Brújula Digital|31|03|25|
Luis Garay
Recientemente leí en la sección política de Brújula Digital un artículo de Luis Alberto Quiroga (“Encuestas electorales y el arte de la manipulación”). La nota me sorprendió en diversos aspectos. El texto en cuestión se enfoca en la supuesta manipulación que ejercen en la opinión pública prácticamente todas las encuestadoras activas en Bolivia durante los últimos años, exceptuando, por supuesto, la del autor del artículo.
En la nota abundan las contradicciones y convenientes omisiones, pero lo más llamativo resulta la sobredimensión de los errores muestrales de las encuestadoras aludidas, llegando a mencionar márgenes de error improbables de entre 13% y 64%. Adicional a esto se acusa sin argumentos sólidos a las encuestas patrocinadas por Marcelo Claure, basándose en observaciones anecdóticas y no en evidencia estadística para luego coronar descalificando, también sin argumentos concretos, la metodología para elegir el candidato del bloque de unidad, comparándola erróneamente con “visitar a tres médicos” (dado que se realizarán tres encuestas).
El artículo comienza haciendo referencia a un estudio que la empresa dirigida por Quiroga realizó en Bolivia durante estos procesos electorales (1993, 1997, 2002, 2005, 2014 y 2019), mediante dos tipos de investigación: la primera de tipo panel (un mismo grupo de personas que participan en una investigación en diferentes momentos del tiempo) y la segunda, un estudio de “patrones de comportamiento” en boca de urna.
Sin duda, debe ser un estudio no solo interesante sino también sumamente útil. Además de concluir que en Bolivia las encuestas han influido en apenas un 3,2% en la intención del voto, el resumen de una investigación de este tipo, recopilada desde 1993 (32 años), es algo que seguramente la mayoría de los lectores apreciaría revisar en detalle.
A continuación, nos toca analizar las descalificaciones que Quiroga lanza contra todas las encuestadoras (nuevamente, queda fuera del conjunto su propia empresa). Las califica de irresponsables, manipuladoras, carentes de rigurosidad y faltas de consistencia y robustez. Para sustentar estas acusaciones, se dimensionan los errores y variaciones en los que supuestamente han incurrido todas ellas en los últimos procesos electorales.
Es importante aclarar algunos conceptos fundamentales:
1.- Error no muestral: Este tipo de error no está relacionado con cuántas personas entrevistamos, sino con cómo hacemos la encuesta. Por ejemplo, puede ocurrir si las preguntas no están bien formuladas, si los encuestadores cometen errores al anotar las respuestas o si los entrevistados no son completamente honestos. Es difícil medir con exactitud porque depende de muchos factores diferentes en cada encuesta.
2.- Cálculo del error total: Sumar diferentes tipos de errores y aplicarlos directamente a los resultados de un candidato no es una práctica correcta. Cada tipo de error afecta de manera distinta y no se pueden simplemente sumar y restar como si fueran números simples. Hacerlo así puede llevar a conclusiones equivocadas sobre los resultados de la encuesta.
3.- Márgenes de error muy altos: Cuando alguien habla de márgenes de error del 13% al 64%, esto es extremadamente inusual en encuestas bien hechas. Normalmente, las encuestas buscan tener márgenes de error mucho más bajos, generalmente por debajo del 5%. Si alguien menciona márgenes tan altos, es importante pedir más explicaciones porque podrían indicar problemas serios con la encuesta o su interpretación.
Estos conceptos son importantes porque nos ayudan a entender qué tan confiables son los resultados de una encuesta y cómo debemos interpretarlos. Una buena encuesta trata de minimizar estos errores para dar una imagen más precisa de la opinión pública. En esa dirección, me queda la (seria) duda de cómo la empresa de Quiroga registra un error promedio histórico de 1,77%. Aportaría a la nota confirmar la forma en la que se calcula esa cifra: si es producto de errores cercanos al cero (que darían cuenta de que se hicieron las cosas extremadamente bien), o que simplemente no ha participado.
En cuanto a la verificación de cinco poblaciones al azar, en las que supuestamente no se vio a los encuestadores de Claure, es importante considerar cómo funcionan las encuestas y el muestreo estadístico en la práctica.
Analicemos los números: El Padrón Electoral en Bolivia registra más de siete millones de ciudadanos inscritos y habilitados para votar. Una muestra representativa con un margen de error inferior al 3% suele incluir alrededor de 1.500 casos. Esto implica que la probabilidad de que una persona específica sea seleccionada para participar en una encuesta es aproximadamente del 0,02%.
Para ilustrar esto, imaginemos seleccionar a una persona específica en un estadio para 3.667 individuos. Uno solo de ellos ha sido encuestado. La probabilidad de encontrar, usando una verificación aleatoria, a quien fue encuestado, es muy baja.
Argumentos como “a mí nunca me han encuestado” o “no encontré a nadie que haya sido encuestado” no reflejan la realidad estadística de cómo se realizan las encuestas de opinión pública.
Respecto al procedimiento de selección del candidato de la alianza utilizando tres encuestadoras, es importante aclarar las diferencias con la analogía de Quiroga de “visitar a tres médicos”. El proceso implica que tres empresas independientes realicen encuestas representativas a nivel nacional.
Es normal y esperado que las tres empresas obtengan resultados ligeramente diferentes, dado que cada una selecciona su propia muestra. El acuerdo de que el candidato que obtenga el primer lugar en al menos ocho de las 15 preguntas representará a la oposición es un método para consolidar estos resultados, en base a los criterios definidos por los integrantes de la alianza, no de las encuestadoras.
Aunque se puede debatir si este es el método óptimo para seleccionar un candidato, la comparación con “visitar a tres médicos” no refleja adecuadamente el proceso estadístico y el propósito de utilizar múltiples encuestadoras.
En conclusión, es crucial que tanto los analistas como el público en general comprendan los principios básicos de la estadística y el muestreo para interpretar y discutir adecuadamente los resultados de las encuestas electorales. Las encuestas son herramientas muy útiles cuando están bien trabajadas y respaldadas por la trayectoria y credibilidad de las empresas que las realizan.
Sin embargo, debemos estar atentos a los manipuladores de turno que responden a otros intereses y que pueden distorsionar la realidad para beneficio propio o de terceros. Las discusiones sobre las metodologías de encuesta deben basarse en argumentos técnicos y en una comprensión clara de los procesos involucrados, más allá de percepciones personales o comparaciones que puedan no ser aplicables al contexto estadístico.
Luis Garay es investigador de mercados, trabaja en IPSOS.