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Oveja Negra | 12/04/2024

Álvaro García, el hombre que calculaba (mal)

Eduardo Leaño
Eduardo Leaño

“El hombre que calculaba” es una ingeniosa y amena novela escrita por el brasileño Malba Tahan. Allí se narra las aventuras de Beremiz Samir, un hábil matemático conocido como El hombre que calculaba, y su amigo Hanak Tade Maia que, mientras viajan por el Medio Oriente, fueron resolviendo distintos problemas matemáticos y enfrentándose a diversos desafíos donde Beremiz Samir demuestra su habilidad matemática en situaciones cotidianas, ganando reconocimiento y admiración por sus asombrosas habilidades.

A diferencia de aquel genio de las matemáticas, el Beremiz boliviano se distinguió por su ineptitud para los cálculos aritméticos (fue el hazmerreír de la sociedad); y, por su incompetencia en los cálculos políticos (fue el hazmellorar de los masistas). En este contexto, el propósito de esta columna es destacar algunos pésimos cálculos políticos de Álvaro García desde el advenimiento del MAS al Gobierno (2006).

La contundente victoria por mayoría absoluta (53,7% de votos) en las elecciones de 2005 fue el combustible que impulsó para que el MAS se empeñara en sepultar “definitivamente” el Estado Republicano e instaurar en el país el Estado Plurinacional de Bolivia que, fundamentalmente, reconociera los derechos de los pueblos indígenas, promoviera la justicia social y redistribuyera los recursos naturales del país de manera más equitativa. Este desafío implicaba hacer efectivo el desarrollo de la Asamblea Constituyente que se encargue de redactar un nuevo texto constitucional. El parlamento, a la cabeza de Álvaro García, trabajo aceleradamente en este tema que, el 6 de marzo de 2006, el presidente Evo Morales promulgó la Ley especial de convocatoria a la Asamblea Constituyente.

Uno de los primeros malos cálculos políticos de García Linera puede advertirse en aquella convocatoria. Allí se establece aprobar el nuevo texto constitucional por dos tercios de votos de los miembros presentes de la Asamblea (Artículo 25º), pero contradictoriamente se define un sistema electoral donde el MAS no podría lograr 2/3 de representación (Artículo 14º). Sin percibir esta paradoja, Álvaro García imaginó no sólo un respaldo electoral superior a las elecciones de 2005, sino que esa mayor votación les permitiría conseguir más de los 2/3 necesarios para aprobar la nueva Carta Magna.

En las elecciones se eligieron 255 asambleístas, tres en cada una de las 70 circunscripciones (210), dos para el ganador y uno para la segunda fuerza electoral; y, también se eligieron cinco constituyentes en cada uno de los nueve departamentos (45), dos para el ganador, uno para la segunda, uno para la tercera y uno para la cuarta fuerza electoral. Ahora, suponiendo que el MAS hubiera logrado victorias electorales en aquellas 70 circunscripciones con el 80% y 90%, sólo habría conseguido 140 constituyentes; y, además, suponiendo que habría obtenido triunfos contundentes del 85% y 95% de votos en los nueve departamentos, habría conquistado sólo 18 asambleístas. La sumatoria de ambas categóricas victorias sólo le habría permitido acceder a 158 constituyentes que, sin duda, es una cifra distante de los 170 que son los 2/3. El absoluto desconocimiento de sistemas electorales no le permitía a García Linera comprender que obtener más o menos escaños no depende únicamente de la cantidad de votos, es fundamental en este ejercicio la aplicación de fórmulas electorales. En lugar de fórmulas mayoritarias, podía haber optado por alguna de las diversas fórmulas proporcionales que le garantice los requeridos 2/3.

El hecho de que el MAS no logró los 2/3 de constituyentes sino sólo mayoría absoluta (137 asambleístas, 53,72%), se convirtió en un enorme escollo debido a que, como dijimos anteriormente, la aprobación de la nueva Constitución Política del Estado debía efectuarse por 2/3. Este hecho implicó una serie de conflictos en el desarrollo de la Asamblea Constituyente, pero, sobre todo, en el momento de aprobar el documento constitucional. Aunque se aprobó de mala manera la Carta Magna, fue en el parlamento donde se realizaron una serie de enmiendas y concesiones, entre ellas, la sustitución de la reelección indefinida por la reelección por un solo periodo consecutivo. Quizá, para los masistas, este fue el segundo cálculo equivocado del exvicepresidente.

El siguiente cálculo desafortunado de García Linera se inspiró en su abrumadora victoria electoral (61,36% de votos) en las elecciones de 2014. Tomando como referencia este elevado apoyo ciudadano, el exvicepresidente se embarcó en llevar adelante un referéndum por iniciativa legislativa para modificar el Artículo 168º y contar con la reelección indefinida. El 21 de febrero de 2016 se llevó a cabo este referéndum con resultados adversos para el MAS. Sin duda, este fue otro de los pésimos cálculos políticos de García.

Después de aquella derrota electoral y en su obsesión por aferrarse al poder, en complicidad con el Tribunal Constitucional, se recurrió a la argucia jurídica (la reelección es un derecho humano) a fin de habilitarse para las elecciones de 2019. Este resultó ser el cuarto cálculo político desastroso de Álvaro García que desembocó en el fraude electoral, un conflicto de carácter nacional, la anulación de aquellas elecciones, la renuncia de los vocales y el exilio de Evo y Álvaro.

Probablemente, el origen de estos y otros desaciertos del exvicepresidente pueda atribuirse a un pequeño error en el diseño del sistema electoral para la elección de asambleístas constituyentes, o, como diría Ortega y Gasset, a un “mísero detalle técnico: el procedimiento electoral”, que destacamos al principio. Sin embargo, quizá sin proponérselo, el mérito de tales equivocaciones es que nos salvaron de la Dictadura perfecta.

Eduardo Leaño es sociólogo.



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