Estados Unidos
ha planteado su política para fomentar la biotecnología y establecer el modelo
de la bioeconomía para continuar su desarrollo.
Muy a pesar de los ofendidos y las críticas, Estados Unidos dio muchas más muestras de que invertirá y apoyará el desarrollo de la biotecnología sin importar el político de turno que esté al mando. El 2019, durante el gobierno de D. Trump, se procedió a simplificar la normativa del área de la agrobiotecnología, con miras de mantener la seguridad alimentaria frente a los desafíos constantes que implica producir alimentos.
Entre otras medidas, emitió una orden que presionaba a los socios comerciales internacionales, incluida China, para que eliminen las barreras en la industria biotecnológica, que crea productos como plaguicidas y plantas genéticamente modificadas (OGM) para resistir plagas y otras variables abióticas.
Bajo la gestión de J. Biden, el curso a impulsar esta área no ha variado y en septiembre del 2022, firmó una Orden Ejecutiva para impulsar la biotecnología. Esta es importante para las entidades reguladas en este espacio porque puede dar como resultado que el marco normativo existente se pueda simplificar y, por lo tanto, facilitar el camino al mercado para una gama de productos innovadores que utilizan biología sintética o edición del genoma.
El marco regulatorio para el uso de biotecnología data de 1986, por lo que las agencias involucradas en esta normativa como son la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), la Agencia de Protección Ambiental (EPA) y el Departamento de Agricultura (USDA)- podrían simplificar sus requerimientos y procesos. Con esta Orden Ejecutiva, se debe entender que Estados Unidos busca nuevamente liderar el desarrollo biotecnológico y así evitar depender de competidores que puedan afectar aspectos como, por ejemplo, el normal funcionamiento de su cadena de suministros.
China no solo está dando los permisos para importar semillas OGM de distintos cultivos, luego de exhaustivas revisiones. Este país se ha mostrado favorable al uso de herramientas de edición genética, siendo el segundo país en el mundo, con mayores publicaciones científicas sobre el uso de CRISPR (tijeras genéticas) en distintos procesos. Esta alza en el número de publicaciones, refleja la apertura del país para atraer inversiones nacionales como extranjeras.
Y es que la biotecnología ofrece soluciones a temas tan urgentes como los que se dan en temas de salud y producción de energías limpias. La Orden Ejecutiva que emitió Biden, busca hacer crecer la bioeconomía con una nueva política industrial. Este modelo de bioeconomía es un enfoque de todo el gobierno para promover la biotecnología y la biofabricación hacia soluciones innovadoras en salud, cambio climático, energía, seguridad alimentaria, agricultura, resiliencia de la cadena de suministro y, seguridad nacional y económica.
A pesar de ello, algunos expertos en la temática consideran que es probable, que la orden ejecutiva sea contraproducente con sus muchos requisitos burocráticos, iniciativas y proyectos de trabajo repetitivos. Aparentemente, el nuevo enfoque ignora el último medio siglo de experiencia con la biotecnología, específicamente, los muchos análisis rigurosos de los riesgos y beneficios de su investigación y productos.
Esta amenaza de auto boicot, me hace recordar el caso boliviano. No avanzamos en generar una política país para el desarrollo científico de la biotecnología a favor nuestro, por miedos sin sustento y una normativa incompleta. Al parecer, nos tomará más de un siglo poder llegar a un nivel competitivo en desarrollar nuestra propia biotecnología.
Cecilia González Paredes M.Sc.
Especialista en Agrobiotecnología