Si fuera una comedia los espectadores repudiarían los chistes de mal gusto. En lugar de reír lanzarían tomates podridos al comediante, y en lugar de aplaudir lo silbarían cada vez que abre la boca. Sin embargo, aquel que miran todas las noches en la televisión los ciudadanos de Estados Unidos no es un actor (como lo fue Ronald Reagan) sino un expresidente que pretende repetir el guion que inventó años atrás: llegar a la presidencia como sea, a la mala, a trompadas, o en este caso a “trumpadas”.
El “Donald”, como lo llama socarronamente el expresidente Obama, es un personaje siniestro que tiene todas las calificaciones para estar preso de por vida y proscrito de ejercer cargos públicos. Sin embargo, se ha impuesto como candidato de un partido republicano sin líderes, deteriorado y desmantelado por el propio Trump durante sus años en la presidencia de Estados Unidos. Las credenciales de Donald no son motivo de risa sino de honda preocupación para el mundo, y no sólo para los estadounidenses. Más allá de ser un empresario fallido y tramposo, que dilapidó la fortuna de su padre en negocios que fracasaron y se derrumbaron como castillos de naipes, es un mal tipo, así de simple: una mala persona.
Como empresario creó casinos, hoteles y empresas que quebraron en poco tiempo, y como ser humano es un mentiroso compulsivo. El Washington Post contabilizó con pruebas irrefutables 30.573 mentiras que dijo durante su presidencia, y desde entonces la cifra se ha duplicado. A pocos días de las elecciones del 5 de noviembre de 2024, afirmó que nunca en la historia de Estados Unidos la economía estuvo mejor que durante su mandato. Sin embargo, todos los analistas serios han demostrado que eso es falso, completamente falso.
Steven Rattner, de la cadena televisiva MSNBC, se tomó el trabajo de comparar las cifras del crecimiento económico y de empleo durante la presidencia de Trump, y demostró que quedaron por debajo de lo logrado durante la presidencia de Joe Biden. Trump tuvo un crecimiento promedio de 2.6 % anual y Biden de 3.5 %. En cuanto al empleo, Trump logró crear 182 mil nuevos empleos por mes, mientras Biden creó 278 mil empleos (promedio mensual en ambos casos). Sus afirmaciones de que los inmigrantes son la causa principal de la violencia y de los crímenes en la nación norteamericana, son también falsas. Rattner hace añicos la verborrea xenófoba demostrando con datos que durante la presidencia de Trump el crimen aumentó en Estados Unidos, y disminuyó significativamente con Biden. Los robos, los crímenes violentos o relacionados con las drogas fueron cometidos en su gran mayoría por ciudadanos nacidos en Estados Unidos, en menor proporción por inmigrantes legales y aún menos por los indocumentados. Su frase referida a los inmigrantes haitianos en Springfield (Ohio): “Se están comiendo a los perros, a los gatos, a las mascotas…” lo hizo quedar en ridículo, pero no afectó mucho las intenciones de voto, aunque parezca irracional.
La estrategia de Trump es repetir mentiras de manera tan persistente que se conviertan en verdades en el imaginario colectivo de sus seguidores. “Miente, miente, que algo quedará…” Miente con el peso de su lengua, miente con todos sus dientes y una cara inmutable, de una manera delirante. Nunca antes un presidente o expresidente de Estados Unidos había sido un mentiroso tan grosero y contumaz. Comparativamente, Nixon o George W. Bush quedan en la historia como caballeros ejemplares.
En sus discursos de campaña, incoherentes porque es incapaz de hilar una oración completa (Obama dice que son “ensaladas de palabras”), sigue repitiendo que Joe Biden “le robó” la elección de 2020 (su propia hija Ivanka declaró que eso no es cierto), e insulta a la candidata demócrata Kamala Harris con expresiones que serían motivo de censura e indignación en cualquier país civilizado, pero en Estados Unidos se toleran y enardecen de complicidad a sus violentos seguidores, esos que compran armas y matan en las escuelas, odian a los negros, latinos, judíos y todo lo que se mueve a su alrededor.
El sujeto ha practicado el engaño toda su vida. En los negocios engañó a los bancos y al gobierno inflando su fortuna para obtener préstamos (que no ha pagado hasta ahora) o achicándola convenientemente para pagar menos impuestos. Fue el único presidente en la historia de Estados Unidos que se negó a dar a conocer su declaración de impuestos (tax returns) algo que todos los ciudadanos están obligados a hacer. Creó una institución de beneficencia y fue condenado por fraude porque los recursos que conseguía iban a su bolsillo. Fue condenado a pagar 454 millones de US$ al Estado de New York por prácticas de negocios fraudulentas, pero hasta ahora no lo ha hecho. Si gana, ¿gobernará desde la cárcel?
