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05/11/2022
Cartuchos de Harina

Con Lula no se debatirá de teología

Gonzalo Mendieta Romero
Gonzalo Mendieta Romero

Salió rajando al Brasil el presidente argentino Albertico Fernández para sacarse foto con el vencedor Lula, y engrosar su lista de videos en Twitter. En ellos, Fernández despliega su generoso sentido del tacto con otros mandatarios y autoridades -John Kerry se salvó una vez, al paso, de los toqueteos-. Además, Albertico trae la mirada extasiada por sus interlocutores de izquierda, sobre todo varones (con algo de homofobia, Alan García diría que él no se fijaba en hombres).

Eso ocurrió en medio de trascendidos de que la visita argentina incomodó a Lula, quien no anda deseoso de ser identificado de inicio con los “éxitos” políticos y económicos kirchneristas. Lula hasta dudó si, fuera de recibir a Fernández, era atinado dedicarle unas palabras oficiales allí, en público.

Décadas de rivalidad no inhibieron al porteño presidente de poner las pilchas en la maleta, sediento de compañía que lo saque del ostracismo, dado el poder de su vicepresidenta y el protagonismo de su ministro Sergio Massa. Mientras, Lula también aceptó en un evento paralelo lucir una gorra con el logo de CFK para las próximas elecciones argentinas.

Es que Lula es matrero; sabe bien no dejarse arrastrar a las internas de los vecinos, como cuando en su campaña evitó alentar expresamente a Cristina, que andaba en medio de sus juicios. Lula es del Grupo de Puebla, pero antes es un político cerebral. Y Alberto Fernández está necesitado, porque los que no están, como el colombiano Petro, se dan el lujo de ponerle un simple tuit a Lula y más bien preparar su visita a Nicolás Maduro, acto que implica un reconocimiento que Caracas no recibía hace rato.

Pero no fue Alberto el único que corrió a Brasil a encontrarse con Lula. El presidente Arce ya lo había hecho en la campaña brasilera, contra lo que los manuales indican: no meterse en corral ajeno. No sé qué hubiera dicho el MAS si Bolsonaro hubiera ido a Santa Cruz a visitar a Camacho en las elecciones del 2020, aunque los pesos específicos boliviano y brasilero hagan la comparación odiosa.

Arce apostó al ganador Lula, también por su propia lucha interna con Evo. Y, gracias al 1.8% del electorado brasilero, las fichas del Presidente estuvieron bien ubicadas en la ruleta. Sin embargo, Lula tuvo declaraciones ambiguas sobre Bolivia, como cuando afirmó que Brasil va a tener que hablar con el mismo tono con Bolivia que con Estados Unidos. No se sabe si ese tono será saleroso o marcial, con el chico y con el grande.

Luis Arce apostó y le salió bien, pero los dilemas sobre si querrá más a Buenos Aires o a Brasilia se harán sentir en adelante. Volver a elegir venderle gas a Argentina y pagarle multa al Brasil no será ya un gesto tan simple como hacérselo a Bolsonaro. Y seguro que tiene memoria la burocracia brasilera en Itamaraty o en su Ministerio de Energía.

Con Fernández arrancando a ver a Lula ya no quedará duda en La Paz de si el poder estará en Brasilia o en Buenos Aires. Eso, para no mencionar la relación de Arce con Lopez Obrador, cuando Brasil no era potencia afín. Para Brasil, México es Norteamérica y por eso prefiere que las aves del corral del sur se formen a este lado. Y como para Bolivia la cercanía política lo es todo -al grado que no tenemos embajador en Brasil hace más de dos años-, a lo mejor llegará el momento de cuadrarse ante Lula, sin reparar que las relaciones internacionales sirven más con los que no hay afinidad que con los que se la tiene.

Por de pronto, se anota la mención de Bolsonaro al asilo otorgado al exministro boliviano López. Tal vez la derecha brasilera tiene otros planes que los del gobierno boliviano para la relación entre Brasilia y La Paz. Y quién sabe si, con un congreso brasilero poblado de bolsonaristas y un Lula sin hegemonía, la apuesta de Arce no haya causado inopinadamente que la derecha de nuestro vecino alce la mirada y se ocupe más de lo que pasa aquí.

Es el drama de jugarse a la coincidencia ideológica. Es que, como dice el comentarista internacional de CNN, Fareed Zakaria, “la política exterior es materia de costos y beneficios, no de teología.”

Gonzalo Mendieta Romero es abogado.



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