En la última fecha de partidos de fútbol
por las eliminatorias para el Mundial 2026, donde nuestra selección ha obtenido
un resultado “parejo” —utilizo esta palabreja para no caer en el escarnio,
porque perdió cuatro de cuatro—, me puse a divagar sobre otras cosas para
evitarme una acidez estomacal.
Los futboleros, sin que tengamos plena conciencia de ello, poseemos un lenguaje propio. A ese conjunto de términos y expresiones que solo se utilizan en el mundo del fútbol, para describir situaciones y acciones específicas del juego, se le llama jerga futbolística.
Estos términos referidos a jugadas, tácticas, posiciones, reglas y situaciones determinadas de un partido son utilizados por jugadores, entrenadores, aficionados, y en especial, por los periodistas deportivos. A estos últimos, los estuve escuchando con atención, porque me parecían más interesantes que enojarme por una nueva derrota de los “troncos” de “la verde”, esta vez más “crudazos” que nunca.
Si alguien, ajeno al fútbol, nos escucha decir: “es un extremo derecho de gran proyección”, no entendería que nos estamos refiriendo al jugador que se ubica en el costado derecho de la cancha y que, como lateral moderno, además de la responsabilidad de defender, tiene la labor de unirse al ataque y generar ocasiones de gol con centros al área chica desde su banda; o “hacer diagonales”, para llegar de frente y con reales posibilidades de remate a la portería contraria.
Hay algunas descripciones que parecen obvias, pero no lo son tanto si uno las lee de manera literal y se abstrae de las connotaciones futboleras: “patear tres dedos” (golpear el balón con la parte exterior del pie, que es casi una marca registrada del croata Luka Modrić, aunque también la practicaban Beckenbauer, Roberto Carlos, entre otros); “hacer un sombrerito” (elevar el balón por encima del rival y controlarlo a su espalda); “jugar de enganche” (posicionarse entre los medios y los delanteros); “hacer una pared” (pasar el balón entre dos o más jugadores para superar al rival); “hacerle túnel / hacerle un caño” (pasar el esférico por entre las piernas del adversario); “chilena” (es una acción acrobática, en la que el jugador —de espaldas a la portería—, eleva los pies por encima de la cabeza y contacta el balón).
A finales del siglo XIX, los ingleses introdujeron el fútbol al nuevo continente y heredamos mucho de su vocabulario —incluido el propio “football” (balompié)—, pronunciado a nuestro modo. Hasta no hace mucho, se decía “match” (partido); “referee” (árbitro); “offside” (fuera de juego); “goalkeeper” (portero); “back” (defensa); “corner” (saque de esquina); “shoot” (tiro, chutazo); “penalty” (sanción máxima, penal); “lineman” (juez de línea); “wing” (lateral); “driblear” (amague, regate); “hat-trick” (triplete); entre muchos otros.
Los locutores radiofónicos suelen ser más descriptivos y expresivos que los televisivos. Usan todo el léxico de la jerga y le añaden efectos sonoros y diferentes entonaciones para transmitir suspenso y dramatismo a su relato: “le dio un hachazo” (golpear al rival); “no lo alcanzan ni en moto” (al jugador veloz); “metieron el partido en la congeladora” (perder o ganar tiempo); “sacó un riflazo” (violento puntapié); “al fondo de los piolines” (al fondo de las redes del arco); “la mandó a guardar donde tejen las arañas” (gol en el vértice del arco); “más patea una pila seca” (disparo débil); “se fue a las duchas” (fue reemplazado); “se tiró a la piscina” (fingir una falta); “los once debajo el arco” (jugar a defenderse); y podría seguir al infinito, pero a este artículo le llegó “la muerte súbita” y no puedo quedar en “orsai”.