En un país donde las noticias rocambolescas son el pan de cada día y las cortinas de humo parecen estar en oferta, la agenda informativa se ha vuelto un teatro de lo absurdo. El referéndum sobre subsidio a los hidrocarburos, con sus preguntas que inicialmente parecían anunciar el fin del mundo, han terminado siendo poco más que un ejercicio de retórica insignificante. Entre tanto, el Gobierno ha continuado por el estilo de anuncio a cuentagotas: aranceles para importar diésel aquí, medicamentos allá, y ahora, un censo cuyos resultados nadie parece estar dispuesto a aceptar, porque, ¿quién necesita datos precisos cuando el caos es más entretenido?
Mientras tanto, la economía sigue su camino cuesta abajo en la rodada, como dice el tango, imperturbable ante el espectáculo político. Esta semana, los números fríos y duros salieron a la luz: un crecimiento trimestral de la economía boliviana de un magro 1,31%. Un número que susurra al oído lo que todos tememos: la desaceleración económica continúa. Pero, claro, esto es solo un pequeño desliz en la narrativa gubernamental, que, con un optimismo más fuerte que los hechos, sigue apuntando a un 3,7% de crecimiento para fin de año. Después de todo, las matemáticas y estadísticas gubernamentales tienen su propio conjunto de reglas y no son su fuerte.
Si nos tomamos un momento para observar más de cerca, este insignificante 1,31% nos revela algo más grande: los problemas estructurales que arrastran a la economía boliviana al abismo. Primero, el sector de hidrocarburos ha caído un estrepitoso -14%. Sí, ese sector que alguna vez fue el gran motor económico ahora está en pleno declive. Y como en toda buena telenovela política, el presidente Arce y el expresidente Morales no han perdido la oportunidad para culparse mutuamente por haber asfixiado a la gallina de los huevos de oro, YPFB. Haber dejado de explorar nuevos campos de gas, reduciendo, así, el excedente económico que era base del modelo económico. El intercambio de acusaciones es tan productivo como gritarle al viento, pero eso si distrae y entretiene a los desinformados y a los que viven del show político.
Pero la tragedia no termina ahí. La manufactura de oro y soya, el otro pilar económico, también muestra signos de fatiga, en el primer trimestre decreció 2,90%. Mientras tanto, lo poco que creció la economía este trimestre parece ser gracias a los servicios y, por supuesto, al infalible sector informal. Porque si hay algo en lo que Bolivia nunca falla es en la capacidad del sector informal para mantener la economía a flote, aunque sea a duras penas. Este sector se registra bajo la categoría de “Otros servicios” y este primer trimestre subió 7,03%. Construcción también aumentó en 6,38%, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
Cuando se ve el producto interno bruto (PIB), por tipo de gasto, se observó que el consumo final de la administración pública creció un 2,01% porque el Gobierno siempre encuentra una manera de gastar, incluso cuando no hay mucho que gastar. En cambio, las importaciones y exportaciones de bienes y servicios cayeron un 19,06% y un 5,39%, respectivamente en el primer trimestre del 2024. Esto refleja la persistencia del déficit comercial en Bolivia, que para ser financiado aumenta el déficit público y el endeudamiento externo e interno.
La formación bruta de capital fijo también sufrió una disminución de 6,39%, afectada por la contracción de la inversión en bienes de capital tanto del sector público como privado. En los últimos años, la inversión pública ha comandado el crecimiento, sin embargo, esta ha rebajado de manera significativa. En 2022 y 2023 se ofreció una inversión estatal de más de 4.000 millones de dólares, pero la ejecución no llegó a la mitad. Este año el panorama es más complicado porque el Gobierno no tiene recursos para impulsar la inversión pública y el dinero de préstamos internacionales está parcialmente detenido en la Asamblea. Una parte de estos recursos serían para acelerar la inversión gubernamental.
El Gobierno sostiene que si tan solo hubiéramos tenido más financiamiento externo quizás este panorama no sería tan sombrío. Por lo tanto, dice, la Asamblea Plurinacional es responsable de la desaceleración de la economía. Este es un pretexto más de una larga colección que el gobierno acumula.
En este contexto de deterioro del crecimiento y también de incrementos en la inflación, el Gobierno sigue la tentativa de construir la narrativa de que el problema que estamos enfrentando es coyuntural. Supuestamente, es un problema de liquidez pasajero que se salvaría con la aprobación de los créditos en la Asamblea y con el control de la especulación que ahora estaría a cargo de aquelarres de caseritas de los mercados.
Pero se acabó la fiesta para estas señoras conspiradoras: el Gobierno ha montado un sofisticado Centro de Monitoreo del Comité de Seguridad Alimentaria (CMCSA) con tecnología venezolana, dicen las malas lenguas. Sofisticadas cámaras, pantallas gigantes de televisión, gráficos en tiempo real y computadoras de toda índole entraron en juego.
La mano invisible del mercado y sus traviesos especuladores deben estar temblando frente al gran hermano de la Revolución que estará observando con centenas de ojos electrónicos las variaciones del Índice de Precios al Consumidor (IPC) y asumirá determinaciones para controlar de precios en Bolivia. Ciertamente podemos dormir tranquilos, los precios no solamente estarán bajos en el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), sino también en este centro fabuloso de regulación de precios a distancia.
En el siglo 13, aquellos que incumplían con el control de precios, eran quemados en aceite hirviendo. El control de precios tuvo que terminar por falta de aceite. Nada raro que a los que incrementen sus precios en los mercados bolivianos, el CMCSA les enviará un fulminante ch’aki rayo desde el Túpac Katari. Esperemos que el stock de rayos sea infinito en el satélite boliviano.