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Cartuchos de Harina | 03/05/2025

Caricaturas de izquierda y de derecha

Gonzalo Mendieta Romero
Gonzalo Mendieta Romero

Estos días estuvo en Sucre el profesor Rubén Martínez Dalmau, en un congreso de derecho constitucional. Allí defendió que el artículo 168 de la Constitución no necesita interpretación: es cierto, para pesar de los antievistas.

Si el nombre no le dice nada, ese jurista fue uno de los asesores españoles de la Constituyente. Seguramente, también fue uno de los redactores del proyecto de Constitución “de la Lotería” (¿un presagio?), por el edificio en La Paz donde trabajó la comisión de “estilo”. Martínez confirmó en un libro de 2011 la tarea y el edificio, aunque sintomáticamente se guardó los nombres de los perpetradores.

Martínez Dalmau dio entrevistas y conferencias según informó Correo del Sur, pero no vi que se le preguntara por algunas de sus invenciones o las ajenas que blanqueó: la elección de magistrados judiciales, la reelección indefinida, la clausura de la inversión extranjera, entre otras.

En Ecuador, donde también bregaron Martínez & Cía., no se tragaron esos sainetes, pero aquí fuimos obedientes. Al grado que nadie le pide cuentas. Por el contrario, él se despacha orondo sobre la pieza constitucional de la que –nos insta– hemos de ufanarnos. Aunque, pequeño detalle, la Constitución tiene justo la huella de consultores como él, que bailan la jota. Alabanza en boca propia es vituperio, señala el refrán, pero me alarma más que Martínez Dalmau tenga este otro en mente para nosotros: dile fuerte al opa y verás como puja.

A los bolivianos nos ha tocado luego desbrozar el colapso constitucional, sembrado por doctos de esa laya, en el referéndum de 2016 y en los líos de 2019. En lo que viene, la ruta será más escarpada: darle respiración boca a boca a la economía y gestionar la batahola constitucional.

Entre los sumisos de 2009 a las doctrinas de esos letrados hay quienes hoy posan de críticos de la elección de magistrados, pontificando: vasallos de la importación acrítica de ideas. Esos que no publicaron ni un aviso clasificado en contra entonces u otros, que apoyaron la reelección indefinida en la Constituyente. En mi barrio la gente siquiera se golpea el pecho, a la vista de los feligreses.

La descolonización fue también mancillada al acatarse el dictado del andaluz Alfredo Serrano Mancilla del CELAG, promulgando en 2020 el Impuesto a las Grandes Fortunas

https://www.celag.org/el-impuesto-a-los-ricos-como-sentido-comun/.

No importa que ese tributo recaude pigricias o incentive a los mayores empresarios nacionales a no invertir aquí (las empresas extranjeras no pagan el IGF y los pudientes locales, si acaso, utilizan ahora bolivianos prestados, que se devalúan).

Serrano Mancilla se dio incluso el lujo de una risotada final, sobando a Evo y desembarazándose de Luis Arce: así retribuyó su docilidad y la munificencia de transmitirle el programa La Pizarra por Radio Patria Nueva hasta hace poco. El viceministerio de Descolonización, bien gracias.

En la derecha, aunque sin secuelas porque no gobierna hace décadas, la dependencia no es menos flagrante. Por ejemplo, cuando se le caen las medias por Milei y Bukele. La estética de la gorrita al revés fue velozmente adoptada en 2019. Para no hablar de la imitación en materias en que Eduardo Abaroa sería un predecesor más autóctono. O de agitar el certificado “Bukele y Milei lo hacen”, por ejemplo, porque estos recurren al FMI.

Derecha e izquierda sufren del trauma colonial, que acusaron indianistas y kataristas, siguiendo a Fanon. Ese complejo me recuerda esa frase sobre muchos académicos: “un enorme rebaño de individualistas que parecen ovejas”. Los conservadores bolivianos del siglo XIX usaban una palabra más chula: macaquismo. Actuar como monitos, remedando gestos por un maní o por palmaditas como las que ofreció Martínez Dalmau hace días.

Carlos Medinaceli recogió ese vocablo de los conservadores. Como un contemporáneo nuestro, invocaba a “huir del macaquismo imitativo, presuntuoso y necio (…); para lograrlo, lo único que podemos hacer es ser profundamente sudamericanos, en sencillez, justeza de tipo, en nuestra natural simplicidad, pero llena de aristas y de posibilidades”. Para no ser caricatura. Eso.

Gonzalo Mendieta Romero



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