En la segunda mitad del mes de marzo han circulado noticias que uno quisiera que sean falsas (las famosas fake news), pero que, sin vuelta, eran ciertas.
Parto de una de las que más me ha indignado: la difusión de un video que muestra a una niñita “declamando” -decía la información- un texto lleno de odio e incoherencias delante del Presidente del Estado, el expresidente fugado y las cúpulas de sus adherentes. A este uso delincuencial de la niña, se debe sumar el silencio de organizaciones de la sociedad civil ni qué decir del Estado, con la excepción, así sea que transcurridos varios días de una parlamentaria de Comunidad Ciudadana.
Cosas de la vida, en el mismo acto se pudo observar la actitud soberbia del “ex” y resignada del “en funciones”, que tuvo que ir al Chapare (pese a que sus seguidores denunciaron que podría sufrir un atentado), obligado por el acoso que sufre por su mentor y que, al parecer, se ha traducido en una de las causas principales para que el dólar, moneda contante y sonante de nuestra economía, escasee en el mercado nacional.
Este enfrentamiento, a su vez, se expresa en intervenciones públicas de insultos, amenazas y advertencias que se lanzan entre los voceros de las corrientes en que se ha dividido el MAS. En estos 15 días que reseño, del lado del evismo el diputado Héctor Arce (identificándolo con el alias de “el bueno” para no confundirlo con el Héctor Arce “el malo”, que representa el gobierno en la OEA y por cuya intervención en la política el país sufre mucho y ha perdido mucho dinero) se lleva la flor. Ataca a los funcionarios del gobierno (hasta no hace mucho eran sus hermanos del alma) sin piedad alguna, actitud que ha sido imitada por el exministro de Gobierno Carlos Romero que denuncia con documentos en mano la corrupción reinante en la administración del Estado.
En este campo, no puede pasar desapercibida la muerte, en circunstancias poco claras, de un testigo clave en la denuncia de corrupción que involucra a autoridades y funcionarios tanto de la ABC como del Ministerio de Obras (cuyo titular, a su vez, parece estar mejor capacitado para organizar grupos de choque, bailes y producir canciones de alabanza a sus líderes, que para dirigir su despacho) y a intereses chinos. Para peor, se ha involucrado peligrosamente en el tema el ministro de ¿Justicia?, que ha vuelto al escenario público luego de un tiempo en que mantuvo perfil bajo para beneficio de la ciudadanía.
En el campo internacional, los prontuariados del Grupo de Puebla se han visto fortalecidos en su campaña en contra de las cortes de Justicia de sus países que los han sancionado por corruptos. Casi con los mismos argumentos, pero con cambio de adjetivos, su colega estadounidense Donald Trump considera un caso de “lawfare” (término inglés para referirse al uso de la justicia con fines de persecución política) la decisión de procesarlo penalmente por lo que dice son acusaciones impulsadas por “delincuentes y monstruos de extrema izquierda”.
Cabe una aclaración, en el caso de los expresidentes del Grupo de Puebla, éstos señalan como sus acosadores a las grandes corporaciones transnacionales, las derechas locales, los medios tradicionales de comunicación, el imperialismo y el sistema judicial “convertido” en un “partido” por, dizque, democratizar y ampliar la participación política en sus naciones.
En ambos casos, empero, el común denominador es que ninguno se defiende de las acusaciones en sí.
Para cerrar este popurrí de noticias sin cadencia ni concierto con algo de optimismo, en una cena organizada en Argentina por la corriente liberal de ese país, la figura descollante fue el exmandatario de esa nación Mauricio Macri que acababa de anunciar oficialmente su decisión de no volver a ser candidato a Presidente (en unas elecciones en las que tenía amplias posibilidad de ganar), decisión asumida, como declaró, luego de dar una “batalla contra el ego”. Más allá de la novedad, en esa cena estaba presente el expresidente Jorge Tuto Quiroga y cabe tener la esperanza de que haya aprendido la lección.
En este campo, no puede pasar desapercibida la muerte, en circunstancias poco claras, de un testigo clave en la denuncia de corrupción.