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Sin embargo | 23/08/2024

¿Socialismo o incapacidad?

Jorge Patiño Sarcinelli
Jorge Patiño Sarcinelli

Se suele decir que este Gobierno es socialista y el calificativo es el preludio de un inventario de sus fracasos. Estos están a la vista y solo un vocero presidencial podría negarlos. Pero ¿socialista? ¿dónde?

¿Han subido los impuestos a los ricos? ¿Han transferido todos los medios de producción al Estado? ¿Han invertido en las futuras generaciones mejorando educación y salud? ¿Han intentado controlar los precios, (excepto la gasolina como todos los anteriores gobiernos)?

El MAS tiene la palabra en la sigla, pero esto no prueba nada. La Falange también lo tenía. Que esté en esa bolsa de gatos llamada el Socialismo del siglo XXI tampoco demuestra su carácter socialista. Si estos son los miembros del Foro de San Pablo, recordemos que “es un foro de 123 partidos y organizaciones políticas de América, desde reformistas centroizquierdistas hasta colectividades políticas de izquierda revolucionaria”. Es decir, hay gatos de muchos tonos de rosado y unos cuantos rojos.

César Rojas, (Brújula Digital |13 |08|24|), señala que este Gobierno, si un día profesó un credo socialista, ahora lo está abandonando:

“El liberalismo (…) resultó siendo (…) la caja de herramientas de donde extraer el pico y la pala para cavar el camino de salida a la crisis. A las pruebas me remito: “liberación plena de las exportaciones”, “créditos para jóvenes emprendedores”, “programa de incentivos financieros y fiscales para aumentar la producción de biodiesel” y liberalización de los combustibles. (…). ¿Resultó siendo el estatismo desarrollista parte del problema y el liberalismo acabará siendo parte de la solución?”.

El PT brasileño, justamente el creador del Foro de San Pablo, hizo lo propio: “El núcleo duro del PT está compuesto por sindicalistas con una preocupación por los intereses corporativos de los trabajadores asalariados organizados, lo que explicaría la facilidad con que el partido, una vez en el poder, se adaptó a la lógica de la economía capitalista y a una política económica ortodoxa” (Wikipedia).

Como en casi todas las corrientes políticas, hay más de una definición de socialismo, pero las zonas grises no son exclusividad de la izquierda. Paul Krugman decía hace poco (New York Times |13 |08|24|): “Incluso Friedrich Hayek, a quien los libertarios han adoptado como su santo patrón intelectual, admitió que no hay ninguna razón “por la que el Estado no deba ayudar a organizar un amplio sistema de seguridad social para prever los riesgos comunes de la vida contra los que pocos pueden hacer provisiones adecuadas”.

Los que “acusan” al MAS de ser socialista no están interesados en preciosismos conceptuales, sino en colgarle lo que en ciertos círculos es hoy en día un insulto político. El vicio no es exclusivo de los nuestros. Trump ha acusado a Kamala Harris de ser “comunista”, con igual indiferencia por el rigor conceptual.

Sin embargo, si la intervención del Estado en la economía es lo que caracteriza al socialismo, Harris podría quedar a la izquierda del MAS.

“(En un discurso reciente) Harris empezó a imprimir su sello a la economía progresista que ha dominado la política demócrata en la última década. Este pensamiento abraza la idea de que el Gobierno debe actuar agresivamente para fomentar la competencia y corregir las distorsiones en los mercados privados. (Propone) grandes subidas de impuestos a las empresas y a las rentas altas para financiar la ayuda a los trabajadores de rentas bajas y de clase media (… y) ofrece exenciones fiscales a las empresas que se dedican a (…) la construcción de viviendas asequibles. La idea de Harris es una mezcla de intervención y ayuda públicas, con el fin de ayudar a los estadounidenses a ascender hacia la clase media” (New York Times |17 |08|24|).

