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Políticamente in-correcto | 24/01/2025

Propietarios de empresas quebradas

Franklin Pareja
Franklin Pareja

Le sonará extraño, pero usted posee muchas empresas y además inversiones gigantescas. Hagamos un contexto previo, si por azares de la vida usted decide llevar adelante algún emprendimiento con el objetivo de incrementar su patrimonio, y naturalmente generar riqueza, requerirá realizar algunos pasos ineludibles. En primer lugar, tendrá que identificar algún rubro que considere tenga cierto potencial en términos de inversión; como es natural, realizará un estudio preliminar (factibilidad). Las consideraciones inmediatas, vinculadas a la definición del tamaño del proyecto en función de la demanda del mercado, y del capital disponible, requerirán un estudio de mercado. Seguidamente, verá un lugar estratégico (localización del proyecto) para instalar su centro de operaciones, dado que emplazar físicamente un proyecto es una decisión estratégica crucial para la viabilidad técnica, y sostenibilidad económica.

A tiempo de estudiar las condiciones del mercado, debe considerar el entorno (marco regulatorio), debiendo inevitablemente considerar si este es amigable para los negocios o si resulta hostil y atrabiliario (amén de corrupto). Tratándose de un emprendimiento privado, como todo empresario en ciernes, sea pequeño o mediano, procurará cuantificar con cierta claridad la magnitud de los costos de operación para determinar las utilidades esperadas (estructura de costos). Se sobrentiende que para maximizar las ganancias, todo inversionista procurará desarrollar sus actividades en un marco de eficiencia (mínimo esfuerzo, máximo beneficio); por eso, está obligado a emplear criterios técnicos y financieros adecuados.

Suponiendo que se hicieron los deberes, y se cuenta con un proyecto a diseño final (preinversión), recién estará en condiciones de iniciar sus actividades con un razonable margen de seguridad; no obstante, si aún le quedan algunas dudas, se dará un tiempo para realizar pruebas de consistencia, detectar y corregir errores, y sobre todo, concluir si vale la pena seguir adelante, a esto se le suele llamar prueba piloto.

¿Qué colegimos de todo lo señalado? Que el que invierte entiende que correrá un riesgo, por eso tuvo que realizar estudios previos, porque una mala decisión puede ser la ruina. Empero, si hizo los deberes, el éxito no vendrá producto de la suerte, sino de un estudio consistente.

Pero las cosas no son tan simples, el éxito no solo depende de realizar buenos estudios de factibilidad. En las actuales circunstancias, invertir en Bolivia es un acto casi heroico, el entorno corrupto y hostil, carente de seguridad jurídica, convierte a muchos emprendedores en verdaderos suicidas. Los que deciden hacer las cosas bien e inician sus operaciones con mucho entusiasmo y esperanza, rápidamente caen en cuenta de que cometieron algo parecido a una locura, pues ni bien empiezan sus actividades, no tardan en caerles inspecciones, multas y sanciones.

Por tales razones, para protegerse de las extorsivas formas que tiene el Estado de aniquilar a los emprendedores, deciden engrosar las filas de la informalidad. Conclusión, ser emprendedor o empresario en nuestro país, con el entorno normativo vigente y las prácticas abusivas y corruptas de las instituciones, promueve la informalidad, precarización del trabajo, caída de las recaudaciones y un deterioro inminente de las relaciones laborales.

Ahora bien, hace casi dos décadas el gobierno ha erigido un hiperestatismo arcaico, que además no corre ningún riesgo; la inversión proviene de los impuestos de todos los bolivianos, la mayor parte de estas empresas (80%) son deficitarias o están en quiebra, muy probablemente no cuentan ni con estudios técnicos de factibilidad, pero siguen operando. Los que financiamos este desastre somos todos, por si fuera poco, no reciben inspecciones pese a tener innumerables demandas, además muchos de sus productos son de mala calidad.

El diseño institucional orientado a los agentes económicos del sector privado está concebido para destruir emprendimientos, asfixiar empresas, ahuyentar inversiones y deteriorar el tejido empresarial. En contrapartida, las empresas públicas con excepción de YPFB y ENDE, son deficitarias, algunas muy mal emplazadas como la planta de urea en Bulo Bulo, o el ingenio azucarero en San Buenaventura donde ni materia prima existe. La mayor parte de estas empresas benefician a los socios políticos, no rinden cuentas, pagan impuestos ridículos o simplemente no pagan nada,  vulneran cuanta norma exista, y todo al amparo de una descarada protección, generando una competencia desleal en desmedro de los bolivianos emprendedores del sector productivo empresarial .

A pesar de que en la actualidad ya es de sobra conocido el paupérrimo desempeño de las empresas públicas, las señales son nefastas, el presidente Arce lejos de tomar medidas correctivas, anunció la creación de más empresas, o sea, más gasto (porque inversión no es). Hasta 2020, los fideicomisos de las empresas públicas que se fueron constituyendo con el Banco Central ascendían a una cifra cercana a 30.000 millones de bolivianos (Espinoza, 2025); esta cifra no aparece reflejada en la deuda pública, es como si no existiera, cuando en realidad es más deuda interna.

Vamos camino al despeñadero, los bolivianos sin pedirlo ni consentirlo, somos propietarios de empresas públicas deficitarias. Ciérrenlas, dejen de gastar y robar los recursos del pueblo.       



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