Su perfil ético y moral es degradante: por una parte, es xenófobo y no pierde ocasión de insultar a los inmigrantes (pero se casó con dos inmigrantes, Ivana y Melania), y por otra parte es misógino y lo ha demostrado no solamente cuando habla de las mujeres despectivamente sino cuando comercia sexualmente con estrellas porno. El juicio por el que ha sido hallado culpable con 34 cargos criminales, es por los pagos que hizo (y trató de ocultar) a Stormy Daniels, una prostituta de lujo. Tiene pendientes 26 acusaciones de acoso sexual. Los demás juicios (4 criminales y 1 civil) están todavía en proceso. El más grave es el haber instigado la violencia en la toma del Capitolio en Washington D.C., algo impensable en el país occidental que se vanagloria de ser un ejemplo de democracia. Pero para Trump, “fue un día de amor…”
Durante el periodo más álgido del Covid 19, en 2020, Trump tuvo un comportamiento errático (parecido al de López Obrador en México), ya que persistió en negar la gravedad de la pandemia de coronavirus. Llegó a afirmar que Estados Unidos tenía demasiados casos porque era el país que más pruebas hacía… Cuando le preguntaron por su oposición al aborto y a la Fertilización in Vitro (IVF), respondió: “Pero si yo soy el padre de la IVF”.
Tan desastrosa fue su actuación como presidente, que 40 de sus 44 colaboradores de alto nivel, los más cercanos, han hecho declaraciones públicas en sentido de que sería una desgracia para Estados Unidos que Trump vuelva a la presidencia. La lista de los exfuncionarios que lo aborrecen es muy larga: Mike Pence (exvicepresidente), Bill Barr (fiscal General), James Mattis y Mark Esper (ambos secretarios de Defensa), Nikki Haley (embajadora en Naciones Unidas), John Kelly (jefe de Estado Mayor), Rex Tillerson y Mike Pompeo (exsecretarios de Estado), John Bolton (Asesor de Seguridad Nacional), el general Mark Milley, Dick Cheney (exvicepresidente de George W. Bush), entre otros. Todos ellos han dicho sin pelos en la lengua que habiendo conocido muy de cerca a Trump, consideran que es un desaforado y que sería un peligro para su país y para el mundo. A pocos días de las elecciones, varios otros dirigentes del partido republicano se pronunciaron públicamente contra Trump y en favor de Kamala Harris.
Antes aún, el general Colin Powell (fallecido en 2021) jefe de la diplomacia de Estados Unidos durante el gobierno de George W. Bush, declaró que Trump era “una desgracia” y que él se alejaba por ese motivo del Partido Republicano. Aproximadamente un 9% del voto republicano se ha trasladado a Kamala Harris en esta ocasión, pero puede no ser suficiente.
Hay numerosos libros con testimonios críticos sobre la presidencia y la personalidad de Donald Trump, que desnudan al personaje no solamente como un mentiroso compulsivo sino como un psicótico y peligroso enfermo mental. Parecía increíble que un sujeto tan torcido tuviera una intención de voto de 47 % según las encuestas que se hicieron pocos días antes de las elecciones. Pero lo más sorprendente es que hay un segmento importante de la población negra y de inmigrantes latinos que votaría por él a pesar de la manera como los insulta. Es evidente que esos votantes son personas de bajo nivel educativo, fáciles de convencer con promesas delirantes y poco capaces de profundizar en los grandes temas de la sociedad gringa: la seguridad social, la violencia, las drogas, el empleo, la infraestructura, etc.
Prácticamente todos los intelectuales y artistas se expresaron en favor de Kamala Harris. Actores y actrices de Hollywood han sido también muy activos en la campaña contra Trump. Para citar unos cuantos nombres conocidos: Robert de Niro, Bruce Springsteen, Ophra, Taylor Swift, Lady Gaga, George Clooney, Barbra Streisand, Jon Bon Jovi, Natalie Portman, Tom Hanks, Beyonce, Julia Roberts, Meryl Streep y el plantel entero de “Los vengadores” (Avengers)… Un republicano de larga data, Arnold Schwarzenegger, que además de actor fue gobernador de California (2003-2011), anunció que votaría por Harris: “Antes de ser republicano, soy ciudadano de Estados Unidos”.