Sospecho que las propuestas progresistas de Harris merecerán el desprecio de Antonio Saravia y otros que creen que no existen las imperfecciones de mercado y que toda redistribución es inmoral y no se ahorran calificativos para expresarlo: “Los que plantean el paradigma distinto, el socialismo, son siempre pedantes, como los intelectuales que piensan que pueden planificar la sociedad y no confían en las decisiones de la gente libre; envidiosos (sic), como los que piden políticas redistributivas porque no aceptan el éxito de los demás” (Brújula Digital, |24|06|24|).

Krugman señala lo contrario: que lo inmoral es no implementar ciertas políticas públicas, particularmente las de protección de la niñez. Hacerlo no solo es moral, sino económicamente acertado.

“La propuesta más importante (de Harris) y, en mi opinión la mejor –dice Krugman– es la restauración de un crédito fiscal ampliado por hijos (…). Este crédito redujo significativamente la pobreza infantil (…) Harris lo complementaría con un crédito aún mayor. (…) Los argumentos a favor de una lucha contra la pobreza infantil son abrumadores, no solo por motivos morales (…) sino en términos económicos, (…) la lucha contra la pobreza infantil en una inversión en el futuro de la nación”. (New York Times |20 |08|24|).

Lo interesante es que, aunque con motivaciones y objetivos distintos, ambos candidatos, Harris y Trump, defienden la intervención del Estado:

“Cada uno de ellos defiende la visión de un Gobierno federal poderoso, que utilice su poder para intervenir en los mercados en busca de una economía más fuerte. Al igual que Harris, Trump hizo una serie de promesas sobre cómo ejercería el poder del Gobierno para intervenir en los mercados y ayudar a los consumidores. Dijo que ordenaría a su gabinete que redujera de algún modo el costo de los seguros (…). Dijo que reduciría los precios de la energía a la mitad”. (New York Times |17 |08|24|).

Me imagino que el hecho de que los dos candidatos del país más capitalista del planeta se pronuncien por un Gobierno poderoso, debe causar espanto a algunos. El capitalismo tiene sus virtudes, claro está, pero que sea un “sistema profundamente justo” (Saravia, Brújula Digital |24 |06|24|) y que “fomenta la equidad” (MacLean, Digital |13 |08|24|)) me parece un juego de palabras.

No sé cómo definen ellos justicia y equidad, porque lo que se ve en Estados Unidos no corresponde a las definiciones corrientes. Me imagino que para Saravia el capitalismo sin Gobierno, o anarcocapitalismo, es justo porque da a cada individuo un beneficio proporcional a sus capacidad, esfuerzo y chiripa, aunque el resultado no sea equitativo. Los profetas de las teologías de la prosperidad nunca dan suficiente crédito a la mano de la diosa fortuna en explicar el éxito.

Pero a la vista de la escandalosa desigualdad estadounidense de oportunidades y resultados, no consigo ver una interpretación razonable para la equidad que alega MacLean. Tal vez no sea ese su mejor ejemplo de capitalismo.

El espectro de lo político es complejo, con líneas divisorias que se cruzan; lo que dificulta los calificativos categóricos. Y si hay variedad en lo conceptual, en la práctica las variedades son mayores. Hasta el mejor auto se choca con un mal chofer; ni qué decir si está borracho. De hecho, los fracasos de este nuestro Gobierno no se deben a sus inclinaciones socialistas, reales o discursivas, sino a sus elementales incapacidad y venalidad.

Es importante señalarlo, porque si no lo aclaramos, los candidatos de derecha creerán que basta apuntar el dedo a los “socialistas” para que se crea que, por oposición, ellos son los capaces y honestos; cosa que sabemos que no es cierta. La historia ha demostrado que esas debilidades humanas, así como las virtudes opuestas, están distribuidas en todo el espectro político.

La obligación de demostrar capacidad y ofrecer políticas coherentes y realistas pesa sobre todos, pero todavía no aparece en el horizonte quien nos dé la esperanza de encontrarlas.



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