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La curva recta | 29/12/2024

Un puente sin sentido

Agustín Echalar
Agustín Echalar

En las últimas semanas ha sido resucitada por el ministro de Economía la propuesta de construir un puente sobre el estrecho de Tiquina; los pobladores de ambos lados del famoso paso han echado el grito al cielo y lo han bloqueado, porque han visto en peligro su más importante fuente de ingresos y de alguna manera lo sobrevivencia de sus respectivas localidades.

Dicho sea de paso, tampoco es una sobrevivencia glamourosa. Pese a ser un paso obligado para ir a un destino turístico local muy importante como es el santuario de Copacabana, y a ser parte de la ruta turística internacional más importante del país, tanto San Pablo como San Pedro de Tiquina no han podido desarrollarse, no hay ni siquiera un restaurante o un café aceptables. En efecto, la única opción de ganar algún dinero que tienen los habitantes es el uso de los pontones y de las lanchas que trasladan a carros y personas de una orilla a otra, de una manera ciertamente precaria.

Carreteras y sus respectivos puentes no son básicamente una mala idea, aunque en el caso del estrecho de Tiquina nos topamos con una situación extrema: el puente sería demasiado caro, tanto para la realidad económica del país, como para los beneficios que este traería y, como digo en líneas anteriores, realmente convertiría a San Pedro y San Pablo en pueblos fantasmas.

Aclaremos que la carretera de trascendencia que debió ser ampliada a cuatro carrileas, antes que la de la rivera de Huatajata, es la que lleva a Desaguadero para que puedan pasar de forma más expedita y segura las mercaderías que podríamos exportar no solo al Perú sino al resto de la región y, utilizando el sistema de puertos de Perú, al resto del mundo.

Lo que también llama la atención de la propuesta de la construcción del puente es el tiempo y las circunstancias. Proponer activar un proyecto tan oneroso y de tan largo plazo para su ejecución, cuando se está a solo ocho meses de una elección general y a menos de un año de dejar el gobierno, es mínimamente extemporáneo; hacerlo en estos momentos de déficit fiscal extremo, donde no hay plata ni para pagar combustibles, es un despropósito extremo.

Y quepa preguntarse, ¿por qué lo hacen? ¿A quién quieren impresionar? ¿A quién quieren agradar? ¿Quién los presiona?

La península de Copacabana ya ejecutó una inversión verdaderamente absurda, el aeropuerto, hecho no se sabe para qué, y al otro lado, en Omasuyos, entre Huarina y Achacachi hay dos carreteras paralelas, la que va directamente y la que pasa por el idílico rincón de Cocotoni; convengamos que en este país, de enormes carencias, tener dos carreteras asfaltadas paralelas son por lo menos una muestra de falta de planificación.

La propuesta de la construcción del puente en el estrecho de Tiquina muestra varias de las falencias de un gobierno y de un partido político que nunca tuvieron claras las prioridades económicas del país, aún en proyectos que parecen sensatos, como los de infraestructura caminera. Una combinación de políticos demagogos y técnicos ya sea ineficientes o subyugados nos ha llevado a la creación de elefantes blancos y a derrochar dinero sin más.

La responsabilidad de don Luis Arce, primero como ministro de Economía y luego como presidente, es enorme.

Por supuesto que el cruce del estrecho debe ser mejorado; en fechas clave y a determinadas horas los usuarios llegan a esperar un par de horas para poder cruzar y el atraque de los pontones es parcialmente folclórico y parcialmente arriesgado. Las lanchitas que trasladan a los pasajeros también son muy modestas, pero todo eso puede ser mejorado con una buena política de apoyo al sector. No se necesita gastar el dinero que no se tiene para un puente.



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