La riqueza de Chile es mayor a la riqueza
boliviana. Mucho mayor. Es fundamental preguntarnos la razón. ¿Por qué son
ricos y nosotros pobres? Ese es el meollo del asunto. Mi respuesta no admite
dudas: la causa es nuestra condición mediterránea. Esta razón no es ni puede
ser la excusa perfecta para una larga lista de ladrones e ineptos instalados en
los gobiernos escudando sus matufias en esta tesis. Con ese riesgo, no podemos
evadir lo obvio: Chile tiene un PIB que ronda los 315.000 millones de dólares y
nosotros, los 45.000 millones de dólares.
Esa distancia, y esto es lo peor, se va agigantando. Si en 1700 la relación era de 1 a 1, en 1950 era de 1 a 3, hoy es 1 a 9. ¿Por qué? Estamos encerrados. Así de simple. Y como demuestran estas cifras, distanciándonos más de Chile, estamos más encerrados. Cada vez más. Tengamos en cuenta que el PIB per cápita continental es de 12.400 dólares. El de Bolivia es de 3.400 dólares. ¿Y el de Chile? ¡29.950 dólares! Unas fieras los chilenos. No podemos negarlo. Sería absurdo. Sólo hay un país que los gana en todo el continente: Panamá, con 42.000 dólares.
En todo caso, ¿qué significan estas cifras? Pues lo dicho: si PIB es aproximadamente siete veces mayor que el nuestro. ¿Por qué? ¿Somos seres humanos inferiores y, por lo tanto, los chilenos son superiores y pudieron desarrollarse mejor? No, claro que no. Por tanto, debe haber algo más que explique la diferencia.
Si buscamos razones es imprescindible remitirnos al guion gubernamental: el exvicepresidente García Linera dejaba entender que el asunto era simple: seguía Evo en el poder y las diferencias se iban ir cerrando. Afirmaba, sin sonrojarse, que en 2025 nuestro PIB sería de 150.000 millones. ¿Qué tal? Sostenía el matemático que, si en 2014 el PIB boliviano era de 32.000 millones de dólares, en 2019 ya sería de 60.000 millones y, reitero, en 2025 ya estaría en 150.000 millones de dólares. Desposeído, pues, de todo rubor, sentenciaba que en el Bicentenario ya estaríamos igual o casi igual que Chile. ¿Qué tal?
Propaganda miserable con intención de ilusionar al pueblo. ¿Cuál es el resultado mayor de tanta estupidez? Haber perdido el tiempo. Ya en la década de los 90 del siglo pasado el investigador Víctor Rico nos hablaba con erudición sobre la importancia de los corredores bioceánicos. Semejante obra de arte académica fue debidamente archivada hace aproximadamente 30 años. A comienzos del milenio nuestro PIB era de poquito más de 9.000 millones y el de los chilenos era de 78.000 millones. Es cierto que hemos subido a aproximadamente 45.000 millones, pero también es cierto que el PIB chileno también ha crecido y lo ha hecho en proporciones enormes en relación al nuestro. Claro, que si le pides al presidente Arce que exponga sobre el tema nos dirá que el PIB chileno ha crecido en cuatro veces desde el año 2000 (78.000 millones en esa época y hoy 315.000), y Bolivia ha crecido en cinco veces (9.000 millones y hoy poco menos de 45.000 millones). O sea, ¡hemos crecido más que Chile!
Pero ya vemos que no es cierto. Claro que no lo es. Conozcamos un dato adicional que entristece: el PIB de Chile, de 2020 a 2023, ha crecido en 44.000 millones de dólares. ¡Todo el PIB boliviano en cuatro años! Y de yapa, no olvidemos, ¡fueron los años del Covid!
Volvamos pues: no podemos caer en el tipo de vulgaridades que anunciaba García Linera con tanto júbilo. Debemos saber que somos un país-tranca entre Chile-Pacífico y Argentina y Brasil-Atlántico. Y ese es nuestro desafío: pasar de ser la tranca a ser la puerta corrediza entre ambos mundos. Ese es y debe ser nuestro destino. ¿Debemos apoyarnos en nuestras riquezas naturales? No lo dudo, pero estoy convencido que debemos ir más allá. La posibilidad de ser el camino de conexión entre los océanos Pacífico y Atlántico es y debe ser nuestra opción: Bolivia, el Canal de Panamá de América del Sur.
De lo contrario, Chile se irá alejando cada vez más…
Diego Ayo es cientista político.