El turismo puede ser una locomotora que
tire e impulse el desarrollo de Bolivia. Además de atraer los muy apreciados
dólares, su potencial en la economía boliviana se encuentra en todas partes.
Hay que recordar que, además de generar multiplicidad de actividades para los
visitantes, también es un gran redistribuidor de ingresos. Los gastos que
generan los turistas alcanzan tanto a los propietarios de hoteles,
restaurantes, tiendas artesanales como a todos los que trabajan en los locales
donde se prestan los servicios de estas actividades. También favorece la
variedad de vendedores que venden algún producto o servicio en las calles de
las ciudades, desde un llavero hasta un delicioso jugo de mandarina.
En Bolivia también se puede desarrollar un gran turismo especializado en salud que ofrece desde atención dental, pasando por cirugía plástica hasta tratamientos de aguas termales. Turistas que son atraídos desde su lugar de origen hacia centros médicos dotados de consultorios especializados y balnearios. Por cierto, para brindar calidad, fundamental en esta área, es vital crear una infraestructura que cuente con las instalaciones para estos servicios así como con personal especializado.
La atención dental en los países desarrollados, o incluso en países como Brasil y Argentina, así como otros servicios médicos en general, son y serán mucho más costosos que los que se pueden brindar en Bolivia. Es posible que no estemos preparados para cirugías cardíacas u otro tipo de cirugía alta o para tratamientos contra el cáncer, como lo está el Centro Albert Einstein en Brasil. Pero lo que se puede hacer en Bolivia es brindar atención dental de primera y que tenga una duración relativamente corta para completar la curación de caries o el cuidado de las encías. Cuidados que requieren excelente profesionalización a la vez que no sean prolongados tratamientos.
También se puede pensar en cuidados de cirugía plástica o estética, que ya son costosos en los países vecinos y especialmente en los países industrializados. Con el dinero que se pagan por estos tratamientos en los países de donde vendrían los pacientes, en Bolivia se puede pagar el pasaje de ida y vuelta, el hotel, la comida, el entretenimiento y por supuesto el tratamiento que requieren. Además, es un turismo que durará varias noches y varios días, aspecto que hace que el turismo sea realmente rentable y con un gran efecto multiplicador.
Dentro de esta visión de hacer de la salud un atractivo turístico, se debe aprovechar la gran cantidad de lugares donde manan aguas termales en el territorio boliviano. Existen en las tierras altas, en los valles e incluso cerca de Roboré en Santa Cruz. Aguas que emanan permanentemente y tienen propiedades curativas y preventivas para variedad de dolencias. Baños termales que deben ser reconvertidos en spa. Es decir, instalaciones en las que es posible beneficiarse de multiplicidad de técnicas terapéuticas como tratamientos anticelulíticos, cuidados faciales y de la piel. Un conjunto de aplicaciones que permitirán al turista alejarse del estrés diario, revitalizarse y relajarse con masajes especializados y una fina atención. La iniciativa privada, y mejor si cuenta con apoyo estatal, puede construir estos centros de salud y belleza. En más de un país nórdico, este tipo de spa forma parte del buen trato que se da al turista.
En Bolivia, sin embargo, para lograr el desarrollo de estas actividades turísticas se requerirán algunos tipos de certificaciones que generen, no sólo credibilidad en el turista que utiliza estos servicios, sino que, además de darle una garantía en los resultados de su estadía a favor de su salud, sirva también para mejorar la calidad de los profesionales en estas áreas. Se sabe que en ciudades como Santa Cruz y Cochabamba ya existen iniciativas en las que los residentes de Brasil son tratados con cirugía estética a un costo sin duda mucho más asequible que el que pagarían en su país de origen.
Los servicios aquí propuestos, al igual que otras alternativas turísticas que existen en Bolivia, requieren de un tiempo relativamente corto para su lanzamiento. Los respectivos establecimientos, en el peor de los casos, pueden ser de uno a tres años. Promocionar estos atractivos es, claramente, una gran oportunidad que, en estos tiempos de escasez de billetes verdes, hay que aprovechar. Lo que se escucha abunda, sobre todo del sector público y también en el sector privado, en lamentos, cuando lo que deberíamos tener son actitudes positivas basadas en lo que efectivamente se puede hacer en más de una área que en este territorio puede atraer los billetes verdes y mejores días para todos los bolivianos.