China se consolida como la superpotencia mundial de las energías renovables. Según The Economist, su enorme despliegue de energías solar, eólica, baterías y autos eléctricos reduce los costos globales y le otorga un papel decisivo en el futuro del clima.
Brújula Digital|19|12|25|
China está entrando en una fase histórica en la que su poder en energías renovables empieza a transformar tanto su propia economía como la lucha global contra el cambio climático.
De acuerdo con The Economist, que hizo una profunda investigación, la magnitud de la capacidad renovable que China instala y despliega es difícil de comprender. Este crecimiento ha sido tan acelerado que las emisiones chinas de dióxido de carbono, aunque todavía enormes, parecen haber alcanzado su pico o estar a punto de hacerlo.
La comparación con Estados Unidos es central en el análisis. Mientras China avanza en compromisos climáticos, la administración de Donald Trump ha minimizado el problema, se ha burlado de las energías renovables y ha cedido espacio diplomático internacional en este tema. Ahora es China la que lidera los esfuerzos de reducción de gases de efecto invernadero, cosa que hasta hace unos años era algo imposible de imaginar.
Así, el anuncio de Xi Jinping de reducir entre 7% y 10% las emisiones chinas entre su pico y 2035 constituye, para el semanario, un compromiso real y alcanzable.
The Economist recuerda que China superó ya varias de las metas prometidas en la COP de París: alcanzó antes de tiempo el objetivo de que las energías renovables representen alrededor del 20% de su consumo primario y está a punto de –o ya ha logrado– alcanzar el pico de sus emisiones años antes de lo previsto.
Asimismo, Xi ha prometido que la capacidad conjunta de energía solar y eólica llegará a 3.600 gigavatios hacia 2035, una cifra que supera varias veces la capacidad total de Estados Unidos y de la Unión Europea.
La expansión masiva de paneles solares, baterías y turbinas eólicas ha reducido los costos globales de estas tecnologías, permitiendo que países del sur global –principales emisores actuales– accedan a electricidad más barata y limpia.
El medio señala que esta dinámica genera un círculo virtuoso: cuanto más invierten otros países en crecimiento sin combustibles fósiles, más se beneficia la industria china.
The Economist sostiene que ningún país tiene la capacidad de influir tanto en las emisiones globales por sí solo. China, debido al tamaño de su economía y a su demanda gigantesca de electricidad, posee un nivel de agencia sin parangón.
Su industria solar es presentada como un caso único: fábricas altamente robotizadas producen volúmenes colosales de celdas fotovoltaicas, hasta el punto de que en un año China fabricó 680 gigavatios de capacidad solar, una cantidad inconcebible en cualquier otro país.
La revista explica que si China continuara produciendo esa misma cantidad de paneles solares hasta finales de la década, en teoría podría generarse un tercio del consumo eléctrico mundial actual.
Aunque el sector atraviesa un periodo de sobreoferta y pérdidas –algo que The Economist denomina un “bache” y no un colapso–, la industria parece demasiado grande para fallar. Además del solar, los otros dos pilares de las llamadas “nuevas tres industrias” –vehículos eléctricos y baterías– continúan expandiéndose con rapidez. China fabricó 13 millones de vehículos eléctricos en el último año y las baterías avanzan casi al mismo ritmo, reforzando toda la cadena de energías limpias.
The Economist subraya que el partido gobernante ve estas industrias como una nueva fuerza productiva destinada a impulsar el futuro económico del país. La caída de precios de paneles, turbinas y vehículos eléctricos se explica por la combinación de innovación, competencia feroz y un efecto de experiencia (“learning by doing”) derivado del gigantesco mercado doméstico chino. Parte de este desarrollo fue impulsado por subsidios amplios, control de materias primas clave, crédito barato y cadenas de suministro densas, pero el elemento decisivo fue la inmensa demanda china de electricidad, que empujó la producción y redujo drásticamente los costos.
El semanario también señala que el crecimiento ha sido tan vertiginoso que el país enfrenta ahora consolidaciones y posibles quiebras dentro del sector solar, después de haber construido capacidades que superan incluso la demanda nacional. Sin embargo, las autoridades buscan un sector más rentable y competitivo, y la perspectiva de un retroceso estructural parece remota.
Al mismo tiempo, The Economist advierte que la importancia estratégica de la acción climática para China es doble: el país está especialmente expuesto a los efectos del calentamiento –desde la elevación del nivel del mar hasta olas de calor extremas– y, a la vez, percibe en la transición energética una oportunidad geopolítica. Las renovables se han convertido en un motor de crecimiento, en un medio para expandir la influencia diplomática y técnica, y en un instrumento para obtener recursos naturales y fortalecer su posición global.
Con todo, China sigue siendo el mayor emisor global, depende fuertemente del carbón y aún no está en una trayectoria compatible con la neutralidad de carbono en 2060, su meta declarada a largo plazo. No obstante, la escala del despliegue de tecnologías limpias altera el contexto: la estrategia industrial “Made in China 2025”, diseñada para dominar industrias estratégicas, terminó convirtiéndose en uno de los pilares más importantes del escenario climático global.
Finalmente, The Economist concluye que el sector verde ya representa el 10% del PIB chino y más de una cuarta parte del crecimiento económico reciente. Las energías limpias son vistas por el liderazgo chino como una pieza central en el proyecto de “modernización socialista”, combinando ambición tecnológica, seguridad energética, posicionamiento geopolítico y una búsqueda de legitimidad ante los riesgos climáticos crecientes.
Según el semanario, este conjunto de factores explica por qué China se ha convertido en la superpotencia mundial de las energías renovables y por qué su papel resultará decisivo para el futuro del clima global.
BD/RPU