizó acusando a una conjura anarquista internacional o de grupos extremistas desconocidos. Tuvieron que repetir la votación, con similares resultados.

“Queridos conciudadanos, dijo, el resultado de las elecciones que hoy se han realizado en la capital es el siguiente: partido de la derecha 8%; partido del medio 8%; partido de la izquierda1%. Abstenciones 0%. votos nulos, 0%, votos en blanco 83%. El gobierno, reconociendo que la votación hoy confirma, agravándola, la tendencia verificada el pasado domingo y estando unánimemente de acuerdo sobre la necesidad de una seria investigación de las causas primera y últimas de tan desconcertantes resultados, tras deliberar con su excelencia, el jefe de Estado, que su legitimidad para seguir en funciones no ha sido puesta en causa...”.

Agrega Saramago: “...es porque los votos en blanco, que han asestado un golpe brutal a la normalidad democrática en que transcurría nuestra vida personal y colectiva, no cayeron en las nubes ni subieron de las entrañas de la tierra, estuvieron en el bolsillo de 83 de cada 100 electorales de esta ciudad, los cuales, con su propia, pero no patriótica mano, los depositaron en las urnas”.

Claro que es una obra de ficción, retratada por un escritor, pero que no deja de reflejar el sentimiento colectivo que sentimos muchos ciudadanos, que lo concretaremos el día de las elecciones, con un voto para alguien, en blanco o nulo.

Sin embargo, no se puede esconder el descontento, la molestia y la decepción de miles de ciudadanos que están escogiendo con lupa a su candidato preferido, a quien confiarle su voto el 17A.

Lo importante es que el día de las elecciones ganemos todos y se fortalezca la democracia, hoy sufriendo embates de los mismos hijos y nietos del sistema democrático, que llegaron al poder por el voto popular.

A 15 días del día más importante de la democracia que marcará nuevos derroteros para el país y su población, los candidatos harán de todo bajo la premisa de seducir a los 7,9 millones de ciudadanos habilitados para votar, y tratarán de modificar el escenario del descontento y la indecisión que rodea a los mismos.

De esa elección frustrada, el escritor saca una conclusión que también valdrá para los bolivianos: “Realmente parecería que la mayor parte de los habitantes de la ciudad estaban decididos a cambiar de vida, de gustos y de estilo. Su gran equivocación, como a partir de ahora se comenzará a entender mejor, fue haber votado en blanco. Puesto que habían querido limpieza, iban a tenerla”.

Por la tradición democrática, desde octubre de 1982, los bolivianos acudimos a las urnas con la firme esperanza de ejercer nuestros derechos políticos. En esta oportunidad será para reafirmar ese alto compromiso político, pero con las convicciones de que los resultados serán respetados, y que no ocurra con la postverdad de que no hubo fraude electoral de 2019 e instalaron| el discurso del golpe de Estado.

Hernán Cabrera es periodista.



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