Los ejecutivos treintañeros de empresas
–incluso cuarentones–, no han vivido épocas de hiperinflación y vaivenes en las
variables macroeconómicas (inflación, caída drástica del producto interno
bruto, derrumbe de las reservas internacionales netas o variaciones en el tipo
de cambio real). Quizás, teóricamente, han estudiado estos fenómenos en sus
manuales de economía y administración de empresas. Pero, no han tenido la
oportunidad de gestionar emprendimientos cuando se viven tiempos de
incertidumbre y fluctuaciones ajenas a su control.
Cuando un país como el nuestro enfrenta una escasez de dólares en el mercado y tiene un tipo de cambio fijo que se vuelve nominal debido a la falta de disponibilidad de la moneda extranjera, las empresas deben adaptarse a esta nueva realidad económica e implementar estrategias de gestión de riesgos cambiarios, diversificar ingresos, optimizar costos y buscar soluciones colaborativas con proveedores y clientes.
Para protegerse contra la volatilidad del tipo de cambio es necesario reducir la dependencia exclusiva del dólar estadounidense, “desdolarizar” el pasivo, contraer créditos en moneda nacional y diversificar ingresos ampliando la gama de productos o servicios en diferentes mercados. En lo posible, negociar todos los contratos en moneda nacional.
Un buen ejemplo de estrategia de gestión de riesgo cambiario son los contratos a plazo y los contratos de futuro que permiten a los participantes compensar o asumir el riesgo de una variación del precio de un activo a lo largo del tiempo. En escenarios difíciles, es ineludible trabajar en estrecha colaboración con proveedores y clientes para encontrar soluciones mutuamente beneficiosas que atenúen el impacto de la volatilidad cambiaria en toda la cadena de suministro.
Se deben revisar y reducir los costos operativos para compensar la posible presión sobre los márgenes de ganancia: optimizar los procesos, capacitar al personal, buscar proveedores alternativos, invertir en tecnología e implementar prácticas de gestión de calidad que aumenten la eficiencia operativa. Son tiempos colaborativos, de permanente negociación de mejores precios con proveedores y eliminación de gastos innecesarios.
Ahora más que nunca es imprescindible estar atentos a los indicadores económicos y políticos que puedan afectar el tipo de cambio y ajustar las estrategias empresariales en consecuencia: anticiparse y responder de manera proactiva a los desafíos emergentes.
Se tiene que ser flexibles en la fijación de precios para adaptarse a los cambios en los costos, manteniendo la competitividad, sin comprometer los márgenes de ganancia. Es importante equilibrar el aumento de precios con la sensibilidad del mercado y la competencia.
Mantener una reserva de efectivo adecuada –cuidar la liquidez– y gestionar prudentemente el flujo de efectivo pueden proporcionar un colchón financiero que permita a la empresa hacer frente a dificultades financieras temporales.
Hay que identificar y evaluar los riesgos potenciales para el negocio, desarrollar planes de contingencia y establecer medidas de control adecuadas que ayuden a mitigar las posibles pérdidas.
En resumen, en entornos económicos volátiles –como los que estamos viviendo en este 2024–, la capacidad de anticiparse a los desafíos y responder con agilidad será fundamental para garantizar la adaptación y prosperidad de un emprendimiento. Solo las empresas proactivas y flexibles sobrevivirán.
Alfonso Cortez es comunicador social.