Acepto la tesis de que “madre hay una sola” –la evidencia empírica es incuestionable– pero cuestiono las reducciones de nuestra diversidad a una bipolaridad. Quizá prime en mi resistencia el espíritu de la zorra; la de la metáfora griega “la zorra sabe muchas cosas, el erizo sabe una sola gran cosa”, cuyo sentido no es que la zorra lo sepa todo, sino que para ella la realidad admite mil lecturas y fracturas.
Hace unos días tuvo lugar en la Asociación de Periodistas de La Paz el conversatorio “Los retos de la gobernabilidad en Bolivia”. La disertación principal, a cargo de Henry Oporto, versó sobre el paradigma de las dos Bolivias, tema que no por viejo deja de tener relevancia para analizar la vida nacional. Los comentaristas fueron Robert Brockmann y HCF Mancilla. Sin pretender ponerme a la altura de estos pensadores, usaré el privilegio de columnista para disparar desde el tejado.
Abundan ejemplos de sociedades fracturadas por cuestiones ideológicas, como Francia a fines del siglo XIX entre dreyfusards y anti dreyfusards o, más dramáticamente, España entre republicanos y nacionalistas. Escribió Machado “entre una España que muere y otra España que bosteza. Españolito que vienes al mundo te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”.
En internet encontramos ensayos sobre similares particiones: dos Argentinas, dos Colombias, dos Chiles, etc. Algunas de esas son circunstanciales y otras más duraderas y profundas. En todas partes, sospecho que se da siempre una división entre una sociedad conservadora y la que quiere el cambio. Muéstrenme un grupo de terratenientes revolucionarios y cambiaré de opinión.
Dos Bolivias
Cualquier conjunto complejo puede ser partido en dos usando criterios más o menos interesantes, con fronteras mejor o peor definidas. Bolivia, por ejemplo, se divide en sujetos con CI par e impar, mujeres y hombres, occidentales y orientales, obsesionados con el futuro y anclados en el pasado, progresistas y retrógrados, etc. Sin embargo, una partición se queda en taxonomía si no se la usa para interpretar una dinámica.
Oporto propone esta partición (cito abreviando y editando):
“La idea de las dos Bolivias recoge la realidad de una sociedad fracturada. Una es la de las clases medias de las economías formales y empresarial, y de las fuerzas regionales sociales emergentes como las de Santa Cruz. La otra es la de las poblaciones indígena, rurales, y provinciales los estratos cholo mestizos de las ciudades sobre todo del occidente del país y de El Alto”.
Aquí las variables cruzadas que determinan la fractura de Bolivia en dos son económicas, raciales y regionales oriente-occidente y urbano-rural. Es decir, cada parte es un mosaico; aspecto que reconoce Oporto: “las dos Bolivias no son bloques homogéneos”. La pregunta es ¿cómo se manifiesta dinámicamente esta heterogeneidad?
Añade él: “Una Bolivia se identifica con valores de modernidad y la tradición republicana, valores de la libertad política económica (…) y la inserción en la economía global. La otra Bolivia se aferra a tradiciones comunitaristas e identidades étnicas, su economía es informal, (…) pero hay grupos de nuevos ricos, que son sectores emergentes que les plantan cara a las élites tradicionales que ahora disfrutan del poder económico social”.
En esta visión, una Bolivia busca la modernidad con libertad económica dentro de una tradición republicana, mientras que la otra se aferra a valores tradicionales de cuño étnico. Es decir, es la tradicional partición urbano-rural versus modernista-conservadora con color comunitario. Interesante, pero no de todo original. Aferrarse a la tradición o buscar la modernidad parece ser una división casi universal. Volviendo a España, “Lo que llamamos las dos Españas remite al conflicto existente desde el siglo XVIII entre el proceso de modernización y las fuertes resistencias en un país agrario atrasado”, dice un estudioso de ese país.
¿Qué de la dinámica?
Excepto por el hecho de que esas élites tradicionales ya no “disfrutan del poder” como antaño, la partición de Oporto es válida. Aunque heterogéneos y difusos, podemos reconocer en Bolivia esos dos grupos –como a hinchas por sus camisetas– pero cabe la pregunta: ¿esas dos Bolivias incluyen toda la población relevante para explicar la dinámica que dirige nuestra historia? ¿Las subpartes que componen cada una de esas Bolivias se mueven en compás o hay entre ellas intereses y direcciones divergentes? Por ejemplo, el sector de emprendedores de El Alto, que ha caído en la Bolivia 2, pero ya no es rural y su economía está tan integrada a la globalidad como los soyeros. Habría, pues, que analizar por separado la dinámica de las partes que conforman cada una de esas Bolivias.
Con lucidez, Oporto reconoce que “la hipótesis de las dos Bolivias puede parecer simplificadora de una realidad más compleja”; y lo es. No obstante, es útil para entender la lógica subyacente a ciertos patrones de comportamiento individual y social; lo es también para comprender la naturaleza de la sociedad boliviana, sus problemas y desafíos”.
De lo que se trata justamente es de mostrar la lógica que conecta la partición propuesta con la dinámica nacional que se quiere señalar. Me parece que en esta tarea la presentación no cumplió su cometido a cabalidad. Vemos la partición, la aceptamos simplificadora, heterogénea y hasta difusa –esto no es pecado–, pero falta la demostración de la relación entre taxonomía y dinámica.
Los desafíos nacionales señalados por Oporto, como, por ejemplo, una crisis de identidad (que sufrimos desde que los españoles llegaron a Cajamarca) y la panacea de un nuevo contrato social, pueden ser comprendidos sin que sea imprescindible usar la partición propuesta.
Estas particiones bipolares a las que acuden los estudiosos implican dos grandes riesgos no independientes: el maniqueísmo y la subestimación del papel de los grandes medios. El primero hace que confundamos dos extremos con dos mitades y lo segundo que dejemos de reconocer la importancia que tienen esos grandes sectores medios a la hora de dirimir del equilibrio nacional.
En la testera del evento mencionado estaban un intelectual neoliberal, un historiador pitita y un filósofo de derecha; todos dignos representantes de sus sectores, sin duda, pero todos pertenecientes a una sola Bolivia; o, para ser más precisos, a una parte de esta. Si nos duelen las fracturas, sería bueno que, siempre que se dé la ocasión, tendamos puentes sobre ellas, escuchando las voces de esas otras Bolivias. Las nuestras ya las conocemos.