Los bolivianos hemos encontrado la manera
de alargar el carnaval y es por eso que hasta el fin de semana todavía
tendremos actividades, en diferentes lugares del territorio nacional, que se
extenderán hasta el Domingo de Tentación.
Pero nuestro afán de diversión se queda chico frente a lo que pasa en Perú, específicamente en la sierra del sur, en la provincia y departamento de Puno, que tiene uno de sus carnavales más largos, pues comienza en febrero, con la fiesta de la Virgen de la Candelaria, y prosigue con el resto de las carnestolendas.
Inscrita en 2014 en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco, esta fiesta cuenta con la participación de agrupaciones folklóricas de las 13 provincias del departamento, aunque otras del resto del país se pliegan por lo menos a sus desfiles folklóricos, esos que en Bolivia llamamos “entradas”.
En Bolivia, las “entradas” tienen antecedentes en las celebraciones coloniales dedicadas a las advocaciones religiosas. Un caso documentado es el de la Virgen de Guadalupe, en Potosí, en 1600. Posterior, pero vigente hasta nuestros días, es el Carnaval de Oruro, que fue inscrito en la Unesco el año 2008.
La fiesta de la Virgen de la Candelaria recibe un fuerte respaldo por parte del Gobierno peruano que, incluso, asigna montos anuales para su promoción y salvaguarda. Además, a lo largo del año, cada domingo se realizan, en el patrimonial centro histórico Lima, desfiles folklóricos en los que participan agrupaciones o fraternidades.
Hasta ahí todo está bien. El detalle es que muchas de las agrupaciones que participan en esas actividades ejecutan danzas que también forman parte de la cultura boliviana. Si fueran presentadas como binacionales no habría mayor problema, pero Perú ya lleva años exponiendo esas danzas como originarias de ese país y ahí es donde colisiona con Bolivia porque en este lado de la frontera pretendemos fortalecer nuestra oferta turística utilizando, entre otras cosas, esas danzas.
El problema, entonces, es de fondo y tiene base económica. Perú sabe que el turismo genera buenos ingresos y actúa en consecuencia. No solo usa elementos de su propia cultura, sino que se apropia de los ajenos. Si se trata de manifestaciones culturales de Bolivia, usa el argumento de que ambos territorios fueron uno solo en el pasado y simplemente se pone a bailar, sin debate previo.
Para decirlo sin eufemismos, Perú está robando cultura boliviana con el respaldo de sus gobiernos. En Bolivia, todo lo que tenemos hasta la fecha es el silencio oficial del Gobierno. Las ministras y ministros bolivianos nunca presentaron ni siquiera una carta de protesta y durante la gestión de Añez se llegó al extremo de eliminar el Ministerio de Cultura.
Aprovechando la inacción del Gobierno boliviano, el robo cultural de nuestro patrimonio se multiplica exponencialmente y, ahora, Perú, con Puno por delante, es el principal protagonista. Para los peruanos, el folklore es un carnaval permanente que ellos bailan con danzas bolivianas.
Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.