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15/08/2020
Cartuchos de Harina

Putin: “no te enojes, más bien devolvé el golpe”

Gonzalo Mendieta Romero
Gonzalo Mendieta Romero

En una entrevista reciente para El País de Madrid, el exconsejero de Trump y halcón juramentado, John Bolton, fuera de hacer bosta a su exasesorado, afirmó acerca de Venezuela: “La oposición estuvo cerca de derrocar a Maduro el 30 de abril de 2019. No conocemos toda la historia de lo que salió mal, pero tenemos razones para pensar que los cubanos y los rusos lo mantuvieron en el poder (…). Una mayoría abrumadora de la gente en el país está en contra del régimen, pero los altos cargos están todavía financiados por el dinero del narcotráfico, que es una fuente de financiación mejor que el petróleo y gracias a ello se mantienen en el poder. Pero son frágiles, si los cubanos se van mañana, el régimen cae al día siguiente”.

Podemos confiar o no en Bolton, pero sí sabemos que la presencia cubana y rusa en Venezuela no es una creencia esotérica. La pata rusa en Venezuela deviene tanto de sus crematísticos afanes de prestamista como de una disputa geopolítica con Estados Unidos. En el origen está el menosprecio que Rusia y Putin sintieron de Occidente. Es posible, por eso, que parte del despiole de nuestro continente se deba a las facturas rusas por ese desprecio de efecto impensado.

Cuando era aún un novel gobernante, Putin fue el primero en llamar a George W. Bush para mostrar solidaridad por el atentado de las Torres Gemelas y ofrecer su experiencia con el terrorismo. Bush no se entusiasmó. Mucho menos, luego, Hillary Clinton. Ella no pudo evitar su honda repulsa liberal por quien, a sus ojos, más que un fenómeno típicamente ruso era otro autócrata ramplón en el globo.

No todo fueron desaires. También hubo cálculos geopolíticos de Occidente por la debacle soviética. Entre las promesas que aparentemente recibió Gorbachov en 1989, a tiempo de la reunificación alemana, estaba que “la OTAN no se ampliaría hacia el Este” (Steven Lye Myers. El Nuevo Zar). Acto seguido, violando su palabra, la OTAN admitió en su seno a países de ese cinturón europeo oriental a través del cual pueden leerse la ansiedad, la (in)seguridad y la historia rusa de varios siglos. Al club de la OTAN fueron recibidos Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia y Rumania, además de los bálticos Letonia, Lituania y Estonia. Encima, Putin le advirtió a Bush hijo que “la OTAN no debía considerar la membresía de Ucrania”. E hizo clara su displicencia por la crítica de Occidente: “Si por democracia entendemos la disolución del Estado, entonces no tenemos ese tipo de democracia”. Rusia había sufrido ya suficientes humillaciones.

Los bolivianos conocemos el papel de la autoestima en la política, por la que hemos guiado hasta nuestras relaciones internacionales. Un británico desde su flema, en cambio, quien sabe calificaría esa lista rusa de agravios como poco más que pretextos.

Sin embargo, uno de los más conspicuos diplomáticos norteamericanos, George Kennan, coincidió proféticamente con la visión ulterior de Putin. En los años 40, Kennan fue autor de la tesis de la contención para hacer frente a la URSS. Esa tesis apostaba a que el imperio soviético se desmembraría por causas internas, como al final ocurrió.

George Kennan comparte con Philip Goldberg el amargo honor de haber sido un embajador expulsado por el Estado anfitrión. La ligera diferencia es que Kennan fue echado de la URSS de Stalin, en 1952. Pese a eso, para Kennan las relaciones de Estados Unidos con Rusia eran más cruciales históricamente que las que estableciera con China.

Kennan vivió 101 años. Según el historiador John Lukacs, que le dedica un libro, Kennan escribió en los años 90 (justo cuando Occidente festejaba la extinción del oso soviético) que la “irreflexiva” decisión de Bill Clinton de extender la OTAN a varios países de Europa Oriental “podría ser el más desastroso error de la política exterior americana en las recientes décadas”.

No en vano tenemos entonces a Putin en nuestro barrio. Y tal vez él podría citar, sarcástico, a uno de los Kennedy. Ése que entre sus máximas repetía: “Don’t get mad, get even”. En boliviano se diría más o menos así: “no te enojes, más bien devolvé el golpe”.

Gonzalo Mendieta Romero es abogado.



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