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Filia Dei | 03/08/2024

Cuidar la microbiota para combatir el cáncer

Cecilia González Paredes
Cecilia González Paredes

La microbiota intestinal ha cobrado un protagonismo notable en la investigación sobre el cáncer, especialmente en el contexto del cáncer de mama.

El ecosistema microbiano, que habita en nuestro intestino, no solo influye en nuestra salud digestiva, sistema inmune o mejor absorción de nutrientes, sino que también tiene un impacto significativo en la carcinogénesis y en la respuesta a tratamientos oncológicos.

Cada vez se publican más estudios que demuestran que la composición de la microbiota puede afectar el riesgo de desarrollar cáncer de mama. Las investigaciones han identificado ciertas especies bacterianas que se asocian con un mayor riesgo, como “Genus sellimonas, mientras que otras especies, como “Genus adlercreutzia”, podrían ofrecer un efecto protector. Este hallazgo sugiere la existencia de un eje microbiota-mama que podría ser manipulado para prevenir la enfermedad.

Además, la microbiota intestinal juega un papel crucial en el metabolismo de los estrógenos, hormonas que están íntimamente relacionadas con el desarrollo del cáncer de mama. Un desequilibrio en la metabolización de estas hormonas puede aumentar el riesgo, especialmente en mujeres posmenopáusicas, donde los niveles de estrógenos son un factor crítico.

La microbiota también influye en la inflamación y la respuesta inmunitaria. Una microbiota diversa y equilibrada puede reducir la inflamación sistémica, un conocido factor de riesgo para el cáncer. Por el contrario, la disbiosis, o alteración de la microbiota, puede inducir inflamación crónica, favoreciendo un entorno propicio para el desarrollo tumoral.

Además, la integridad de la barrera intestinal es fundamental; una microbiota desequilibrada puede comprometerla, permitiendo la entrada de toxinas y patógenos al torrente sanguíneo, lo que podría contribuir al desarrollo y desarrollo de cualquier tipo de cáncer.

La modificación positiva de la microbiota intestinal se presenta como una estrategia prometedora para mejorar el pronóstico del cáncer de mama. Cambios en la dieta, como la incorporación de prebióticos y probióticos, pueden fomentar una microbiota saludable. Los prebióticos, presentes en alimentos ricos en fibra, alimentan a las bacterias beneficiosas, mientras que los probióticos, que se encuentran en alimentos fermentados, pueden restaurar el equilibrio microbiano, especialmente tras tratamientos que alteran la flora intestinal.

Además, se ha observado que la diversidad microbiana se relaciona con una mejor respuesta a la quimioterapia y la inmunoterapia. La presencia de ciertas especies bacterianas puede potenciar la eficacia de estos tratamientos, sugiriendo que la manipulación de la microbiota podría optimizar los resultados terapéuticos.

El ejercicio regular y el manejo del estrés también son factores que pueden influir en la salud de la microbiota. La actividad física se ha asociado con un aumento en la diversidad microbiana, lo que podría contribuir a un mejor pronóstico en pacientes con cáncer. Por otro lado, el estrés crónico puede desencadenar disbiosis, afectando negativamente la salud intestinal y, por ende, el pronóstico del cáncer. A medida que avanza la investigación, se espera que se desarrollen estrategias más específicas y personalizadas que integren la salud de la microbiota en el manejo del cáncer.

Este enfoque no solo podría mejorar los resultados en pacientes con cáncer de mama, sino que también ofrece una nueva esperanza en la lucha contra esta enfermedad en general. La ciencia continúa desentrañando los misterios de nuestra microbiota, y su potencial en la oncología es un campo que merece atención y estudio continuos.



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