Hay columnistas a los que les encanta hacer
el ridículo. Eso sí, no de manera gratuita, pues al perpetrar el gesto
ordinario ante la platea luego pretenden ganarse un favor o una palmadita en la
espalda del ceñudo poder. Y es que, a fuerza de ser comedido o interesado, se
llega a ser ridículo.
Julio Peñaloza Bretel (JPB) en su columna “La vara que dejó García Linera” (La Razón, 21|04|24) escribe que “en estos tiempos de una cada vez más aplastante mediocridad, Álvaro García Linera (AGL) está desaparecido. Por decisión propia. Porque los tiempos que corren así parecen aconsejarle. E incluso se podría llegar al extremo de pensar que, ante tanta burrada cotidiana, a él, como a algunos más, les tiene que provocar flojera dar batalla en simulacros de guerras repletas de soldaditos de plomo”.
O sea, AGL está desaparecido para que extrañen su “visión conceptual” y re-sientan su ausencia de “laboriosidad teórica”. Para que a los masistas finalmente se les ocurra mirar a la montaña y clamar para que brote el maná de su palabra. Ahora lea esta pieza ajustada para poner en combustión la hoguera de las vanidades: “La vara que el vicepresidente de Evo Morales ha dejado se ha convertido en inalcanzable y por lo tanto en insuperable”.
¿De lo que tienen que arrepentirse los masistas es que hoy el MAS no recurra a la voz ponzoñosa de AGL o de lo que se tienen que arrepentir es de no haber insistido (con el debido tino) en contar como su segundo con un intelectual ético como José Antonio Quiroga?
Visto lo visto, pienso que tienen que arrepentirse de lo segundo, porque de la calaña de los AGL vinieron la de los escribidores como JPB, y cuanto antes el país pueda sacudirse de unos y otros más despejado y amplio se verá nuestro presente y futuro. Y no al revés. Dicho está.
César Rojas es periodista y comunicador social.