Las elecciones del 5 de noviembre afectarán no solamente a Estados Unidos sino a todo el mundo. Es pública la relación de Trump con dictadores como Vladimir Putin, Viktor Orban y el coreano Kim Jong-Un. Aunque en sus discursos promete una guerra comercial con China, en los hechos hace negocios con el gigante asiático. Incluso la “edición Trump” de la Biblia, se imprimió en China. Cuando le preguntaron qué pasajes de la biblia le gustaban más, no pudo responder. Para acorralarlo los periodistas insistieron: “¿Prefiere el Antiguo o el Nuevo Testamento?”, y él respondió: “Igual”, poniendo en evidencia que ni siquiera ha leído el libro por el que cobra 59.99 US$ dólares.
Otras iniciativas mercantiles de su campaña incluyen: agua embotellada, vinos, carne asada, zapatillas deportivas doradas, gorras, implementos de golf, relojes de oro, libros con sus fotos, platos y monedas conmemorativas, etc., todas comercializadas con el nombre de Trump. Estos negocios de campaña son una manera chusca de sacarle dinero a sus seguidores para pagar los costos legales de sus juicios. Trump se asemeja más a un vendedor puerta-a-puerta que a un líder político. Nunca antes ningún otro presidente ha puesto a la venta productos con su firma.
Su disputa con los medios de difusión de Estados Unidos ha llegado a tal punto, que incluso la poderosa y conservadora cadena Fox del multimillonario australiano Rupert Murdoch, ha tomado cierta distancia y suele editar sus declaraciones más controvertidas para que no quede en ridículo. Los demás canales de televisión y los periódicos más importantes están en contra de Trump, incluyendo el emblemático New York Times cuyo Comité Editorial emitió una declaración una semana antes del acto electoral: “Sólo hay una opción patriótica para la presidencia”, fijando la posición del diario y llamando abiertamente a votar por Kamala Harris.
Trump tiene el apoyo del hombre más rico del mundo, el sudafricano Elon Musk, dueño de SpaceX, de Tesla y de X entre otras empresas. Es un personaje extraño, que ha sido diagnosticado con el síndrome de Asperger (una forma de autismo que puede causar dificultades para la interacción social, repetición de conductas y torpeza). Musk apoya a Trump no sólo con su discurso sino comprando votos (así, literal y abiertamente) en los estados péndulo (Swing States) que tradicionalmente pueden volcarse a uno u otro lado del espectro político y de esa manera decidir el resultado de una elección. Esos estados son Nevada (6 votos electorales), Arizona (11), Wisconsin (10), Michigan (15), Pensilvania (19), Carolina del Norte (16) y Georgia (16). Desde mediados de octubre Musk sorteó 1 millón de dólares diarios en Pensilvania entre quienes comprometían su voto en favor de Trump. Las llamadas de atención de las autoridades electorales de Estados Unidos parecen resbalarle al que será en 2026 el primer trillonario del planeta (su fortuna aumenta en 480 US$ cada segundo que pasa).
Los candidatos demócratas han ganado casi siempre el voto popular de los ciudadanos, pero el sistema electoral de Estados Unidos es uno de los más tramposos del mundo porque el voto de un ciudadano no vale por sí mismo (lo cual explica en parte el alto porcentaje de abstenciones). Lo que define una elección son los votos de los “colegios electorales”. Es decir, si un determinado Estado logra una mayoría mínima de delegados republicanos (o demócratas), aunque sea por un solo voto, todos los votos de los delegados de ese Estado beneficiarían a uno de los dos candidatos. Ese esquema electoral tiene más de 200 años de historia y en el principio se diseñó para evitar la discriminación de los estados más pequeños y con menor población, pero se ha convertido en un instrumento que suele favorecer a los estados más conservadores, a los que se ha asignado un número de delegados mayor.
El riesgo de que una de las mayores potencias económicas y militares del mundo sea gobernada por un hombre que no está en sus cabales es real e inminente (“es un sociópata narcisista” dice Robert de Niro). Por el contrario, una victoria de Kamala Harris daría algo de respiro al planeta, aunque lamentablemente en la política internacional de Estados Unidos no se avizoran cambios fundamentales.
@AlfonsoGumucio es escritor y cineasta
@brjula.digital.bo