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Sin embargo | 28/06/2024

¿Regular las redes?

Jorge Patiño Sarcinelli
Jorge Patiño Sarcinelli

Uno de los desarrollos tecnológicos más dañinos del siglo XXI son las redes sociales. Esto parece contradictorio, ya que se trata de un avance que permite comunicarnos con más personas en más lugares, más rápidamente y con más recursos visuales. Estos muchos beneficios existen y son innegables, pero los humanos tenemos esa extraña capacidad de convertir lo útil en destructivo y hemos hecho eso con las redes sociales.

El primer gran daño que han causado las redes es la dispersión en la formación de opiniones que, paradójicamente, está llevando a una creciente polarización política. No parece lógico, pero lo que vemos es una tendencia al aglutinamiento de esa dispersión en torno a dos polos. Esta polarización atenta contra el buen funcionamiento de la democracia, como lo estamos viendo en casi todas partes.

El segundo daño, no menos grave ni complejo, es el que está causando entre los jóvenes. Ya se viene reconociendo desde hace algunos años que cuanto más horas dedican los adolescentes a las redes, más problemas de depresión sufren. Quienes analizan la cuestión atribuyen estos daños al hecho de que los jóvenes ven en las redes lo que ellos no son, pero quisieran ser, haciendo cosas que quisieran hacer, pero no pueden. Que esas imágenes de otros adolescentes y las fiestas que publicitan sean en buena parte falsas, no impide que se depriman, y el porcentaje de casos graves, que muchas veces conduce al suicidio, va en aumento en los países desarrollados.

El año pasado, 45 fiscales generales de Estados Unidos iniciaron una acción legal acusando a la empresa Meta de captar tramposamente a adolescentes y niños en Instagram y Facebook y de engañar al público sobre los peligros. Mediante un planteamiento jurídico coordinado, similar a la acción contra las grandes tabacaleras en la década de los 90, los fiscales quieren obligar a Meta a reforzar la protección de los menores. Las evidencias muestran que los ejecutivos de Meta han priorizado sistemáticamente el crecimiento del número de usuarios sobre la salud mental de los adolescentes.

A tal punto ha llegado la alarma con este fenómeno, que Vivek Murthy, Cirujano General de Estados Unidos (el vocero principal en cuestiones de salud en ese país) ha propuesto al Congreso de su país que se establezca una advertencia, como la que existe en los cigarrillos y en las bebidas, de que navegar demasiado hace daño. Cómo se establecería esa advertencia es algo que todavía debe ser definido y aprobado, pero el mero hecho de que la persona en esa posición lo proponga da una idea de la gravedad de la preocupación.

Es posible que muchos libertarios echen el grito al cielo contra este nuevo intento del Estado de “controlar sus vidas”. La reacción es comprensible en su lógica y sería coherente si se opusieran también a la obligatoriedad de usar cinturón de seguridad en los autos, a toda prohibición de abortar o de cambiar de sexo, de limitar los libros disponibles para los niños en las escuelas, restricciones a que vean pornografía, etc. Sabemos lo incoherentes que son, así que auguro que su protesta también lo será.

Las redes sociales y la inteligencia artificial están haciendo posible otro daño, menos generalizado, pero incluso más preocupante para los afectados, específicamente los padres de los afectados; más niñas que niños. Se trata de la fabricación de imágenes de cuerpos desnudos, usando fotos reales de sus rostros, con cuerpos creados por IA; ya sea en imágenes estáticas o en videos, y en las escenas más escabrosas que produce la imaginación pervertida.

Es chocante que un colegial sea capaz de causarles ese tipo de daño a sus compañeras, pero lamentablemente lo hacen, con consecuencias funestas para estas adolescentes que tienen muy pocos medios legales o sicológicos para defenderse del agravio que les causan.

Comprendiendo sin objetar la depresión que sufre la adolescente a quien le hacen algo así, surgen otras preguntas. La primera es ¿por qué el agravio? Si hicieran del lector una imagen de su cara con el cuerpo desnudo de Tarzán o del Chapo, o de la lectora con el cuerpo de la Superniña o de Stormy Daniels, probablemente se reirían. ¿Por qué debería ser diferente con un cuerpo desnudo no reconocible, cuando se sabe que hoy en día esos cuerpos son fabricados por la IA; es decir, son falsos? Pero una adolescente es frágil y el daño existe; no lo dudemos.

El otro lado de la pregunta es ¿por qué esos cuerpos desnudos falsos no solo avergüenzan a esa adolescentes, sino que excitan a quienes los ven? La cantidad de depravados que encuentran excitación y placer en esas imágenes es enorme, y no solo buscan desnudos, sino imágenes producidas por IA de violaciones y otras aberraciones. Los sitios que venden acceso a ese tipo de imágenes tienen millones de visitas y ya debemos preguntarnos si lo que antes considerábamos una depravación espantosa y anormal, ya no lo es, o para ser más preciso, ya es una aberración corriente.

Estas cosas están sucediendo en las redes. Es probable que los intentos de disminuir los daños a través de advertencias no logren un impacto significativo mientras vivamos en una sociedad que, en lugar de ir hacia una mayor naturalidad del desnudo y la sexualidad, y más comodidad con el propio cuerpo, produce cada día más individuos que disfrutan de la perversión.

El que sufre una afición quizá no se la pueda quitar, como una enfermedad incurable, pero, si no podemos cortarla de raíz, debemos al menos hacer lo posible para proteger a los más vulnerables de los efectos de esas depravaciones. En lo individual, el fenómeno exige toda la atención posible de los padres, y diálogo con sus hijos, todo lo que puedan.




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