Un programa orientado a buscar la unidad de la oposición en las próximas elecciones conducido por dos destacados periodistas, Amalia Pando y Edwin Herrera, sugiere varias reflexiones. En primer lugar, subyace detrás de ese esfuerzo una lógica aritmética que sugiere concentrar los esfuerzos en la construcción de una sola candidatura exponiendo a los y la entrevistada a preguntas que permitan conocer su vocación unitaria; esta aparece como la única respuesta ante la hegemonía masista que ya sea con o sin Evo Morales, con Arce o sin él tenderían a ganar en primera o segunda vuelta. Hasta ahora parece que Marcelo Quiroga Santa Cruz, quien no ganó una elección presidencial sí dijo algo certero: “hay sumas que restan”. De hecho, como van las cosas, la cada día más distante reconciliación entre las dos facciones del MAS podría significar que la falta de unidad les afecte a ellos. O sea, los masistas también pueden perder.
Admitiendo que un candidato opositor pueda ganar las elecciones gracias a la unidad hay que pensar que esto no asegura ni gobernabilidad, ni cambios significativos. Es como pensar cómo quedarse embarazada sin saber lo que significa cuidar un hijo. Hasta ahora algunos de los invitados parecen más postulantes a una asociación de la tercera edad, algo no tan grave si vemos que en el Norte a viejitos como Donald Trump y Joe Biden seguirán en el poder con todos los riesgos que esto implica para la democracia global. Los entrevistados por Pando y Herrera son unos chiquillos al lado de los candidatos gringos: el problema son sus ideas que están viejas y aburridas. No hay a la vista un candidato único y luego de ver el desempeño de los aspirantes, no se ve alguien que inspire confianza para liderar la solución de los graves problemas ambientales como el agua y la minería ilegal los derechos humanos y la educación para mencionar algunos.
Es llamativo el entusiasmo desatado por Milei entre algunos de los precandidatos. En este caso Tuto Quiroga entrevistado por un canal argentino después de la entrevista que comentamos, fue pródigo en elogios a la política económica de Javier Milei –era que no– quien lo invitó a una cena en Buenos Aires. No dijo ni una sola palabra sobre los rasgos autoritarios del argentino lo que sí le preocupan cuando son ejercidos por dirigentes de izquierda. Ese es uno de los problemas de los posibles candidatos que miran a un costado cuando se trata de los abusos y violaciones a los derechos humanos si estos son perpetrados por sus amigos. Critican a Nicolás Maduro, elogian a la oposición venezolana pero no dicen nada sobre Trump o Milei.
Vicente Cuellar, el rector cruceño, tampoco genera confianza pues si bien propone aplicar 30 años de cárcel sin derecho a indulto a feminicidas, violadores, traficantes de órganos, narcotraficantes, corruptos, avasalladores y ecocidas, se nota que no tiene idea de las causas que provocan esos fenómenos y cree que su solución consiste en castigo y más castigo. Reyes Villa propone gobernar como si el país fuera una Alcaldía.
También es llamativa la poca importancia que le asignan a la democracia social, a la redistribución de la riqueza y la omisión permanente de los derechos de las mujeres quienes además de ser las más pobres, siguen siendo discriminadas en el mercado laboral y en las familias. Esperar que se refieran a los derechos sexuales y reproductivos de quienes se siguen muriendo por aborto y feminicidio es una ilusión. Bolivia tiene una de las tasas más altas de muerte materna, la violencia contra las mujeres y la trata y tráfico, así como sus vínculos con el crimen organizado, no figuran en su agenda. Cada que lanzan guiños a Milei callan acerca del surgimiento de acciones políticas de grupos fundamentalistas contra “la ideología de género” contra la educación sexual, contra el matrimonio igualitario y otros avances.
Siendo las mujeres la mayoría de la población y la mitad del electorado –lo saben ellos– no mencionan la reforma de los partidos para asegurar la democracia interna ni para poner fin al acoso y la violencia política que desalienta su participación en la esfera pública. A los gobiernos del MAS no se les puede cobrar solamente el despilfarro y la corrupción. La destrucción institucional y la anomia social son desafíos para una agenda democrática.
Otro asunto que debiera interpelarlos tiene que ver con sus ideas sobre los pueblos indígenas que durante los años del masismo han ampliado su participación en el poder político apoyados en ideologías identitarias más bien aymaracentristas, que pretenden obtener derechos –demanda justa si las hay– a costa de la exclusión de otras identidades, como las regionales.
En síntesis, vale la pena preguntarse si los y la aspirante a la presidencia hasta ahora conocidos son las mejores voces para abogar por la unidad. Pareciera que el debate en torno a la unidad y la forma como debe elegirse al candidato han hecho que también los periodistas se olviden de “los verdadero problemas de la gente” que no son solo la crisis económica. Me refiero a un cambio cultural que elimine toda forma de discriminación y no al que proponen los fans de Milei que han incluido en sus agendas la lucha contra las mujeres. La “batalla cultural” que la derecha extrema está impulsando es una que busca un mercado abierto y una familia cerrada en consonancia con el auge de la derecha extrema en el mundo.