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Filia Dei | 04/09/2019

Pobres sentados en un trono de riquezas

Cecilia González Paredes
Cecilia González Paredes

Hace casi 10 años empecé mi trabajo sobre las especies nativas de cultivo de maní, que no son las que comúnmente nos comemos. Al contrario son las silvestres y que en muchos casos parecen ser hierbas nada más. Pero estos parientes silvestres de cultivo, tienen un gran potencial en términos de genética.

Defendí mi tesis de maestría sobre ese tema. Gracias a ello, tuve la oportunidad de conocer un poco más sobre tres especies de quinua, papa y maní silvestre que en el país pasan desapercibidos y que por eso se encuentran listados en el Libro Rojo de los parientes silvestres de cultivo (Mónica Moraes R., Bonifacio Mostacedo, Beatriz Zapata Ferrufino & Saúl Altamirano Eds, 2009).

Lo más triste fue una conversación con mi asesora, quien revisaba mis avances y un día no pudo más con su curiosidad, luego de haber leído los antecedentes de por qué elegí el maní como grupo para trabajar. “Cecilia ¿Bolivia tiene industria del maní?”. Le respondí que no, que a lo sumo lo comemos como grano crudo o tostado, o es alimento para chanchos.

Grande fue la sorpresa de mi asesora, pues no podía creer, que siendo un país con tanta variedad de especies de maní nativo, no hubiéramos generado ya una industria. Me comentó de manera resumida todo lo que en Estados Unidos se mueve a partir del maní. Y ellos no tienen más que la variedad más conocida de cultivo.

Entre las especies que incluí en mi estudio, algunas toleraban la sequía, otras las inundaciones, en el caso de papas, varias tenían resistencia al ataque de hongos u otra plaga. En el caso de las especies de quinua, algunas resistían mejor suelos más salinos o la sequía.

Y sólo trabajé con esos tres grupos, uno representativo de la zona del altiplano, el otro de valles y el último de llanos. El Libro Rojo, describe muchas especies más en algún grado de amenaza de chirimoya, papaya, yuca, mora y cacao. Mi investigación concluía que sólo dos municipios de los que elegí, tenían las condiciones como para establecer programas de conservación, ya que los demás tenían prioridad para actividades mineras, hidrocarburíferas, forestales y desarrollo de caminos o zonas urbanas.

A mi retorno, me enteré que ese proyecto no tuvo mayor continuidad. El esfuerzo de varios investigadores e instituciones de investigación quedaron plasmados solo en un libro. Nunca escuché de políticas en el área productiva para aprovechar estos recursos genéticos, al tiempo de promover la conservación de estas especies.

La semana pasada conversaba con el hijo de una familia de productores de cacao del área de Sapecho. Me comentaba que en efecto, sus papás están teniendo conflictos con la especie híbrida que introdujeron. Si bien esta produce más mazorcas, en los últimos años una plaga de hongo está amenazando estos cultivos. ¿Hay solución? Sí. Además tenemos especies nativas que ni siquiera son sometidas a una selección convencional para mejorar la producción. Pero ¿acaso hay interés de realizar al menos la mejora convencional de esas especies nativas? No.

“Así siempre ha sido”, es una de las frases que más detesto en la idiosincrasia boliviana. El investigador de Embrapa, Francisco Aragao, fue testigo mudo de esta realidad, cuando el año pasado visitó a productores de hortalizas en la zona de Patacamaya. Puntualmente, visitó a productores de zanahoria. Él me decía sorprendido, que la manera en como produce la gente en esos lugares, es similar a como sus abuelos producían en el siglo pasado. Más asombroso fue que él les indicó que si aplican un par de prácticas adecuadas, podrían mejorar su producción, le respondieron que “sus abuelos hicieron así y así seguirán haciendo ellos”.

Somos una paradoja, pues teniendo una alta riqueza en recursos genéticos, No invertimos en investigación, No invertimos en innovación y nuestros productores en general se resisten a cambiar su manera de producir.

A eso añada la cantidad de mitos y fantasías que expanden los ambientalistas y tenemos lo que hoy vivimos. Un país retrasado al menos 20 años en cuanto a cómo producir mejor y más, con la constante “solución” de ampliar tierras agrícolas. Podríamos ser una potencia, si dejáramos de pensar como hace uno o dos siglos atrás.

Cecilia González Paredes M.Sc.

Especialista en Agrobiotecnologí 



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