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16/08/2024
Sin embargo

Box femenino y las mentiras del diablo

Jorge Patiño Sarcinelli
Jorge Patiño Sarcinelli

La fiesta ha sido desde tiempos inmemoriales el momento en la vida de una sociedad o de una persona en que se rompe la rutina y así su promesa hace llevadero el tedio cotidiano. Es el momento de la liberación en que se interrumpe el orden profano y reinan el caos y el éxtasis dionisíaco, para después volver a la rutina en el ciclo terrenal de la vida.

Los juegos olímpicos son la gran fiesta planetaria del deporte. Quizá no cumpla como fiesta la función catártica de ruptura del orden y abandono al desenfreno –las sociedades ya no se lo pueden permitir– pero es un momento en que el mundo entero pone su atención en gestas deportivas multicolores que celebran energía, disciplina, técnica y garra en 28 deportes, 53 disciplinas y 400 eventos de los que se entregaron unas cinco mil medallas en total.

En cada Olimpiada hay un país que obtiene su primera medalla –en París fue la pequeña Santa Lucía–, pero todavía quedan 66 que no han conseguido una sola medalla en la historia de los Juegos. Bolivia se mantiene en tercer lugar, en la buena compañía de Mónaco y Andorra, en el podio de los que han participado en más juegos sin obtener una sola medalla.

Las fiestas olímpicas no están libres de controversias y esta vez fueron ciertos elementos de la ceremonia de la inauguración y la relevancia de la composición cromosómica en las competencias femeninas.

Alfonso Gumucio (Brújula Digital |03|08|24) señala la pechoñería que quiso ver en “la bacanal dionisíaca de la ceremonia inaugural (…) una ofensa a la religión católica, ya que aparentemente se burla de una escena emblemática de los mitos cristianos”. Y añade: “Se trata de una lectura poco informada, tal como han aclarado los organizadores del evento. Los ofendidos no entendieron nada (...). Basta contar el número de personajes para desestimar cualquier referencia a los apóstoles cristianos, que por lo demás son parte de una leyenda pues no consta históricamente que la última cena hubiera sucedido realmente”.Para tomar nota.

La segunda gran controversia se dio después de que la boxeadora argelina Imane Khelif derrotara a su contrincante en 46 segundos; victoria que se explica según los críticos porque ella no tiene cromosomas XX del sexo biológico femenino, sino XY del masculino. Sin embargo, la Asociación Internacional de Boxeo, que emitió el informe que dio lugar a esa tesis y a la eliminación de la atleta de otros torneos, nunca mostró las pruebas correspondientes y ahora su presidente, el ruso Umar Kremlev –hombre cercano a Putin– dijo que estas son “confidenciales” (BBC |02|08|24).  

Sean esas pruebas confidenciales, inexistentes o a la russe, el hecho es que la dicotomía XY o XX es al parecer una simplificación. “La mera observación de la presencia de un cromosoma Y no responde por sí sola a la pregunta de si alguien es hombre o mujer (…). Cuando se trata de ser hombre o mujer, lo que es crucial es un gen específico llamado SRY, sigla en inglés que significa “región determinante del sexo del cromosoma Y” (Sofia Bettiza, BBC |09|08|24). Es decir, hay que saber más antes de hacer afirmaciones como las que han circulado sobre esta cuestión.

Javier Milei, que no deja pasar una buena oportunidad de rebuznar, exclamó “A ver, boluprogres, vengan a explicar esto”. No hace al fondo de la cuestión, pero hay una cierta ironía en que la declaración de un hombre del entorno de Putin, quien es, según dicen, aliado de Maduro, a su vez enemigo de Milei, sea la que diera pie al exabrupto del libertario.

En los interrogatorios de la Santa Inquisición regía el principio de Daemoni, etiam vera dicenti, non est credendum. En castellano: “al demonio no se le debe creer ni cuando dice la verdad” y, en consecuencia, en los procesos no se admitían las acusaciones hechas por demonios. Los inquisidores de hoy prefieren un Daemoni, non etiam vera dicenti, est credendum cui bono. Es decir, se le puede creer al demonio si la mentira conviene.

Como hay cierto grado de confusión sobre la boxeadora Khelif hay que añadir a la ausencia de las pruebas mencionadas lo más importante: que ella ha nacido mujer, tiene todos los órganos femeninos y siempre ha sido mujer.

Uno de los factores que explican la animadversión contra Khelif es la transfobia, muy extendida entre conservadores que creen que una drag queen es una serpiente venenosa que puede contagiarles de sida con la mirada, y entre algunos grupos feministas que ven en les transgéneres unes infiltrades que se están aprovechando de los avances logrados por su causa. ¡Como si la causa de los derechos de igualdad de género no fuese una sola!

La tenista Martina Navratilova es de este grupo de feministas contra la aceptación de la argelina en los juegos, olvidando que cuando ella estaba en el auge de su carrera y parecía imbatible por su fuerza, no faltó quien dijera que esta se explicaba porque ella era lesbiana. Hoy, esto nos parece un desatino. Algo hemos avanzado, pero falta.

Uno de los ideales del deporte es que los atletas compitan en igualdad de condiciones, pero este, como casi todos los ideales, es inalcanzable. Michael Phelps, el gran nadador estadounidense, tenía los brazos más largos que los demás, los fondistas kenianos tienen fibras musculares que les dan una extraordinaria resistencia y los velocistas negros un arranque imbatible en distancias cortas. El físico de Serena Williams era sin duda excepcional y ella dominó el tenis por muchos años. También llevan ventaja los que juegan en casa y los que tienen acceso a los centros de alto rendimiento y equipo deportivo sofisticado.

Hay todo tipo de excepciones y muchas diferencias y ventajas se suman o se compensan. El gigante Camacho era un desastre en el ring y la puntería de David pudo más que la fuerza de Goliat. Con todo, no cabe duda de que hay características innatas que dan a ciertas personas o biotipos ventajas en algunas disciplinas deportivas, pero convertir una ventaja o un talento innatos en un desempeño superior requiere sacrificio y muchas horas de entrenamiento durísimo y, encima, para llegar a una medalla olímpica, a esto hay que sumarle una dosis de buen viento.

En resumen, ya que esa deseable igualdad deportiva no existe, si una composición cromosómica y otros factores, incluyendo los anatómicos, dan ventajas sobre los demás competidores, cada deporte debe establecer qué ventajas son admisibles. Los cromosomas no son irrelevantes en esta cuestión, claro está, pero hay que tratarla con mucha seriedad.

Poco podemos decir los bolivianos sobre el llamado fair play ya que también buscaremos competir con ventaja cuando, sin siquiera sonrojarnos, llevemos a los equipos de fútbol visitantes a jugar en El Alto. No es muy pundonoroso, diría mi abuelo.




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