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Filia Dei | 29/12/2020

¡Bienvenido 1921!

Cecilia González Paredes
Cecilia González Paredes

Parece un cuento de fábula. Hace un siglo, nos encotrábamos con algunas condiciones similares a las que estamos atravesando hoy en día. Solo unos pocos años antes, la mal llamada “gripe española”, había cobrado muchas vidas y casi al mismo tiempo, cuando la vacuna contra la difteria apareció, se lanzaron campañas en contra de las mismas. Esto sucedía aún en los hoy considerados países “avanzados”, como Canadá. Un par de años más y la vacuna contra el tétanos también estuvo disponible. De hecho, que se ha logrado disminuir considerablemente muchas enfermedades, gracias a la vacunación.

Por ahí, hay otra serie de relatos que parecen pura ciencia ficción, como es la aversión y rechazo de los focos que permiten tener en las casas luz eléctrica y estar despiertos más allá de la puesta del sol. Un fuerte rechazo también experimentó el uso del automóvil, cuando fue introducido.

Mucho tiempo atrás, hasta se repudió en Europa el uso de alimentos como la papa, el chocolate y otros, por atribuirles propiedades negativas. Desde una destrucción del suelo, hasta males estomacales (variedades con alto nivel de solanina de seguro) y cuesta creer que el cacao fue acusado de volver “lujuriosas” a las mujeres del nuevo continente, lo que las conducía a embarazarse con mucha facilidad.

También las nuevas variedades de manzanas, que surgieron a partir del genio de los fitomejoradores y los constantes movimientos genéticos, entonces imperceptibles, fueron rechazadas por considerarlas antinaturales al haber sido injertadas con otras variedades.

Hacer una rápida revisión de todos estos hitos de repudio a la tecnología y al avance científico parecen fábulas que solo encontraríamos en la literatura. Pero esa es nuestra realidad como sociedad. Es más fácil creer verdades fantasiosas, que corroborar el nulo sustento del bulo que se esparce rápido y sin ninguna vergüenza.

En Bolivia, se habla de desarrollar e impulsar los biocombustibles, pero a la par se pretende dar la espalda al desarrollo de la biotecnología, y parece que con levantar la voz de que unos cultivos genéticamente modificados –de manera precisa y puntual, no como antaño– “podrían causar daños”, sin sustento durante más de 20 años de ser usados, son suficiente fundamento para evitar si quiera generar un sistema regulatorio coherente y basado en ciencia, no cuentos de ficción.

Hoy hasta los productores de quinua empiezan a dar señas de mucha preocupación. Y es que ven como el avance de plagas y el rendimiento ya no es el mismo. La idea romántica de que guardar las semillas por décadas y siglos, es mejor, no puede ser más errada. Por principio genético, las variedades deben renovarse cada cierto tiempo, y dependiendo el tipo de cultivo, cada cinco u ocho años. Pero si en el país, los pocos fitomejoradores no reciben ni el apoyo ni atención ¿qué se supone que desarrollen?

Este año hemos visto como hasta universidades se han lanzado en la absurda tarea de producir lejía gourmet y médicos sin especialidad de neumología se la pasaron recetando la misma, apoyados por irresponsables periodistas. Amistades del ámbito académico de países de la región me han consultado cómo obtienen las universidades en Bolivia su aprobación. Yo también me pregunto lo mismo.

Lo cierto es que por mucho que se abran nuevos pozos, donde quizás haya gas, no estaremos salvados. Hace unos meses, Argentina iniciaba las operaciones en Vaca Muerta y la provincia de Santa Fe, anunciaba el cambio combustible para su transporte público, en vista que han mejorado e incrementado la producción de biocombustibles. Brasil lo mismo, hace poco informaba, que proyectan que para el 2030, no tendrán ya la necesidad actual de comprar a otro país, combustibles, en vista que se han programado la meta de volverse autosuficientes, al ver el potencial de poder generar ¡biocombustibles!

En pocas palabras, los discursos pueden ser muy emotivos, pero si no pisamos y aterrizamos a la realidad, de nada servirá perforar 3 o 20 pozos más. Tampoco tiene sentido ir levantando más bulos ante tecnologías que son necesarias hasta en la producción de alimentos.

A pocos días de iniciar una nueva década en este siglo XXI, nuevamente queda en cancha la decisión a nivel de políticas e incluso de re-formular y actualizar los contenidos académicos en Bolivia. Si realmente queremos salir adelante y conocer el potencial innovador y creativo de nuestros talentosos jóvenes, es tiempo de dejar de ponernos zancadilla a nosotros mismos.

Cecilia González Paredes M.Sc.

Especialista en Agrobiotecnología



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