Con fecha fija para las elecciones generales, que se celebraran el 17 de agosto, unos días después de la celebración de nuestro bicentenario, la vorágine electoral ha arrancado sin tener determinadas las reglas de juego ni calendario electoral fijado. La crisis generalizada que percibe la gente según los diferentes estudios demoscópicos ha impulsado a más de una decena de precandidatos presidenciales a remover el tablero político.
La última encuesta conocida la semana pasada, financiada por el empresario Marcelo Claure, coincide en las tendencias con otras de diferentes grupos y medios. Al margen del propósito de la publicitada encuesta y el papel de su promotor, esta reafirma que estamos ante el fin de ciclo del proceso de cambio y con un escenario electoral abierto. La falta de solución a la crisis económica y la fractura interna de su instrumento partidario ha terminado de desdibujar el proyecto masista, perdiendo las dos últimas bazas que lo sostenían, la estabilidad económica y política.
La segunda noticia que trae la encuesta es la confirmación del desplome del presidente Luis Arce, quien para mantenerse en el poder necesita un milagro o torcer las reglas democráticas. Con la impopularidad que acumula podría asumirse que está amortizado, pero dada la fragilidad de nuestro sistema democrático, en vez de confiarnos, este dato debe ser la principal preocupación de todos. La derogación de facto del principio de preclusión y sostener a los autoprorrogados bastan de señal de alarma, sin que haya un horizonte claro para desactivar las amenazas que el juego nuevamente sea sucio.
Está claro que el MAS perdió la mayoría que ostentó durante casi dos décadas. Ahora hay una nueva mayoría que quiere un cambio político, sin embargo, esta nueva mayoría no es homogénea. Comprender y articular a esta nueva mayoría es el principal desafío de los líderes alternativos, más aun cuando el humor social ha cambiado. Hay un cansancio ciudadano con el sistema político que alcanza a oficialismo y oposición. La polarización terminó hastiando a la gente, por eso, puede que estemos no solamente ante el agotamiento de un proyecto político, sino, ante el fin de un régimen político improductivo e ineficiente con las aspiraciones de la gente.
Los números sobre la preferencia electoral grafican básicamente tres espacios: la izquierda popular, la oposición tradicional y los desencantados. Los tres carecen de partidos organizados y tienen liderazgos fragmentados, lo cual alimenta la política especulativa. Partidos reducidos a siglas para el intercambio, candidatos sin organización política exaltando el hiperpersonalismo y alianzas que no trascienden un solo periodo legislativo, dejan una señal preocupante de la incapacidad del sistema de construir proyectos colectivos y estables. La tendencia, pues, de no corregirse es la de fragilidad e inestabilidad, todo lo contrario de lo que busca la ciudadania, certidumbre y estabilidad que le devuelva la confianza en un sistema desacreditado.
Suprimidas legalmente las primarias partidarias asistimos a unas primarias rudimentarias de bloques. En el campo del nacionalismo popular ha comenzado el desplazamiento de Evo y Arce por Andrónico, quien puede representar la reunificación del MAS desde la base, a pesar de la élite. El joven líder cocalero ha aprovechado la aniquilación cruzada del expresidente y su exministro convertido en presidente, además de la ayuda ingenua de la oposición que le permitió mantenerse de presidente del Senado durante cinco años. Está por verse si sobrevivirá a la guerra interna de su partido y si podrá sobrellevar la dura herencia que le dejaran.
La oposición tradicional con el mensaje de unidad ha generado una expectativa positiva, pero el relato restringido a la unidad y al antimasismo no es suficiente, solo alcanza a su propio espectro dificultando su crecimiento. La declinación del expresidente Mesa, ha reducido la disputa por el liderazgo de este espacio a Tuto y Samuel. Tuto aventaja levemente a Samuel y representa de mejor manera los valores de sus electores, sin embargo, tiene mayor dificultad para crecer fuera de su marco. Por el contrario, Samuel puede tener mejores posibilidades de crecimiento fuera del campo de la resistencia democrática, pero le falta fuelle para arrancar. En todo caso, están condenados a entenderse, la desunión terminaría castigando a ambos y mermando ostensiblemente sus posibilidades.
Finalmente, los desencantados por ahora se identifican con Manfred y Chi, pero también tienen otras expresiones más disruptivas en Branko Marinkovic y María Galindo. El alcalde, probablemente, además de su liderazgo en Cochabamba, está canalizando el voto de los decepcionados del MAS, eso podría explicar su nivel de votación pese a que es un líder tradicional, aunque de corte nacional popular. Para tener mayor precisión sobre los votantes de Manfred y Chi es necesario escrudiñar a profundidad las encuestas, ya que con el recuerdo de voto es posible saber donde se origina la sorpresa. Este tercer espacio está condicionado de alguna manera al éxito o fracaso de los otros.
Estamos tan solo en la partida de una carrera que será intensa e incremental durante los próximos seis meses, con tres estaciones que terminaran de configurar la disputa por el poder: definir las reglas que garanticen la competición o la fragilicen, la definición de alianzas y candidatos y la campaña electoral propiamente dicha. Por ahora las únicas certezas son el agotamiento del proceso de cambio y el fin de ciclo del régimen de la polarización, dejando un escenario electoral totalmente abierto.