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En riesgo de extinción | 07/10/2025

Tres tráficos y un silencio

Roger Cortez Hurtado
Roger Cortez Hurtado

Los tráficos de drogas o armas son materia prima de noticias en todas partes, mientras que los que se han instalado como tendencia en rápido ascenso son los de seres vivos, sean personas o especies exóticas.

Los que dominan en nuestro país son el de tierras, oro y coca–cocaína. Están en el centro de la ahora llamada economía oculta, en la que predominan servicios legales, como el comercio y el transporte. Ocho de cada 10 empleos se originan en ese espacio, que viene a ser el núcleo duro de lo que suele nombrarse como “modelo económico”. El problema más serio de este orden es que los tres tráficos no solo son ilegales, son destructivos de recursos que componen la base cierta de la nueva estructura productiva, necesaria para que alcancemos a superar la precariedad y convertirnos en una comunidad apreciada por los demás países. De hecho, enfrentar los tres tráficos y superarlos es ahora materia de sobrevivencia.

Ni la sombra de este objetivo figura en los planteamientos de las candidaturas de la segunda ronda electoral del próximo domingo 19 de octubre. Y, desde luego, nunca figuró en el imaginario del MAS, que converge con sus reemplazantes en la ideología desarrollista (más que “extractivista”), enfocada en un progreso económico, industrialista en sentido arcaico y enfocado en la acumulación y el consumismo.

La orientación de “si hay contradicción entre medioambiente y desarrollo, preferiré, siempre, el desarrollo”, expresadas de diversas maneras en la campaña, condensa la visión desarrollista arraigada entre políticos, empresarios y una, muy probablemente, gran mayoría de la población. Así llegamos adonde estamos.

Las dos fórmulas electorales en carrera son rotunda y orgullosamente desarrollistas y, como remate, simplemente ofrecen un plan de emergencia desconectado de un nuevo proyecto de país con cambio de matriz productiva, energética y de transformación intelectual y moral, contenido en nuestra Constitución, a la que quieren lo antes posible. La misma que fue tan atropellada por el MAS, porque nunca reflejó verdaderamente a esa tienda política.

El tráfico de tierras es el que se ha consolidado como el principal por su volumen económico. Se concentra principalmente en el departamento de Santa Cruz, y, probablemente, se extiende – más de lo que puede sospecharse o imaginarse– en el norte de La Paz, igual que en Beni y Pando. Avanza velozmente sobre reservas naturales, parques nacionales y territorios indígenas. Mueve enormes capitales en torno la compraventa y alquiler de tierras para cultivos de oleaginosas y ganadería. Destruye sin parar bosques, suelo y cubierta vegetal, exterminando la biodiversidad. En una palabra: liquida vida y esteriliza la posibilidad de regenerarla.

Ha unido a grandes capitales transnacionales con pequeños y medianos productores, convirtiéndose en la alianza social y política clave del régimen actual, que ha legitimado este tráfico participando directamente y adscribiendo a muchos dirigentes de organizaciones sociales campesinas, cosa que ayuda a entender la durabilidad y fortaleza del régimen.

La neocolonización de tierras y territorios moviliza a miles de agentes deforestadores e incendiarios que, con el pretexto de hacer crecer la frontera de producción de alimentos, acumula capital aexpensas de los recursos renovables, pero finitos y extinguibles, que pertenecen a todos los bolivianos.

El tráfico de minerales, especialmente oro, también cimienta la alianza entre decenas de miles de familias pobres y grandes empresarios, frecuentemente surgidos de filas de la dirigencia social y sirven de nexo con agentes internacionales. Está contaminando letalmente los principales ríos y todas las cuencas del país. Sus víctimas visibles son mujeres y niños indígenas de pueblos de tierras bajas (ver https://tinyurl.com/hxn4s8jv ), pero amenaza a toda la población. Ha llegado a exportar más de tres mil millones de dólares.

El de coca y cocaína, mencionado erradamente como el mayor, abarca también a entre uno a dos centenares de miles de familias, entre productores y comercializadores de materia prima y sus derivados ilegales. Es el que vulnera más directamente la seguridad y soberanía del país, convirtiéndolo en refugio de empresarios criminales y sus mercenarios.

Los tres tráficos son cada día más violentos y agresivos, pasando de armar bandas y grupos de comandos civiles a constituir milicias numerosas, toleradas e ignoradas por el estado.

El silencio estruendoso de los que se presentan como personas que mueren por prestar servicios desinteresados al país, su ausencia de propuestas para enfrenarlos, ya que, excepto el de coca-cocaína, nunca son mencionados, contribuirá a hacerlos más fuertes hasta que consigan ser realmente invulnerables.

Roger Cortez es docente universitario e investigador.



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