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Reino de Redonda | 03/09/2025

Sobre la integración internacional de América Latina

Mateo Rosales Leygue
Mateo Rosales Leygue

La cuestión alrededor de la integración de Latinoamérica ha sido una tarea pendiente a lo largo de los años que no ha encontrado una solución a un desafío que se plantea importante en el contexto internacional actual, considerando los cambios que se van desarrollando en lo que se ha estudiado como orden global liberal, frente al orden revisionista –liderado en esencia por China, Rusia e India–, que busca tomar la delantera en términos geopolíticos en un momento en el que, precisamente, más que nunca, los resultados de la democracia y sus representantes están en entredicho.

La genética de consensos en América Latina ha estado marcada tradicionalmente por la fragmentación y la heterogeneidad. La mirada que se presta a la región sobre su posición, implicación internacional y su respuesta a las distintas crisis globales debe partir de esa premisa. El hecho de que sea una región fragmentada y, en cierta medida, inestable en términos políticos y económicos implica que es muy difícil alcanzar los más mínimos consensos en materia de agenda regional e internacional.

En ese sentido, el proceso de inserción de América Latina en contexto global es muy peculiar. El interés de la región en aquellos temas de la agenda internacional se centra, básicamente, en aquellas cuestiones que le afectan directamente, como el comercio internacional o en materia de seguridad o narcotráfico. En síntesis: en temas internacionales América Latina no está, ni se la espera.

Los países de la región no tienen un posicionamiento homogéneo respecto de sus relaciones con los países incorporados en la disputa del escenario geopolítico actual y varían en cada caso. Las decisiones y posicionamientos que asume un determinado país están condicionados por el “motivo detrás” –a veces ideológico o estratégico–, el objetivo que sostiene la relación existente y sus posibles efectos en los escenarios interno y global, especialmente, respecto a las grandes potencias en conflicto y considerando los efectos de los enfrentamientos bélicos existentes al día de hoy.

La ausencia de una estrategia regional y la incapacidad para generar un proceso de integración efectivo, sostenido en el tiempo e institucionalizado, ha sido una de las grandes falencias estructurales históricas de la región a la hora de plantear soluciones a problemas comunes en un escenario global multipolar, en el que convergen posiciones diferentes sobre temas que afectan a la capacidad de reacción de los países del entorno, como la política energética, la financiación internacional, la movilidad social o el fortalecimiento democrático e institucional, entre otras cuestiones. Lo que ha afectado directamente a un desarrollo conjunto en términos económicos, comerciales y de seguridad, uno de los problemas que no se han resuelto y que se agudiza cada año.

Todo ello, a pesar de que Latinoamérica es una de las regiones que representa el resultado de los valores que caracterizan a ‘occidente’, concepto e idea referida a la formación de un conjunto de Estados crecidos a partir del legado grecolatino y el ideario judeocristiano, entendiendo sus diferencias culturales, sociales y étnicas.

No obstante, aunque con serias dificultades, la democracia –y todo aquello que representa– sigue siendo el sistema aceptado por la mayoría de los ciudadanos latinoamericanos, aunque su percepción haya cambiado los últimos años debido a diversos factores.

En 2023 solo el 52% de los ciudadanos encuestados apoyó el sistema democrático, lo que significa una disminución de 11 puntos desde el 63% de 2010 (Latinobarómetro 2024). El autoritarismo se ha ido validando poco a poco, en la medida en que no se le condena, ni se sabe bien cuál es el umbral donde un país deja de ser democrático. En el mismo período aumenta la percepción de quienes les da lo mismo el tipo de régimen, lo que implica que un populismo o un autoritarismo les son indiferentes.

Las demandas insatisfechas, la crisis económica, la inseguridad y la violencia o la percepción opuesta de una gran parte de la juventud que tiene la percepción de que en el futuro no vivirá mejor que la generación de sus padres, son algunos de los elementos que se agregan al contexto de inestabilidad que vive actualmente la región.

La difusa posición de una región fragmentada que pierde protagonismo en el plano internacional se ve reflejada en la decisión que asume cada uno de los países respecto del contexto más controversial en el escenario global actual, aunque los clivajes no son radicalmente opuestos en cada caso o son notorias las excepciones que se observan.

Lo que sí se concluye es que Latinoamérica carece de cohesión a la hora de plantear una posición común a nivel internacional, expone su profunda división interna (aunque es la región del mundo que más valores comparte y entre quienes mayores sintonías culturales e históricas existe), y su permanente heterogeneidad sobre situaciones que emergen en el orden global.

El desafío siempre ha estado ahí. El problema de fondo se observa cuando la inestabilidad, la ausencia de acuerdos en cuestiones claves, como puede ser la lucha contra el narcotráfico o el crecimiento económico sostenido, afectan de forma directa a la percepción que los ciudadanos tienen respecto de los resultados de la democracia y sus operadores.

Es un hecho que un proceso de integración regional facilitaría el desarrollo de políticas públicas que superen los problemas que tradicionalmente ha debilitado a la región en términos institucionales. Un proceso de integración comercial, incluso, podría significar una barrera de contención para la lucha contra la corrupción y una salida para la formalización de economías, que en gran medida dependen de factores externos para su estabilidad.

La región tiene la tarea de avanzar hacia un proceso de integración que parta de una premisa común que, entre otras cuestiones, se pueda desarrollar desde el punto de vista comercial y de intercambio, como ha venido insistiendo la propuesta de Mercosur, sin que los avances hechos sean óbices para detener un proceso en aras de la seguridad y la pervivencia de la democracia en una región, por sí misma, inestable.

Mateo Rosales Leygue es abogado y fundador de Libres en Movimiento.



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