Causó sensación en el mundo entero que un “indio” ganara las elecciones con un 54,4% en Bolivia en el año 2005, venciendo a insignes candidatos representantes de la clase dominante. Algunos autores nacionales y extranjeros escribieron artículos y libros contando las diferentes etapas de la historia de este líder, quien además con sus 14 años de gobernante fue la persona en la historia de Bolivia que más tiempo ejercería el poder. Pero ese caudal bibliográfico es aún insuficiente para entender cómo es que alguien que vivía en un chaco perdido del Chapare haya podido ganar las elecciones y abrir un nuevo ciclo para la historia.
Este artículo busca responder a esa interrogante planteando algunas hipótesis, sin tratar de ensalzar o vilipendiar a nadie.
Desde 1952 hasta fines de siglo, la política y la economía en Bolivia giraba, esencialmente, en torno a dos sectores: la burguesía creada por la Revolución Nacional y la Central Obrera Boliviana (COB), con su importante núcleo la Federación de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB). Los gobiernos buscaban el apoyo de ambos sectores quienes eran consultados antes de tomar decisiones importantes.
Acorde con el pensamiento económico en boga en las décadas del 40 y 50, fuertemente influenciada por los estudios de la CEPAL, el Gobierno del MNR de los años 50 se dio a la tarea de reemplazar la oligarquía vigente hasta entonces por lo que llamó la “burguesía nacional” que se suponía que sería patriótica, dinámica y capaz de impulsar la industria y el comercio incipientes. Para ello, lanzó múltiples medidas de apoyo y protección económica, ofreciéndoles créditos baratos a través del Banco Central y del Banco del Estado, prohibiciones de importar algunos productos o poniéndoles altos aranceles, condonación de impuestos y multas, dólares baratos, facilidades de importación de maquinarias, equipos e insumos y otras más. El resultado de este esfuerzo fue básicamente la aparición de una burguesía rentista y parasitaria cuyos ingresos provenían de los beneficios que el Estado le ofrecía y, por supuesto, de sostener la estructura de poder.
Por el lado obrero, la FSTMB tenía mucha importancia por el rol de los minerales en la economía boliviana, el buen nivel cultural e intelectual de los dirigentes mineros y la capacidad del sector de paralizar al país cuando no obtenía una respuesta positiva a sus demandas.
En el contexto de este juego de poder, cuatro hechos se destacan: la ausencia de la población rural en la toma de las decisiones nacionales a pesar de significar el 60-70% de la población, el importante avance de la escolarización, la ley de participación popular que fortaleció a los movimientos campesinos en el área rural y el lento pero firme desarrollo de la agroindustria en Santa Cruz.
Sorprendentemente, un insigne representante de la burguesía creada por el MNR, Gonzalo Sánchez de Lozada, se dio a la tarea de desmontar el Estado protector creado desde los años cincuenta. Lanzó el DS 21060 y otras medidas suprimiendo las protecciones arancelarias y las prohibiciones, adoptó un arancel único, uniformizó los impuestos, suprimió los créditos del Banco Central, cerró los bancos públicos que ofrecían créditos baratos al sector privado, estableció un régimen cambiario único, tasas de interés uniformes para todos los sectores, etc.
La burguesía nacional aplaudió esas medidas sin darse cuenta de que mermaba seriamente sus beneficios. A finales de siglo y a comienzos del nuevo, la antigua burguesía dejó de ocupar el sitial de privilegio económico y político que tuvo antes. Su declive era evidente: sus fábricas se fueron cerrando poco a poco, algunos las trasladaron a los países vecinos y el comercio cayó en manos de los informales.
La política implantada por Sánchez de Lozada también provocó el declive del movimiento obrero pues al cerrar las minas, la FSTMB perdió su poder. Parte de los trabajadores mineros se fueron al Chapare, donde fortalecieron el movimiento campesino en ciernes, y otra migró hacia los centros urbanos, engrosando los sectores laborales informales.
Los partidos políticos subsidiarios de la burguesía entraron en declive al igual que los que actuaban en torno a la COB.
De esta manera, comienza el nuevo siglo con el declive de los dos sectores en torno a los cuales giraba la vida política y económica de Bolivia: la burguesía nacional y el movimiento obrero. Ese vacío permitió a los trabajadores del área rural, acompañados por los mineros migrantes, asumir posiciones que hasta entonces les eran inaccesibles. En este movimiento, contó con el apoyo entusiasta de importantes sectores de la clase media, en especial, de los intelectuales hastiados de los abusos cometidos por la burguesía parasitaria y por la capitalización de las empresas públicas dictada por Sánchez de Lozada.
El declive de la burguesía nacional fue acompañado por la pérdida de su espacio comercial en favor del comercio informal afincado en los barrios marginales de las principales urbes. Estos se adueñaron de importantes sectores económicos como los de la confección, de los electrodomésticos y del transporte. Poco a poco, invadieron los colegios y universidades privadas y lugares de esparcimiento reservadas para las élites. Santa Cruz, empujada por la agroindustria, y la media luna registraban otro tipo de evolución que chocaría con la del Occidente.
El poder político fue acaparado por representantes de los trabajadores rurales liderados por Evo Morales, y de los trabajadores informales, entre éstos, de los comerciantes y los mineros cooperativistas. Fue el inicio de una nueva etapa en la historia de Bolivia donde mucha gente adquiría derechos de ciudadanía y donde los gobernantes iniciaban su aprendizaje en las tareas de Gobierno con éxitos y fracasos.