Son las rarezas de un sistema político y legal que, por más gobiernos que lleguen, caigan y pasen, se las ingenia para imponer combinaciones sin sintonía entre el lenguaje y la lógica ordinaria hasta en lo más elemental, que es el nombre y el ideario escrito de los partidos. Y esto porque, al final, no interesan.
Hasta donde mis empíricos sondeos sociológicos llegan, en el lenguaje de la calle un maoísta no es liberal (salvo en China, pero sin votar) y un peronista es quien, por su talento para jugar a la derecha y a la izquierda, decidió de inicio, por previsión y franqueza, no integrar ninguna de las variantes del partido comunista.
Ambos, MAS y FRI, son partidos rescatados por sus actuales candidatos con una diferencia de más de 20 años entre sí, independientemente de que la legislación no era la misma -lo que por lo visto importa poco aquí-, pero por acuerdos similarmente inescrutables para la opinión pública.
Esas siglas, MAS y FRI, permiten ahora candidatear a Evo Morales y a Carlos Mesa. De lo contrario, ambos se habrían conformado con ser líderes rotarios o dirigentes del fútbol porque en la sociedad, es decir fuera del Estado y los medios, es más usual que se intente llamar pan al pan y vino al vino, razón por la cual ninguno de ellos habría podido dirigir, digamos, un club de madres.
El Estado y cerebros privilegiados realizan por décadas esfuerzos teratológicos de reflexión y recursos para parir nuevas y, se dice, mejores normas para los partidos y los comicios, pero al fin la moraleja es que quien -como Evo y Mesa- tiene perspectiva de candidatear con éxito, debe obtener aquí una sigla como si se procurase un pasaje en flota a Tarija. La diferencia es que en el lenguaje común nadie pretendería, como hacen las leyes, que un pasajero de flota crea en el acelerado y vertiginoso lema La Veloz del Sur o, peor, en el lujurioso u ocioso -según se vea su utilidad- paradigma social de los buses-cama del Expreso del Sur.
Para sumar el sinsentido, Carlos Mesa, quien seguramente se describiría como un liberal, ha acabado sin embargo como candidato de una organización maoísta y Evo Morales, a quien le gusta ser retratado como un izquierdista de pelo en pecho y puño cerrado, se aquerenció en el MAS. Este partido fue constituido por exfalangistas realzando a su mítico jefe, Oscar Unzaga, motivo por el que la denominación MAS llevaba un apéndice (era MAS-U), la U de Unzaguista.
A nadie le perturba ya hacer las traducciones necesarias, por las que no es preciso tomar en serio la historia o la fundación del partido, dejando de lado su ideología por un instante. No se verá a Evo Morales ni a Carlos Mesa celebrando el aniversario de los partidos por los que piden votos, como en cambio hacían antaño adenistas, movimientistas o piristas. Tendrían que complicarse homenajeando la memoria de falangistas caídos o las vicisitudes políticas del Motete Zamora o de Eusebio Gironda, otrora dirigente del FRI y ahora militante y prolífico escritor del MAS, para añadirle enredos a la trama.
Por si no fuera suficiente, contra lo que creería un veedor internacional, perplejo por las peculiaridades semánticas de esta nación inocente y hermosa, el MAS y el FRI no están a favor ya sino de variantes políticas confrontadas en los límites del, como diría un trosko, capitalismo contemporáneo, que no es maoísta, guevarista ni autóctono.
Todo esto para no hablar del partido bautizado como Frente para la Victoria, cuando lo propiamente veraz y congruente para honrar ese nombre sería nomás que su candidata se llamara Victoria.
Gonzalo Mendieta Romero es abogado.