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Políticamente in-correcto | 22/08/2025

Llegó la hora de las autonomías

Franklin Pareja
Franklin Pareja

El régimen de autonomías mal entendido (quizás deliberadamente) como un proyecto separatista fue un anhelo histórico propio más de una reacción que de una iniciativa. La concentración del poder cimentado en las estructuras del monopolio minero, financiero y terrateniente del siglo pasado derivaron en un literal abandono del país de todo lo que estuviera fuera de la órbita del mundo occidental principalmente andino.

Es conocido que las prácticas de servidumbre coloniales, denominadas “pongueaje”, se practicaron con algunas diferencias en el oriente y occidente boliviano, pero cuando se habla de terratenientes y separatistas desde el mundo andino, se pone los ojos solo en el oriente boliviano (principalmente cruceño), como si esa fuera una realidad incuestionable.

Hasta mediados del siglo pasado las formas de explotación en las minas eran análogas a la esclavitud. La “mita” no se extinguió con la fundación de la república, pero pensar que el oriente es la tierra de los “no” bolivianos es un acto de colosal desprecio a la realidad y un execrable acto de odio y rechazo a la historia nacional.

¿Porque doy este contexto? Simple, porque a todas las luchas autonómicas (no me refiero a la guerra federal) que se generaron mayormente desde tierras bajas se las estigmatiza como movimientos o intentos de escisión o separación de la nación boliviana, algo no solamente falso, sino injusto. 

Desde nuestro nacimiento como república (1825), la ausencia estructural de Estado en la mayor parte de nuestro inmenso territorio (aún no resuelto, aunque suene una grosería) conllevó la emergencia de facto de formas de organización social capaces de suplir esta realidad.

Por eso, las luchas autonómicas del siglo XX fueron un anhelo casi desesperado que, finalmente, se cristalizaron en el siglo XXI. Sin abundar en detalles, porque se podría escribir al menos 10 tomos de 1000 páginas al respecto, el evento que marcó el inicio del proceso autonómico en Bolivia fue el referéndum realizado el 2 de julio de 2006, cuando las regiones de Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando votaron a favor de la autonomía departamental.

Este hito político generó una dinámica nacional que culminaría con la incorporación del régimen de autonomías a la nueva Constitución Política del Estado promulgada en 2009.

Transcurridos 16 años de ese hito fundamental, es inefable, Bolivia no avanzó casi nada en términos reales. En esencia las autonomías no existen. Literalmente somos un Estado hiperpresidencialista e hipercentralista. Quizás, usted dirá, pero si se eligen autoridades de los gobiernos subnacionales por voto directo, se instauraron asambleas legislativas y consejos municipales, se cuenta con una estructura normativa devenida en ley, y un interminable etcétera para justificar que sí somos un Estado autonómico.

Si así fuera, ¿Por qué entonces ahora, en vez de luchas autonómicas, se están incubando ideas federales? Paradójicamente, el federalismo es otra forma de Estado autonómico; sin embargo, da la sensación de que ahora se piensa en federalismo porque el régimen de autonomías es insuficiente.

Nada más alejado de la realidad. Lo que sucedió y sucede es que un proyecto político totalitario sofocó al máximo el vigor autonómico. Nunca desconcentró el poder, no se descentralizó la platita, pero si se tuteló y tutela la vida administrativa, económica, social y económica de las regiones. Un funcionario de quinto nivel de un ministerio tiene más poder que una autoridad electa en su región. Un total despropósito.

Por eso, el nuevo gobierno tiene un gran desafío: desconcentrar el poder e impulsar el pacto fiscal que está en la congeladora hace más de una década. Con eso se logrará dar un paso fundamental: romper el perverso presidencialismo, salir del abyecto centralismo y promover el desarrollo efectivo de las regiones, que no solamente empezarán a transitar con autodeterminación, sino que asumirán responsabilidades y poder, dando paso a la emergencia de liderazgos regionales con proyección nacional, pero sobre todo, desarrollo integral real dejando de ser satélites cuasi esclavizados del centralismo.

Franklin Pareja es politólogo.



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