Mientras las huestes del expresidente fugado buscan hacer arder al país, monitoreadas desde el trópico cochabambino, en las tertulias que se organizan la primera pregunta que surge es: ¿qué pasará?, dando paso a las más increíbles respuestas que, por lo general, atizan la incertidumbre.
Con importantes matices y densidades, me parece que una situación de esta naturaleza la vivimos en el país en el proceso de desalojo del poder del estamento militar que entre 1964 y 1982, nos hizo crujir: de a poco la ciudadanía comenzó a hacer conocer su descontento y la rosca gubernamental respondía denunciando conspiraciones por doquier, en una dialéctica que permitía la cada vez mayor deslegitimación de esa rosca, pero, al menos por un tiempo, aumentaba el temor por el futuro cercano: qué pasará.
Y como dijo Víctor Paz Estenssoro, en esas circunstancias pasaba todo y no pasaba nada.
Tengo esa sensación. Hay una intensa actividad político-social y económica, pero sin resultados visibles, en la que la chicana, la mentira, la falta de escrúpulos y la insensibilidad dominan el debate. Así, se abre paso al caos y la confrontación, excelente caldo de cultivo para dar curso al autoritarismo, como se demuestra en el copamiento del Órgano Judicial, el Tribunal Constitucional y la Fiscalía General del Estado por parte del Órgano Ejecutivo
¿Se podrá mantener esa situación de manera indefinida?
Si nos atenemos a nuestra historia, la respuesta es un no rotundo. Pero, si vemos la de Venezuela –a cuyos gobernantes los nuestros (sean evistas o arcistas) admiran y emulan– la respuesta puede ser positiva, lo que hace que nuestro análisis sobre lo que pasará se complique.
Además, hay que agregar el discurso referido a la diversidad cultural existente en el país que se ha centrado en los pueblos originarios, dejando de lado el papel cumplido por los llamados por Silvia Rivera “tinterillos” (en su estudio “Qhateras y tinterillos. Comercio y cultura letrada en la formación histórica de las élites bolivianas”, cuya lectura me ha ayudado a hacer esta interpretación) que son quienes han acaparado el poder desde 2006, y al que no piensan dejar pase lo que pase, incluyendo traicionar al expresidente fugado que fue quien les abrió las puertas.
Difícil es, pues, responder a qué pasará, pero la pregunta está presente en todos los ámbitos. Entonces, pese a que vivimos en un clima de incertidumbre creciente, pasamos a elaborar conjeturas que pueden ser cada vez más descabelladas para responder. Pero, si revisamos la historia de la humanidad y especialmente de la región, observamos que a más respuestas descabelladas, crece más el peligro de retornar a regímenes autoritarios con apoyo ciudadano. Ejemplos al canto, aparecen los chávez, los fujimori, los bukele, los trump, los bolsonaro…
En fin, el proyecto del expresidente fugado parece haber llegado a su fin en este su nuevo intento de hacer arder al país. Pero, no así el de quienes nos dejó de herederos, así sea que su destino final puede ser el mismo.
¿Eso pasará?