Nuevamente estos días hemos sido
alertados de que el contrabando se
está comiendo la producción alimentaria, poniendo en riesgo a productores y
demás actores de esta cadena. Al parecer no hay mucha intención en Bolivia de
utilizar la ciencia como aliado y mucho menos de desarrollar mejores sistemas
productivos.
El modelo idílico de lo agro-eco, solo queda como un sueño romántico. Muchas compañías productoras de alimentos, han hecho un cambio a la moda “orgánica” y en tal afán están causando más daños al medio ambiente de lo que provoca la agricultura convencional. El modelo orgánico implica mucha labranza, actividad que daña el suelo y se opone a la de siembra directa, que ayuda a mantener los nutrientes. En consecuencia, los suelos dañados ya no sirven y eventualmente demanda más tierra que la agricultura convencional.
Este modelo “orgánico” se basa en filosofía y no en ciencia: es una manifestación de la falacia de la apelación a la naturaleza. Esto resulta en un conjunto de reglas específicas para calificar como “orgánico”, aquello que no se alinea a esta ideología y que busca constantemente rechazar la tecnología agrícola moderna o cualquier herramienta desarrollada a partir de la ciencia.
Algunas prácticas antiguas resultan útiles si son bien aplicadas. Lastimosamente, no tienen buena implementación y el productor pierde total interés. Pero la agricultura ecológica no utiliza los mejores métodos más sostenibles. Utiliza los métodos más "naturales", según algunos criterios vagos, arbitrarios y viscerales. Por ejemplo, puede usar plaguicidas, pero solo si se derivan de fuentes naturales, incluso si es menos efectiva y más tóxica, como es el caso del sulfato cúprico o la piretrina.
Al uso de los OGM en la agricultura convencional, se la tacha de “neocolonial”. Lo neocolonial, en todo caso, lo percibo como esa imposición de ideología agro-eco desde las ONG europeas y del norte de nuestro continente, que al parecer, buscan que nunca seamos capaces de producir con mejor tecnología y tenernos, como sucede hoy, sometidos a un descontrol con el ingreso de alimentos de contrabando.
El caso de la institución noruega GenØk, que durante años promueve cuantiosas campañas y estudios pseudocientíficos, para que países en África e incluso Bolivia, no se use biotecnología para mejorar su producción. Eso sí, muy aliados de empresas que viven de la homeopatía o de la activista que cobra 40 mil dólares por charla. Lo irónico es que esta señora mientras le paguen, hablará por los contrarios a la biotecnología y también en el evento que organizó el gobierno de turno, contra el cual despotrican.
No hay tecnología de fitomejoramiento más estudiada y probada a través de años de protocolos de bioseguridad que los OGM actuales, que reafirma cada año que son inocuos y bajo un manejo adecuado, tampoco causan daño al medio ambiente. Hace poco, Sudáfrica reportó los beneficios que han tenido al utilizar un maíz que les redujo el uso de insecticidas y por lo mismo, pudieron generar mejor producción.
Cuando ya no hay argumento, hay que sacar a las viejas confiables. Desde ataques personales, hasta intimidar o recurrir a tácticas pueriles como crear memes para calumniar, o hasta largar el bulo de que la edición genética, la versión más actual de herramientas en biotecnología, es peligrosísima.
Sí, tan “peligrosa”, que por ello las galardonadas con el premio Nobel de química el 2020, son dos mujeres que le han sabido dar un uso múltiple a esta herramienta y cuyos beneficios van desde las vacunas que hoy nos están ayudando, hasta generar alimentos como el tomate Gaba en Japón, con un compuesto que ayuda a las personas con presión alta. De hecho Japón y Canadá son dos países con agencias de inocuidad alimentaria muy rigurosas. Me dirán que también los ¿sobornan?
Mientras en Bolivia, impere esta falta de cultura científica, no solo seguiremos arrastrando una oposición al uso de biotecnología en alimentos, pero esto, cierra a la vez muchas puertas más, como son las aplicaciones para medicina, industria e incluso remediación ambiental.
Las políticas en ciencia y tecnología, o en biotecnología y bioseguridad, no pueden ser formuladas por las personas que no son del área, y que no cuentan con el respaldo científico para sostener sus posiciones. ¿Hasta cuándo debemos estar estancados sin poder hacer como Cuba, Argentina, Brasil, Nigeria, Kenia o Bangladesh? Estos países desarrollan su propia biotecnología y van cortando la brecha con las temibles multinacionales, a la par de impulsar empresas e iniciativas nacionales. #MenosIdeología #MásCienciaParaBolivia
Cecilia González Paredes M.Sc.
Especialista en Agrobiotecnología