Hace poco recibí tu mensaje en Facebook, “Lucio”. Te nombro así por tu deseo de anonimato, bautizándote en alusión a la luz que irradias, ampliada cuando sonríes.
Te tengo presente desde aquella mañana cuando te conocí en la clase y supe de tu talento, responsabilidad y sacrificio. Ya entonces salías corriendo para ir a trabajar por cuenta propia y costear tus estudios superiores.
Después de ponerme al tanto de tus circunstancias actuales y sus antecedentes, me honras con tu confianza al decirme que haga escuchar tu palabra. Te retribuyo compartiendo tu carta con quienes me favorecen con su atención al leerme. Lo hago suscribiendo tu reclamo y tu denuncia:
“Hola, buen día, aunque ahora en Bolivia ya no hay buenos días, sino todo lo contrario. Licen Gisela, agradezco a Dios por haberla conocido. Me hubiera encantado escribirle una carta para que usted pueda leer todo mi sentir desde mi puño y letra. Dadas las circunstancias, me toca enviarle este mensaje por este medio.
“La verdad, no sé por dónde empezar, pero sé que nadie mejor que usted me va a entender.
“Usted me conoció en la universidad cuando era un jovencito lleno de sueños, de alegría y con unas ganas de comerme el mundo. Era feliz, orgulloso de mi país. Amo a mi país, lugar donde crecí; no voy a negar que pasé cosas muy duras en esta vida, pero nada se compara con el ahora.
“Estoy destrozado, lejos de mi familia, lejos de donde soy. No quisiera culpar a nadie, porque soy una persona adulta y me hago responsable de mis actos, pero tampoco vamos a negar la situación política de Bolivia, el contexto.
“Tengo una madre con discapacidad, tres hermanos de quienes me tocó hacerme cargo, y en estos últimos años la luché mucho. Era increíble, me sentía como en una cárcel, porque no podía hacer nada, porque estaba en un lugar donde mi preparación universitaria no valía nada. Me vi con dos títulos en la mano, logrados con tanto esfuerzo, pero sin validez alguna al no poder ejercer ninguno, porque no hay oportunidades de trabajo, y las que hay, dependen de que seas parte de ellos.
“Cada vez más impotente, más inútil, por toda la burocracia del bendito poder del MAS. Sentía que estaba amarrado de pies y de manos, y sobre todo, callando mi VOZ que quería gritar a todo pulmón ‘¡basta, por favor!’. Como la mía, miles de voces jóvenes: amigos, familiares, conocidos, y todos callados, muteados por este grupo inservible, parasitario que no sirve para nada. Haciendo gala de un nivel de coeficiente tan bajo que solo dan vergüenza. Sin coherencia en el discurso, demuestran que ni siquiera saben lo que están haciendo. Que lo único que hacen es mentirnos en la cara porque nos consideran tontos, muy tontos.
“No sé ni cómo llamarlos, de lo único que estoy seguro es de que no quieren ni un poquito a mi hermoso país, y solo les importa saquearlo como lo saquearon y lo saquean. Ellos, los que se hacen llamar el MAS el gran “Movimiento Al Socialismo”.
“¡Qué desgracia!, eso fue que lleguen al poder. Es lo peor que le pudo pasar a Bolivia, lo peor de lo peor.
“En los últimos cuatro años me ha tocado ver emigrar a muchos amigos y conocidos a otros países, en busca de ese gran sueño que nos quitaron en el nuestro. Vi cómo preparaban sus maletas con dos o tres trapos, con los ojos llenos de lágrimas, cansados del gobierno y con un dolor en el alma inexplicable. Y me dije: “espero nunca sentirme así”. Sólo me quedaba darles un abrazo, juntar para ellos unas monedas entre todos los amigos y despedirlos.
“Pensé que yo era fuerte, que quizás aguantaba un poco más. Pero no, licen, no pude y no aguanté. Me solté de rodillas llorando como un niño, y con una mochilita tuve que salir corriendo y emigrar a Argentina.
“No soy el único, miles de jóvenes estamos en la misma situación.
“Y bueno, no le escribo para quejarme ni nada, pero sé que usted puede y tiene la capacidad y los medios para hacer escuchar todo esto que está pasando. Y así quizás puedan entender y darse cuenta de todo lo mal que hacen.
“Licen, usted va a saber qué hacer con este mensaje, pero no ponga mi nombre, ponga el nombre de todos los jóvenes. Sin más nada que decir, y con un nudo en la garganta y un saludo a la distancia, me despido y espero que esté guapita y sanita.”
Querido Lucio, has expresado a tantos bolivianos, jóvenes como tú y viejos como yo. Has diagnosticado con la sabiduría de quien habla por experiencia las sombras envolviendo al país, igual que a Cuba y Venezuela, culpa de los que medran del sudor ajeno a nombre de los “pobres”, de los “humildes”. Has puesto también el dedo en la llaga de las universidades, ensimismadas en simulaciones, confundiendo cantidad con calidad y forma con fondo. Sin horizonte, ellas y sus graduados. Tirando la plata ajena las públicas en congresos “aca-de-m”, pretexto de farra y desenfreno.
Recojo tu angustia. Comprometo seguir la lucha para recuperar el país. Por nosotros y por los que vienen detrás. Por el abrazo que nos debemos con los que se fueron.
Hasta tu vuelta.
Gisela Derpic es abogada.