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En riesgo de extinción | 11/02/2025

Señores y vasallos del siglo XXI

Roger Cortez Hurtado
Roger Cortez Hurtado

La premeditada e incuestionable pompa imperial con que Donald Trump ha asumido su segunda presidencia, remedando a una coronación real, aspira a anunciar la inauguración de una época impensada y arrasadora para el mundo entero.

La ráfaga de decretos ejecutivos, escupidos desde su residencia de Mar a Lago, proyectan la sombra de una estrategia dirigida, tanto a trastocar los límites y cimientos de la constitución estadounidense, como a implantar un orden unipolar absoluto que barra de una sola vez, cualquier voz o veleidad que lo contradiga.

La ambiciosa agenda incluye comprar Groenlandia -por las buenas o por las malas-, sacralizar el exterminio palestino “adquiriendo” Gaza, “recuperar” el canal de Panamá, como parte del retorno a la época de América para los norteamericanos, bajo el supuesto de que quienes habitamos el continente, pero no somos estadounidenses, sencillamente no somos ni merecemos ser americanos.

De cualquier modo, poco importa nuestra opinión, porque como lo ha dejado establecido Donald (el presidente, no el pato), no nos necesitan, lo que se demostraría con la deportación de millones que, en una aplastante mayoría, nacieron en estas tierras nuestras.

La ejecución, en lo interno, del Proyecto 2025 de la fundación Heritage (una especie de “Agenda Patriótica” imperial) y el enfoque geoestratégico de la nueva administración asumen que la fuerza del complejo militar industrial, potenciada hoy con la melosa pleitesía y adhesión de las grandes tecnológicas, sería suficiente para contener a China, los planes de impulso de lo BRICs o cualquier otra posibilidad que rechiste contra el pleno dominio universal proclamado por el 47avo presidente estadounidense, seguro de que la Unión Europea seguirá callando, acatando y transitando resignadamente hacia su triste ocaso.

Tan grande es el sentimiento de omnipotencia que empapa al especulador inmobiliario y sus nuevos señores feudales, cual los ha tipificado el presidente italiano, que Elon Musk se permitió la travesura de alzar el brazo al estilo del saludo al Fhürer, sin preocuparse la molestia que pudiese ocasionar en su aliado Netanyahu y el poderoso sector reaccionario que representa. La defensa del gesto del magnate, que ensayó el argentino Javier Milei ha quedado reducida a polvo con el explícito apoyo del dueño de la empresa Tesla a AfD, el partido neonazi que crece en Alemania.

Pero, el exceso de prepotencia y el despliegue incesante de anuncios e iniciativas de masacres blancas internas y la amenaza de las rojas externas, también pueden ser entendidas como tácticas para sobrellevar una inicial fragilidad, según una columna del periodista Ezra Klein en el New York Times.

Así podría entenderse que el sorpresivo lanzamiento de Deep Seek, el modelo chino de inteligencia artificial con código abierto, haya restallado cual bofetada en el rostro de quienes se creen y sienten ser los nuevos amos del universo, quienes dan por hecho que sus opuestos serán ciegos o pasivos y las circunstancias siempre favorables para ellos.

Repasar las escenas más comentadas y pintorescas de la global tromba política y mediática con que se inaugura el retorno trumpista no debe cubrir la huella de otras iniciativas, menos publicitadas y debatidas, como sus planes energéticos acompañados de hipótesis bélicas, eventualmente trasladadas a campos físicos de batalla.

Para suerte nuestra, estamos tan ajenos a este escenario mundial que el sistema político en su conjunto, con el respaldo decidido de todo el aparataje mediático, desarrolla sus mayores esfuerzos para sumergirnos de lleno en una atmósfera electoral, colorida y cautivante.

La espesa sopa de mediocridad y estupidez, propia de una era de corporativismo salvaje, donde cada sector impone por la fuerza sus intereses sobre los demás, incorpora el nuevo ingrediente de candidatos y planes, fundado en la unánime omisión de que cualquier elección que pueda realizarse en las condiciones institucionales actuales (TSE sojuzgado, TCP elevado a condición de corte celestial como agradecimiento por proscribir a Morales Ayma) carece de credibilidad y sostenibilidad.

El humo electoral oscurece conflictos de largo alcance como el arrasamiento de la biodiversidad en nuestro territorio, o el nuevo intento masista de imponer contratos de explotación del litio, que entregan subsidiado este recurso, esta vez a corporaciones rusas y chinas (con Morales era a una alemana), con el afán de simular que Arce Catacora avanza en sus planes de industrialización. Por ahora, congruentemente con el bullicio de campañas en marcha, estos asuntos se desdibujan y se nubla la posibilidad de discutirlos y entenderlos como pieza del nuevo rumbo de las pugnas por el control del poder internacional.

Cerrar los ojos a lo que ocurre en torno nuestro, envolviendo y arrastrándonos y extender la indulgencia colectiva que permite la subsistencia de la cadena de falsedades e imposturas del régimen, nos empujan a prolongar indefinidamente nuestros conflictos irresueltos, aceptando como insalvables nuevas o viejas servidumbres coloniales.



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