¿Cómo metes cuatro elefantes en una
peta?, pregunta una vieja adivinanza, cuya respuesta sencilla es: dos adelante
y dos atrás. Además de graciosa, esta encierra una importante lección para
quien hace planes: una secuencia de pasos, por detallados que sean, no bastan
para hacer lo inalcanzable posible.
Para ilustrarlo, desdoblemos la operación en una serie de pasos. La ejecución seguirá un Plan Inteligente de Manejo de Elefantes (PIME), cuya dirección estará a cargo de un comité de paquidermólogos de reconocida trayectoria (CPRT) seleccionados por un super comité compuesto por los exdirectores del zoológico.
El CPRT diseñará un proceso para seleccionar 10 elefantes pequeños. Se elegirán los cuatro elefantes requeridos mediante una encuesta a los visitantes del zoológico (EVZ) y se meterá primero el que haya obtenido el mayor puntaje, etc.
Como puede ver el lector, los pasos y acrónimos son irrelevantes, dada la imposibilidad fundamental del objetivo. Yo también quiero que se vaya este MAS (y para siempre), pero las propuestas de Amparo Ballivián (Brújula Digital, 26|02|04), Ronald MacLean (BD, 23|04|24|), Wálter Guevara (BD, 23|04|24) y otros para derrotar al MAS –distintas en detalle, pero todas por un candidato único– parten de supuestos cuestionables: a) que hay en el país un candidato que pueda ganar en la primera vuelta; y b) que la oposición al MAS es suficientemente homogénea ideológicamente como para fusionarse bajo un solo candidato y un programa coherente.
Las fórmulas que ellos proponen, llenas de comités y acrónimos, además de partir de estos supuestos cuestionables, pecan de defectos que paso a señalar. No lo hago en ánimo de aguarles el bailongo, sino en la esperanza de que su ímpetu patriótico sea mejor aprovechado.
Proponen ellos que el proceso de selección del candidato único y de elaboración de la propuesta programática de consenso estén a cargo de un comité. Guevara plantea: “PLUNIPO designará un grupo de profesionales intachables e imparciales para conducir los detalles técnicos del proceso”.
Hay muchas personas probas y capaces dispersas por todo el país. El problema es justamente ese: habiendo tantos, ¿cómo elegir? El riesgo obvio es que ese comité sea endogámicamente conformado con las personas que ellos conocen. Aquí un primer rasgo elitista.
Para evitar el contubernio entre precandidatos, proponen encuestas. Guevara sugiere tres y que “La segunda encuesta y la encuesta final se basarán en muestras conformadas por los encuestados que respondan a una lista de preguntas que pruebe que escucharon el debate respectivo”. ¿Y una que pruebe que lo entendieron? Encuestas nacionales cuestan plata. ¿O serán grupos focales en Calacoto y Equipetrol?
MacLean rompe esquemas con una “candidatura construida al revés”, que “partiría de una propuesta técnica de consenso, PPP, que sería armonizada por profesionales de alto nivel y pondría a competir al mejor talento político (…) para su implementación”. Si entiendo bien, a esta propuesta técnica deberán adherirse los aspirantes de los cuales saldrá el candidato único a través de una “Primaria abierta de oposición”, PAO. ¿En la que todos compiten con el mismo programa?
No queda claro quién elegiría ese grupo de profesionales, pero hay otro problema: no hay programas óptimos, ni siquiera dentro de la derecha. Ballivián ha admitido ser de “centro izquierda en lo social” (entrevista con Carlos Valverde); lo que es anatema para Antonio Saravia. Por brillantes que sean los técnicos, no podrían reconciliar diferencias como estas en un solo programa.
Otro elemento de sus planes son los debates. Si se quiere difundir ideas, más útil y democrático que un circo de debates sería ofrecer tiempo de aire para que todos los candidatos expongan sus programas. Sí, todos, incluso los del MAS y los de los partidos comunista, socialista y anarquista (si los hay). No se preocupen; el MAS no aceptará la invitación –nunca lo ha hecho–, pero la apertura es importante. Muestren que son capaces de ver el país en clave de futuro: una Bolivia de todos.
Es notable la intolerancia del disenso que expresan Ballivián: “Yo le(s) pido a todos los electores no masistas que no apoyen a ningún precandidato opositor que no esté dispuesto a (…) acordar un método de selección del candidato único” y Guevara: “Los precandidatos reacios a aceptar este acuerdo (…) pasarán a la historia salpicados de vergüenza”.
¡Con cuánta arrogancia descalifican al segmento opositor que no quiera mezclar sangre roja con azul! ¿Se hubiera querido sumar a este grupo un Carlos Palenque? Oponerse el MAS es solo una posición de rechazo; no determina una ideología ni un programa de Gobierno.
Adicionalmente, las propuestas se basan en el supuesto de que un candidato único llevará al Parlamento una mayor representación que la suma de los candidatos por separado. Pero el efecto rechazo que pesa sobre todos –amados en un lugar y detestados en otro– podría hacer que la suma de los votos en separado sea mayor que la de uno solo. Esto no prueba que la representación parlamentaria consolidada lo sea, pues la composición no es fácil de proyectar.
Con todo, la probabilidad de llegar a una fuerte representación opositora en el Parlamento podría ser mayor si se capitalizan las fortalezas de cada candidato en sus bases. Un 34% sumado es menos de lo que aspiran, pero es más realista y muy importante. “La unión hace la fuerza” está bien para los que se sienten débiles solos, pero la aritmética podría aconsejar otro camino. Si se llega a más, mejor; y a la segunda vuelta, mejor todavía. En última instancia, el factor decisivo será el apoyo duro que todavía tenga el MAS-unido o dividido- después de su debacle.
La tolerancia es un elemento esencial de la democracia y, con ella, la valoración del otro. Quizá por esto mi rechazo visceral a las fórmulas, candidaturas y verdades únicas. Pero estas cuestiones no se decidirán en el terreno de la lógica o de la intuición, sino de la cruda realidad. Corren apuestas.
@brjula.digital.bo