Cuatro atletas constituyen el equipo Bolivia en los juegos olímpicos 2024 en París. Cuatro. De estos deportistas sólo uno logró calificar por puntaje, el fondista orureño Héctor Garibay. Los otros tres viajaron gracias a las cuotas de universalidad, que son las que aseguran que haya diversidad en los juegos. Las cuotas aplican para todos los países que no logran mandar una cantidad importante de deportistas. Esto no les quita el mérito a los atletas del tremendo esfuerzo diario que hacen, pero es una clara señal de alarma de las deficiencias del deporte boliviano.
El apoyo del Estado para los atletas bolivianos es
prácticamente nulo. A lo máximo alguno de los competidores cuenta con uno que
otro auspiciador y el apoyo de familiares y amigos. El deporte es visto como un
hobby, no una profesión. Debido a la falta de infraestructura y de programas de
formación, los deportistas bolivianos carecen de las herramientas necesarias
para alcanzar la excelencia.
Este diez de agosto le toca la competencia a Garibay. Todo un país estará atento a su desenvolvimiento. La presión es enorme. La esperanza de una primera condecoración olímpica, de cualquier metal, para Bolivia, es desmesurada, precisamente por el poco apoyo recibido.
Entre tanto, bienvenido sea el caso de José “Maligno” Torres, boliviano que ganó la medalla de oro en BMX para Argentina. Ojalá su medalla nos sacuda a todos el piso, pero sobre todo a las autoridades pertinentes. Demuestra una vez más que talento no falta en este país, pero sí el sustento, y la visión para logros más grandes. Querer adjudicarse su triunfo cuando no se lo apoyó, siendo que él además quería competir por Bolivia, es francamente anti-ético y oportunista.
En general se desaprovecha el enorme potencial del deporte no sólo como oficio, sino también como motor económico. Basta ver el precio de una camiseta de algún equipo de fútbol conocido para intuir cuánto dinero mueve ese sector. El deporte promueve incluso a la marca país y fomenta el turismo. No en vano el tenista Roger Federer es la cara del spot de turismo suizo, mientras que el spot olímpico de Estados Unidos, narrado por nada menos que Beyoncé, es una celebración de juventud, vitalidad y poder. Que nación no quiere ser vista así. Hay incluso estudios que demuestran la correlación entre la falta o bajo número de medallas olímpicas y el estado (negativo) de la economía y de estabilidad política de un país.
En la inauguración, muchos de los uniformes de las
delegaciones olímpicas mostraban la belleza de sus culturas. Ahí también se
desperdició un enorme potencial, dada la hermosura de textiles que tiene
Bolivia en todas sus regiones. Al final hasta el más mínimo detalle en estos
juegos es publicidad para un país.
Hacen falta políticas públicas de apoyo constante al deporte, que no cambie radicalmente con cada nuevo gobierno. Es necesario asignar un porcentaje significativo del presupuesto general del Estado al deporte, con el fin de financiar programas de formación, infraestructura y becas para atletas de alto rendimiento. Con incentivos fiscales, se puede fomentar también la inversión privada en el deporte. Y es menester más presión de parte de todos nosotros, para que eso suceda.
Los beneficios del ejercicio para la salud física y mental son innumerables. Además, combate la pobreza, la violencia y la exclusión social, contribuyendo incluso al “nation building”, la construcción de nación. El mismo Nelson Mandela reconoció el valor reconciliador del deporte al dar el encargo de crear un equipo de rugby sud africano de todas las razas.
El ejercicio inculca valores, como la disciplina, liderazgo, perseverancia, ética y trabajar en equipo. Si Garibay, el puma andino, logra una presea esta semana, lo cual le deseo de corazón, será sobre todo por su propio esfuerzo. El triunfo será suyo y de nadie más.
Gabriela Keseberg Dávalos es politóloga.