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Filia Dei | 03/01/2020

A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron

Cecilia González Paredes
Cecilia González Paredes

Durante el Adviento y estos días de Navidad he estado leyendo las reflexiones de San Alfonso María de Ligorio (Meditaciones para Adviento-Navidad Encarnación, Nacimiento e Infancia de Jesucristo) obispo, músico, poeta y doctor de la Iglesia Católica. El versículo 11 del primer capítulo del Evangelio según San Juan indica que Jesús vino a este mundo que es suyo y sin embargo los suyos (judíos) no le recibieron. El Mesías no venía en una revolución armada a liberarlos de sus “opresores”.

Vino en medio de la noche fría, nació en un establo, fue acostado sobre una camita rústica de paja e incluso aceptó ser prisionero durante los nueve meses que habitó en el vientre de su Santa Madre María. No fue eso suficiente, se dejó envolver en pañales y hasta ser alimentado con poca leche. Para un pueblo que esperaba una suerte de héroe libertario, definitivamente esta venida del Hijo de Dios habrá pasado de lo más inadvertida.

San Francisco al meditar el nacimiento de Jesús, no cesaba de gemir y lamentarse. Cuando fue preguntado del porqué de su angustia el santo respondió: “¿Y cómo queréis que yo no gima, cuando veo que el amor no es amado? Veo a un Dios casi fuera de sí por amor del hombre y al hombre tan ingrato a este Dios”.

Algo que nunca había meditado es el  hecho de que Jesús inició y aceptó el sufrimiento por nosotros, desde el momento de su encarnación. Ya preso por amor en el vientre de María, vio la cruel correspondencia que recibiría de parte nuestra. Entre muchos, que incluso se llaman cristianos, no es ni amado, ni conocido, ni esperado como si no les hubiese hecho bien alguno.

¿Cuántos pasaron más este Adviento y Navidad pendientes de los regalos que iban a comprar, o de las comidas o el viaje? Pocos son los que ponen de lado estos afanes y dan importancia a la verdadera razón de la Navidad, que es Dios con nosotros.

Hace tanta falta que Jesús nazca en tantos corazones. Simplemente basta recordar los dos últimos meses del año que concluyó. En los conflictos sociales que pasamos, la falta de caridad estuvo presente en ambos lados del enfrentamiento. Muchos insultos, amenazas y acciones violentas sucedieron aquellos días.

Vamos recuperando poco a poco la calma y la violencia entre nosotros no cesa. Hace pocos días causaba malestar en muchos el ad hominem que lanzaba una activista en su columna a la presidente. La ironía es que tales palabras y “protestas” que realiza, más reflejan un grave problema que parece remontarse a su infancia y vida familiar.

Podemos seguir enunciando una serie de actos que acontecen a diario y son causa de infinito dolor en Nuestro Señor Jesucristo. Solo basta contemplar tanta mezquindad y envidia que acontece a nuestro alrededor para comprender que realmente era necesario un Sacrificio sin mancha, pues nuestros pecados son muchos y varios bastante groseros.

¿Y qué es lo único que este pequeño niño, que dejó lo infinito para volverse nuestro alimento y salvación, busca de nosotros? Que lo acojamos en nuestra vida.

Parece simple y fácil. Renunciar a nuestros caprichos, a nuestro apego por lo material e incluso a esa idea descabellada que a veces tenemos de pensar que nuestros padres, hermanos, hijos y amigos “nos pertenecen”, no es sencillo. Corresponder al que ES bondad infinita y que dio Su vida para perdonarme, implica dejar de pensar que yo sola soy autosuficiente para salvarme, confiar plenamente en Dios y dejar de creerme que por mis habilidades profesionales o talentos lograré salir adelante.

Ideas loquísimas en una sociedad que cada vez se hunde más en el relativismo y tantas ideologías que dejan en ridículo incluso al paganismo. Lo cierto es que muchos critican y ridiculizan lo que no conocen. De manera fácil, piensan que creer y vivir como un verdadero cristiano católico es sinónimo de ignorancia. Si supieran lo que uno debe prepararse a diario para ser verdadero apóstol de Jesús.

Doy gracias a Dios por el año que culminó y por cada día que me ha regalado. Pido a diario que más corazones en esta Bolivia compleja, se conviertan genuinamente al Sagrado Corazón de Jesús y que en vez de sucumbir a tanto capricho y ambición personal, podamos levantarnos con el corazón inflamado del amor infinito de Dios. ¡Feliz Navidad! Y que Dios reine en sus hogares el 2020.

Cecilia González Paredes M.Sc.

Especialista en Agrobiotecnología



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