Por lo que se puede apreciar, hay tres actitudes que obstaculizan enderezar entuertos en la vida nacional. La primera, la soberbia, o sea, creerse portador de la verdad y despreciar a todos quienes disienten con el iluminado. Otra, la ignorancia que, junto con la soberbia, hace que quien o quienes se sienten ungidos, no aprendan de la historia y la experiencia. La tercera, maquillar el sectarismo ideológico y el afán de poder y dinero con un discurso de servicio.
Quienes tienen estas características, además de tropezar permanentemente en la misma piedra, no pueden dominar sus pasiones y caen en la tentación de utilizar la violencia para hacer prevalecer su interés e idea. Además, se convierten en presas fáciles de entornos de adulones que se encargan de hacer creer al rey que está vestido cuando está desnudo.
La marcha del MAS que culminó en La Paz el lunes pasado con discursos furibundos, evidente pérdida de fe de la gran mayoría de sus participantes (que estuvieron más como funcionarios que como militantes), la ira incontenible del Caudillo y las lágrimas de su vicario, ha dejado como huella que desde el martes varios dirigentes del MAS y autoridades del gobierno expliquen que lo que dijeron los oradores no representaba la línea del partido ni del gobierno. Si a eso se suma la decisión de un juez de dar libertad condicional a Gabriela Zapata, con la que el ex mandatario fugado tuvo una estrecha relación sentimental, el resultado es algo que muchos previeron: la marcha fue un fracaso.
Ahí actuaron los adulones con sus medios a disposición (los medios estatales, también algunos privados y las redes sociales) que han convencido al ex mandatario que la marcha fue un exitazo. Tan es así que el caudillo, cual “guaripolero” de una banda estudiantil, ahora ha amenazado con marchar a Sucre si el Ministerio Público, a su servicio, no comienza a arrestar a diestra y siniestra a sus opositores.
Pero, en el centro del poder ha sucedido algo inédito. El Primer Mandatario convocó a los alcaldes de capitales de departamento y El Alto a una reunión que se realizó el martes para dialogar sobre la Ley 1407 del Plan de Desarrollo Económico y Social. La sesión duró, de acuerdo con las informaciones, como cuatro horas y salieron anunciando que se ha fijado una ruta de diálogo a través de la conformación de tres mesas de trabajo con los ministerios de Planificación, Economía y Salud.
Según dijeron algunos alcaldes, se habló con franqueza. Incluso uno dijo que la Ley 1407 no afecta la autonomía municipal y otro que se defenderá las atribuciones que tienen en el marco de la Constitución y las leyes.
Sin duda, una golondrina no hace verano. Sin embargo, en un ambiente tan polarizado un encuentro de esta naturaleza genera algo de esperanza en que hay algunas corrientes democráticas en el MAS.
Lamentablemente, al día siguiente de este encuentro, los duros reaparecieron: los fiscales retomaron su papel de agentes de represión política y el ministro de Obras Públicas dio una muestra más de que mejor corre y baila en movilizaciones que maneja su despacho y, cual adolescente pícaro, ha hecho que el Presidente firme el Decreto Supremo 4630 por el que se disuelve la Administración de Aeropuertos y Servicios Auxiliares a la Navegación Aérea (Aasana), creada por ley y, en su lugar, se invente Navegación Aérea y Aeropuertos Bolivianos (Naabol) para parar un conflicto social, sin prever que su consecuencias serán muy graves por las estrictas regulaciones que hay en el campo de la aeronavegación que si no son cumplidas incluso pueden provocar la descertificación de nuestros aeropuertos, quedándonos más encerrados de lo que ya estamos.
Esa sucesión de paladas de cal y arena que nos echan día tras día, hace que aumenten nuestras angustias y pese a que nos cansemos de tanto despropósito mantengamos la esperanza en que algún rato se comprenderá que el diálogo es el mejor camino para la gobernanza.
Juan Cristóbal Soruco es periodista