Ya es hora de que Cochabamba resuelva buscar nuevamente su
destino. Desde hace alrededor de 25 años la ciudadanía se debate a la libre,
poniéndose a disposición de diversos tipos de líderes que, en general, ostentan
un común denominador: cómo aprovechar el espacio estatal que logran ocupar, en
cualquier de sus niveles, para el enriquecimiento fácil y rápido o, como en el
caso de las autoridades del MAS, además cómo poner esa instancia estatal al
servicio del poder central.
Demostrar esa línea de conducta no es muy difícil, aunque sí algo moroso. Revise la lista de los sucesivos alcaldes municipales y concejales, gobernadores, diputados y senadores, e incluso miembros de los consejos de administración y vigilancia de Comteco (verá, además, que hay una increíble repetición de nombres, salvo de quienes han tenido una exitosa actuación, motivo suficiente para opacar su lucimiento).
En el caso de los asambleístas, es interesante también revisar la cantidad de elegidos que en este tiempo han concluido, en forma simultánea al ejercicio parlamentario, estudios de diplomado, maestría y creo que uno o dos doctorados).
Esta situación también explica, de una u otra manera, que el lema profundamente inmoral de “roba, pero hace” haya tenido tanta aceptación en el medio. Es que en Cochabamba estamos huérfanos de un liderazgo democrático y de estamentos en la sociedad civil que pongan el pecho ante la sucesión de iniquidades que se han hecho en el lapso señalado.
El caso de K’ara K’ara es un botón de muestra. De acuerdo al sociólogo Marco Garandillas, en un artículo publicado en Brújula Digital, desde “los años 80, la zona es codiciada por mafias organizadas en torno al tráfico de tierras y las extorsiones. En primer lugar, a los pobres que adquieren terrenos baratos en una zona barata (por la hipercontaminación) pero accesible (hay vías asfaltadas e infraestructuras educativas y de otro tipo), estas personas son extorsionadas por grupos que controlan la mecánica de los asentamientos y las dotaciones de infraestructura. En segundo lugar, a las autoridades que (merced a su negligencia antes apuntada para resolver el problema de fondo), ceden a las periódicas extorsiones de los dirigentes que obstruyen el ingreso de la basura”.
Se trata, explica Gandarillas, de “grupos de poder altamente organizados y politizados. Desde los años 90 se nuclearon alrededor de la NFR de Manfred y, tras su caída, se adscribieron al masismo obteniendo más poder que nunca. Nótese que, en los recientes hechos, de sus filas salió nada menos que una candidata a senadora por el MAS (ahora detenida en La Paz)”.
Para peor, quienes aspiran a tener un liderato no recurren a propuestas o visiones sobre la construcción de una sociedad democrática y equitativa. Lo que hacen es apropiarse de los mecanismos de manipulación de conciencias y actitudes. Por ejemplo, se aprovechan, como en K’ara K’ara, de la pandemia del coronavirus para desarrollar acciones de presunto sentido caritativo, pero siempre acompañados de medios y uso de redes sociales, o ante el vacío de conducción por parte de la gobernadora y el alcalde, comienzan (felizmente en forma abierta y no vergonzante como sucedía hasta hace unos días) a plantear candidaturas regionales sin que ni siquiera haya convocatoria, mientras exigen anular el proceso electoral vigente o utilizan a grupos presuntamente de jóvenes para tomar instalaciones y exigir renuncias sin saber las consecuencias de sus actos, como ha sucedido el sábado con la toma de la Alcaldía y la Gobernación.
No todo es negativo. Junto a esos grupos de poder también surgen acciones y propuestas de elevado contenido cívico. Por ejemplo, el trabajo de los gremios de la salud, especialmente de los médicos, para que se encaucen correctamente las políticas de salud frente a la pandemia y la negligencia de las autoridades, y algunos espacios de debate y reflexión sobre la realidad actual que privilegian a ciudadanos jóvenes, hombres y mujeres, interesados en construir nuevos liderazgos de manera transparente.
En fin, es hora de que pese a la pandemia y los poco atractivas confrontaciones político-electorales, Cochabamba canalice la construcción de escenarios de los que surjan liderazgos democráticos y transparentes, y así pasemos del “se busca” al “se encontraron” …
Juan Cristóbal Soruco es periodista.