Se trata, en el caso de la cultura del autoritarismo hoy existente en Bolivia, de una cultura formada históricamente. El autoritarismo como constelación histórica presente en el país está ligado, para apuntarlo sin encubrimiento romántico alguno, al 1) sostenimiento, continuidad y legitimación de las estructuras de opresión social, discriminación racial, patriarcalismo y explotación económica de la larga historia de dominación colonialista y de desigualdades republicanas y contemporáneas en lo que hoy es Bolivia.
2) al uso y al aprovechamiento por la Colonia, por la República oligárquica y por el actual Estado Plurinacional –para propósitos de mantención y reproducción de ordenamientos societales fundados en la separación drástica entre la élite en el poder y la masa– de los autoritarismos y verticalismos tanto de raíz indígena prehispánica como de raíz imperial y clasista europea.
3) al machismo y a los atavismos patriarcales producto de la invasión colonial dominantemente masculina iniciada en los territorios hoy bolivianos hacia 1538.
4) al influjo y la irradiación colonialista del arraigado verticalismo de los regímenes agrarios latifundistas, de las estructuras de mando de la Iglesia Católica y de las pesadas estructuras absolutistas del dominio de la Corona española y sus virreinatos y audiencias en lo que hoy es Bolivia.
5) al reciclaje en la República oligárquica del verticalismo latifundista y de los piramidales ordenamientos jerárquicos de la Iglesia Católica.
6) al surgimiento desde mediados del siglo XIX del poder minero y su arraigo político y social hasta fines del XX y sus ensambles y articulaciones con el caudillismo militar.
7) al impacto y las huellas del militarismo y las dictaduras militares pre y post 1952.
8) al impacto e influjo en y desde el siglo XX hasta el presente de ideologías políticas modernas abiertamente autoritarias de procedencia europea y asiática (fascismo, nazismo, estalinismo, trotskismo, maoísmo).
9) al recurso a la violencia política, al culto a la personalidad, y al militarismo de derechas e izquierdas y sus secuelas paramilitares (grupos armados irregulares, milicias y guerrillas).
10) a los impactos del caudillismo y el verticalismo jerárquico del conjunto social sobre el desarrollo de lo sindicalismos, cooperativismos, gremialismos, comunitarismos rurales y vecinalismos urbanos.
11) a la marca del influjo delincuencial, la violencia y la fuerza política y social creciente del tráfico de estupefacientes surgido espasmódicamente en Bolivia en el siglo XX, expandido desde los 80 y salido de control en el período del Estado Plurinacional.
En las últimas décadas, y particularmente en el período de gobierno del MAS, la cultura del autoritarismo político y social también ha pasado a expresarse, con irradiación espoleada desde el régimen gobernante, a través de tendencias fundamentalistas y sectarias de indianismo, la ideología integrista de corte nacionalista y etnocéntrica ajena y antagónica a los interculturalismos democráticos esbozados por corrientes como la katarista de los 70 y como la de la CIDOB y la APG de los 80.
Un (etno)nacional socialismo de crudo empaque revanchista racista se ha venido incorporando a la cultura del autoritarismo boliviano debido a los excesos discursivos y dispositivos simbólicos de poder puestos en juego por el gobernante MAS. El (etno)nacional socialismo del MAS –un partido surcado por las más peligrosas pulsiones de verticalismo y caudillismo autoritario y la insensatez de la ambición sin límites de sus jefes políticos– ha ido en desmedro de y ha resquebrajado las pulsiones de interculturalidad y superación de los racismos que la lucha por la vigencia de los derechos de los pueblos indígenas del último tercio del siglo XX e inicios del XXI en Bolivia puso en el tapete de la democratización política y social del país.
Crecido e hinchado, el autoritarismo como una constelación de la cultura histórica de Bolivia marca y determina con graves riesgos nuestro presente. Pero Bolivia, felizmente, también cuenta con su cultura democrática. Un siguiente artículo se referirá a ella, para equilibrar la balanza.
Ricardo Calla Ortega es sociólogo.