Brújula Digital se complace en publicar, desde esta fecha, las columnas de Jorge Patiño Sarcinelli, sin duda una de las voces más originales del debate intelectual del país.
El rosado no es un color cualquiera; no en Bolivia. Es el color del MNR, que a su vez lo adopta por ser un color popular; gusto relativamente moderno que aparece cuando los rosados del acrílico sustituyen los rojos de los aguayos. El rosado está también en la Casa Rosada argentina, en los chicles Bazooka, en la famosa canción La vie en rose y en la nueva camiseta de Messi del Inter Miami; el pink de Pink Floyd, sin embargo, viene de un homenaje al guitarrista Pikney Anderson, más conocido como Pink.
Hoy asociamos el rosado a lo femenino, pero no siempre fue así. Aunque lo elige Madame Pompadour para su vajilla, una encuesta en Estados Unidos de 1929 descubre que la mayoría de las personas creía que el rosado, una variante pálida del poderoso rojo de la sangre, era más bien masculino, mientras que el celeste, asociado al manto de la Virgen María, era femenino. Las asociaciones se invirtieron después de la Segunda Guerra.
El personaje Barbie, objeto de miles de sueños infantiles de antaño, realizados en la burguesía infantil y frustrados entre cuyos padres tenían otras prioridades económicas, había pasado al anacronismo y al baúl de los recuerdos –más o menos como el movimientismo– hasta que la película homónima la lanzó otra vez al estrellato ha poco, y aquí estamos inesperadamente tratando a la icónica muñeca como objeto de culto, debate y cultura.
Mi opinión, la de un cinéfilo sin credenciales, es poco relevante al lado de la de expertos, o de las masas, si queremos ser democráticos en esta materia. Al final de cuentas, este tipo de cine quiere dar un mensaje a las masas; americana y del mundo. Se supone que la película propone una crítica en modo irónico. Sospecho que esa ironía es desperdiciada en el público que solo quería matar saudades de la muñeca o realizar tardíamente sus sueños.
Evidentemente, las masas de cada país la verán de acuerdo con sus códigos y contexto temporal. Sería un milagro que fuese vista de la misma manera por todos. En lo que se refiere al mensaje de ironía –una de las formas que más difícilmente atraviesa barreras culturales–, quizá la directora estaba con los ojos más cerca de casa, pero hoy en día solo un ciego niega la importancia del mercado chino.
Allá la película aterrizó en un vivo debate sobre los avances de la mujer, que sigue patinando contra los códigos machistas. Los medios estatales sugieren que el feminismo es parte de un complot occidental para debilitar a China. Nuestras beatas retro dirían más o menos lo mismo, mutatis mutandis.
El pueblo chino, el que va al cine, cree más bien que la película “no fue lo suficientemente lejos”, que es “demasiado suave con el patriarcado”. Las mujeres, sobre todo, esperaban que una película venida de Occidente sería más reveladora de los derechos de las mujeres en su país que una producción china; lo que, evidentemente era mucho pedirle a Hollywood.
El impacto de la película está yendo más allá de la cultura o el entretenimiento en los lugares más inesperados. Por ejemplo, dice una nota: “denunciada en el Oriente Medio por subvertir las normas tradicionales de género, la película hit está encontrando sin embargo su público en Arabia Saudita, poniendo en evidencia los cambios en el panorama político de la región”. ¡El panorama político de una sociedad que es un mundo aparte está siendo influenciado por una muñeca rosada! Ni la llegada de Neymar está causando tanto impacto.
Mauricio Souza, más ácido que irónico, dice “Así resulta que ahora Barbie, nada menos, es la que, de acuerdo a los ejecutivos de Mattel y Gerwig, cambió las cosas para las mujeres y no las mujeres mismas. En los hechos, se sabe, la historia es diferente: Mattel ha intentado a lo largo de los años preservar la vigencia comercial de su producto adaptándose, a regañadientes y con cierto retraso, a cambios promovidos por críticas, denuncias y boicots de su producto estrella. En su versión de esta historia, en cambio, Gerwig propone que Barbie es una gran agente del cambio social ‘feminista’.”
Y Rodrigo Ayala, otro de los Tres Tristes Críticos, aprovecha su comentario resumen de la película para darle a la piñata del progresismo: “Está claro que una película que recauda más de mil millones de dólares y que impulsa arrolladoramente la venta del principal producto de una multinacional es un éxito económico y cultural importante y puede que incluso tenga alguna que otra virtud formal. Pero que sea proclamada como representativa de un pensamiento de avanzada, evidentemente es una muestra de los bajos estándares de la elite ‘progresista’”. No sé si se puede hablar de una élite progresista a nivel mundial, pero no veo por qué no sumarle este mote por si acaso.
La película no me ha gustado, pero eso no quiere decir nada. Más que crítico, soy criticón, como diría Paulovich. La mía es solo una opinión más, y no podría refutar los argumentos y predilecciones de quienes le han visto méritos o deméritos, sean beatas progre o beatas retro. Supongo que de todas maneras vale la pena sacarse la curiosidad para poder meter la cuchara en las discusiones, como lo estoy haciendo aquí, por provocar o divertirse.