El MAS llegó ufano al poder planteando que era la hora del hombre nuevo, que representaba la ética, la transparencia, el respeto a las mujeres, a los indígenas y a la Madre Tierra. Sus dirigentes aseveraron que iban a dejar atrás los desastres morales del neoliberalismo y la ausencia de ética del mercado. Demasiado pronto se notó que tenían pies de barro; el caso de Santos Ramírez era apenas la punta del ovillo que aún no acaba. Los favores al clan de Margarita Terán mostraban que la ética no estaba presente, sino, más bien, el narcotráfico.
Esos dirigentes masistas juraron austeridad frente al despilfarro del erario público supuestamente cometido por representantes neoliberales, pero muy pronto vimos caravanas de coches lujosos y blindados resguardando a los ministros, y caravanas de coches más lujosos cuidando al jefe de jefes. La austeridad se vistió de avión de lujo para Morales y sus invitadas, pero no bastaba eso; esa austeridad se transformó en museo propio para el Jefazo y en un nuevo palacio de mal gusto para poner incienso a su figura. Para evitar problemas de liquidez para el despilfarro, se eliminaron leyes de licitaciones para las grandes obras y aparecieron las invitaciones directas como forma de administración del presupuesto público, asegurando fortunas para los cercanos.
Se les dijo a los jóvenes que era un error estudiar en la universidad, que era mejor ser dirigente sindical o de los movimientos sociales para llegar más rápidamente al poder. Se eliminó la vieja independencia sindical y los dirigentes cobistas o de otros movimientos sociales fueron cooptados, no con valores, sino con fajos de billetes para que hagan loas al Gobierno; las siguen haciendo hasta el presente.
Los funcionarios públicos y los ministros aprendieron que, para seguir recibiendo el favor del jefe, no había que desempeñar bien el cargo público, sino que debían ser profundamente obsequiosos: prender velas e incienso al jefe, amarrarle los huatos de los zapatos, hablar de él maravillas, compararlo con Mandela, aseverar que él cambiaría al mundo, que apagaría los fuegos del calentamiento global y que dotaría de una nueva ética al universo. Se repetía que la nueva ética implicaba valorar el ama sua, ama k’ella, ama llulla.
Pero no sabíamos que el ama llulla había sido mentir que se tiene título cuando no se lo posee, afirmar que los hijos murieron aun cuando estén vivos. Se repetía ama sua, pero al lado estaba la realidad del Fondo Indígena para cooptar prebendalmente a los movimientos sociales, o los contratos chinos para enriquecer a los cercanos al Jefazo. Se invocaba el ama k’ella, pero eso se transformó en partiditos de fútbol y baile general en cuanta entrada folklórica hay en el país. Se decía que lo que importaba era la palabra empeñada y no la cuna de nacimiento; pero recordemos que el dueño del poder prometió no candidatear si se aprobaba la nueva Constitución, pero la palabra quedó en nada: la violentó, mintió y sigue mintiendo con cinismo y descaro.
En la vida de los padres, lo que más importa son los hijos; lo mejor de la vida es verlos nacer, y la peor desgracia es que alguno muera. Nada de esto está internalizado en el poder; Morales lo ha demostrado. Para el poder, lo que cuenta es mantenerlo a toda costa, no importa que el costo sea la mentira o el olvido de los hijos. Esta es la herencia que deja el poder del MAS al país; este es el mensaje de disvalores o antivalores que dieron a los jóvenes y a las nuevas generaciones durante casi 20 años.
El Gobierno de Morales debía gobernar, invertir en la exploración de hidrocarburos, pero, de manera vergonzosa, en vez de hacer esa tarea, veíamos a los ministros de Morales, incluido Arce Catacora, defendiendo a un “buen” padre, ocupándose con énfasis de informar si el hijo de Morales existía o no. No faltó el ministro que afirmaba que al jefe lo engañó una niña; una ministra pidió a su Presidente que le informe si le “tocó la pancita” a su pareja; el vicepresidente decía que Morales pagaba pensiones sagradamente para su hijo. Otro ministro dijo que quizás la madre hizo trata de personas y sacó a su hijo del país; asimismo, indicó que para cuidar la integridad de la señora se la llevó a una cárcel más segura. Sí, encarcelaron a la pareja de Morales a pedido de éste. Así actuaban y actúan los obsequiosos de Morales; así, de manera idéntica, actúan los obsequiosos de Arce, afirmando que éste es un gran presidente que industrializará al país, olvidando la crisis económica, la inflación, la falta de diésel y la carencia de dólares.
La decadencia moral es de todo el MAS, de la fracción evista y de la manejada por Arce Catacora; entre ambos han borrado la ética y han archivado los valores. Por eso, la Marcha para Salvar Bolivia de Morales fue patética, sin mística, sin ideas claras, solo buscando que Morales sea candidato en 2025. También fue vergonzoso el miedo de Arce Catacora con Morales. Dicha Marcha parece indicar el cierre del ciclo iniciado hace casi 20 años por el MAS. La gente no confía ni en uno ni en otro; la población está cansada de mentiras, de cinismo y de falta de valores.
La degradación moral del poder ha llegado a un extremo; eso no implica que el MAS haya muerto; tiene vida y tiene intereses muy fuertes para seguir manejando el poder. Pero ya no podrá crear ilusiones en la gente ni ofrecer un mejor futuro. El MAS se hundió por mano propia; ya no se lo reconoce como portador de nuevos tiempos; su marca es la corrupción, su cercanía al narcotráfico, la falta de respeto por los derechos humanos, el desprecio por la libertad de pensamiento, y el uso del cinismo y de la mentira como política estatal.
La degradación moral hundió al MAS.