Era la década de los 70, la lucha libre, conocida como “cachascán” (del inglés catch-as-can), estaba en su apogeo, ya fuera en el Coliseo Cerrado o el Olimpic de San Pedro. Las peleas entre los “rudos” y los “técnicos” provocaban delirio, especialmente cuando figuras como el Perro Aguayo, Mr. Atlas, Ángel Azul o la Sombra Vengadora se desafiaban en un electrizante “máscara contra cabellera”.
En ese combate no había tregua. La máscara sagrada o el cabello profano podían perderse en un destello al concluir el combate.
En estos días, los bolivianos somos testigos de un enfrentamiento que parece desgarrar el tejido de la realidad, como un vendaval de emociones. Los “arcistas” luchan contra los “evistas”. En varias reuniones de los llamados movimientos sociales las sillas han volado por los aires y más de un militante del partido azul ha sido expulsado a golpes de los lugares de reunión.
La contienda ha alcanzado a los mandos medios, donde los pesos pluma y los pesos medianos se han enzarzado en un duelo sin cuartel. Las acusaciones giran sin piedad y las más oscuras atrocidades de la gestión se destapan como secretos ancestrales revelados.
Las denuncias de protección al narcotráfico llueven, ya sea para acusar al gobierno de Evo Morales por vínculos con el narcotráfico o señalar con el dedo índice al actual ministro de Gobierno, mientras los narcos observan desde las sombras, riendo como espectros burlones ante los mortales. Un narco millennial, Sebastián Marset, ha sido especialmente inclemente al tildarlos de burros.
La lucha por determinar quién de los dos posibles postulantes presidenciales será elegido candidato del MAS para el 2025 se ha convertido en una batalla enigmática.
Sin embargo, algunos que aún conservan la inocencia creen que podría haber dos candidaturas. En este oleaje, el oficialismo con sus alfiles pensantes ha invitado a especular lo bueno que sería para la oposición que existan dos candidaturas y así puedan dividir el voto duro del MAS calculado en un 30 al 35%, más un 10 al 15% adicional que también esperarían conquistar.
Lo patético de este espectáculo es que la oposición misma cree que la batalla se librará hasta el último aliento, como si fueran dos facciones de un antiguo linaje dividido, como el histórico MNR que se escindió en MNR y MNR-I, para luego sumirse en una larga colección de entidades, incluyendo “Histórico” y “Vanguardia”, entre otros. Al final, ambas facciones se unirán.
De pesos pluma, la confrontación ha ascendido a los pesos pesados. Evo Morales ha esgrimido la espada del fracaso económico contra Luis Arce. Y no es para menos pues hace unas semanas, el “cajero”, como Evo llama ahora al presidente, admitió que en el terreno de los hidrocarburos se ha tocado fondo, desvelando así el rotundo fracaso de la nacionalización. Unos días después matizó sus palabras, afirmando que en un par de años se restauraría la producción hidrocarburífera, algo que los expertos en el área saben que es una falacia que solo puede ser creída por los más devotos.
Arce ha respondido negándose a participar del Congreso en Lauca Ñ, aludiendo a violaciones al estatuto del partido y sugiriendo que habrá presencia de elementos espurios entre los convocados, así como ausencia de los auténticos masistas.
No sería sorprendente si, en un giro dramático, los enfrentamientos se tornan aún más feroces, con heridas y sangre, como si la misma tierra absorbiera los secretos de este conflicto encarnizado.
Por otra parte, es improbable que la pugna conduzca a un examen legal de la candidatura de Morales en el TCP pues, aunque los abogados del Chapare aseguran que Evo tiene el derecho de postularse nuevamente, en silencio saben que eso no es cierto.
Mientras tanto, la otra mitad del país se encuentra en estado de asombro, incapaz de recuperarse de la magia volátil que ha sido la política económica y social del MAS, que solo ha empobrecido más a la gente y está dejando una nación casi en ruinas.
Al final, en este montaje político ocurrirá como en el Olímpic Ring o el Coliseo Cerrado, ni los rudos ni los técnicos, expertos en el combate con tongo, revelarán sus verdaderos rostros ni cortarán sus cabelleras. La máscara de la ilusión seguirá ocultando la realidad detrás del telón de este espectáculo.