Recurrencias

Aún tengo las confusiones que provoca un feriado a media semana, por más que éste sea por el Año Nuevo. Así, el jueves 2 se transformó en mi cabeza en lunes 2 y sentía que tenía mucho tiempo para escribir esta columna. Hasta que me di cuenta de que no era lunes… era, nomás, jueves y ya comenzó, en los hechos, el nuevo año.

Un nuevo año que a 48 horas de transcurrido se parece al año viejo. Una vez más, el presidente del Estado desaprovechó dos nuevas oportunidades de reencuentro con la ciudadanía. Lanzó un mensaje de fin de año vacuo, mentiroso, muchos probablemente ni lo entendieron. Y posesionó a los nuevos magistrados de Órgano Judicial como dispone la Constitución violada permanentemente por él y sus colaboradores, con otro discurso sin argumentos, cuando pudo establecer diferencias con el pasado.

Para su consuelo, los dirigentes de las diferentes oposiciones también siguieron con lo suyo. Pareciera que optaron por tomar vacaciones en circunstancias en que el tiempo apremia, para que, luego de su ausencia celebratoria y con más brío que antes del fin del año 2024, varios traten de dañarse entre ellos, pese a acuerdos preexistentes.

Siendo justos, todos los ciudadanos (o casi todos) estuvimos enfrascados en conversaciones sobre la crisis del país en algún momento de pausa musical que suspendía momentáneamente el largo festejo que se desató entre el tiempo de cantar villancicos y el de vivar al 2025. Todos (esta vez sin el casi), tratando de encontrar la bola de cristal que nos permita paliar la incertidumbre que nos agobia cada vez más.

Así, desde el viernes 3 fuimos recuperando la rutina. Por el momento de poco valieron los deseos de un mejor año: los carburantes nuevamente escasean, el dólar paralelo se mantiene por encima del oficial, los precios en el mercando trepan sin que el Viceministro de Defensa del Consumidor comprenda, pese a los varios años que cumple esta función, que los intentos de controlarlos sólo benefician a los intermediarios y dejan indefensos a los consumidores y, sobre todo, a los productores. Llega a tal punto que, de no sacarse sus anteojeras ideológicas, su dependencia debería denominarse “defensor de los especuladores”.

Aumentan las quejas de los usuarios de BoA por retrasos de los vuelos, al mismo tiempo que aumenta la incapacidad de los funcionarnos de tierra de esa empresa y de Navegación Aérea y Aeropuertos Bolivianos (Naabol) de dar explicaciones sencillas pero verdaderas sobre lo que sucede. Más bien adoptan una actitud prepotente y autoritaria que, en círculo vicioso, provoca aún más a los ya furiosos grupos de pasajeros que se ven afectados por el incumplimiento de itinerarios. Además de por una evidente falta de capacitación de ese personal, esto se explicaría por su constante rotación seguramente por presiones partidarias de dar pega a los afines.

También ha ingresado en la semana inaugural de 2025 el tema de las inscripciones escolares. Como en el caso del incremento de los precios de los productos en el comercio, en este el gobierno, en vez de preocuparse por el lamentable estado de la educación en el sistema fiscal, se dedica a interferir en el sistema privado prohibiendo, por un lado, que aumenten los costos de matrículas y cuotas mensuales, y, por otro, obligando a que se aumente el salario de sus docentes. De calidad educativa, ¿qué es eso? De nuevo se impone la anteojera ideológica de atacar a los propietarios de los establecimientos (sean individuales, sociedades, cooperativas, proyectos especiales, pero privados al fin), en desmedro de la población estudiantil en tiempos en que el acceso a una buena educación es fundamental.

En fin, estos temas son anualmente recurrentes. Por ahí sirve registrarlos de una vez.