La controversia en torno a los organismos
genéticamente modificados (OGM) se ha reactivado en Bolivia a raíz de la
aprobación de un decreto supremo que permite abreviar los plazos para el uso de
cinco clases de semillas OGM, entre las cuales la que más preocupa es el maíz.
No pienso ingresar a una polémica de por sí compleja por abarcar diferentes campos (científico, político, económico, alimenticio, médico, entre otros) con todas las características de una guerra de trincheras. Desde que, hace muchos años, sostuve en el semanario PULSO un debate a la distancia (activismo versus ciencia) con Eduardo Galeano acerca de los OGM, sigo teniendo pocas certezas y muchas dudas.
La mayor certeza que tengo es que –dicho en términos bíblicos– cuando decidimos dejar de ser “huéspedes” de la creación y nos atribuimos el rol de “administradores” necesitamos una dosis suplementaria de humildad y prudencia. De hecho, la naturaleza suele emplear miles o millones de años para realizar mutaciones que, con arrogancia y por lucro, hacemos diariamente y sin descanso.
Con la misma falta de prudencia y humildad todos los “políticos orgánicos” suelen mutar, en tiempos cortísimos, a Políticos Genéticamente Modificados (PGM), afectando a los genes de la coherencia, transparencia, memoria y decencia.
La revista Energy Press reportaba en agosto de 2019 que un exsenador y excandidato presidencial, escoltado por dos colegas de bancada (la Presidenta y su ministro de gobierno actuales) presentó un estudio que recalculaba en 5,7 TCF las reservas probadas de gas evaluadas por Sproule al 31 de diciembre de 2017. Curiosamente, el “nuevo” YPFB sigue usando el dato de Sproule: 10,5 TCF. Bastaron pocos meses y una dosis accidental de poder para que se manifestara una resistencia genética a la coherencia de nuestro PGM.
Volviendo al tema de los OGM, hay cierta incoherencia entre el político que, como presidente del Senado, prohíbe su uso en los cultivos de papa (Ley 4097 del 25/8/2009) y el PGM que defiende el uso de los transgénicos en el agro oriental. Sin contar que también otros correligionarios suyos han sufrido mutaciones de otras cadenas de genes, portadores de la transparencia, la libertad de expresión y la aplicación de la cárcel preventiva.
Se ha acusado a un expresidente de mantener hoy una posición crítica hacia el mencionado DS 4262, no obstante que en su gobierno se autorizó el cultivo de soya transgénica resistente a un polémico herbicida (glifosato). Si bien la información y el debate público acerca de los OGM por el año 2005 eran casi inexistentes, es posible que prevaleciera entonces la “razón de Estado”, un argumento que hoy estaría sujeto al artículo 409 de la Constitución del año 2009.
Finalmente, el actual candidato del MAS, para quien el cinismo parece ser una virtud y la coherencia un pecado, además de olvidar las confusas políticas en torno a los transgénicos y los agrocombustibles de su gobierno (“defensor de la madre tierra”, se decía), muestra la alteración de otras tres cadenas de genes de su ADN.
En efecto, ahora reclama por el internet más lento de la región para pasar clases a distancia, luego critica la escasez de recursos e infraestructura médico-sanitaria y finalmente exige libertad de expresión sin restricciones.
Sin embargo, olvida que los genes hoy descartados (¿hasta cuándo?) retrasaron el tendido de fibra óptica y priorizaron un satélite de más de 300 M$ que solo produjo patéticas lágrimas; optaron por canchas de pasto sintético postergando hospitales, ítems e insumos médicos y asignaron financiamiento selectivo, interesado y punitivo a los medios de comunicación, según la afinidad con su gobierno. ¿Hay dudas sobre a quién asignar el laurel de supremo PGM?
Francesco Zaratti es físico.