PC_GPTW-Brujula-digital
PC_GPTW-Brujula-digital
Brujula-Digital-BancoSol-PDF-Solfestivo-Diciembre-1000x155px-
Brujula-Digital-BancoSol-PDF-Solfestivo-Diciembre-1000x155px-
Surazo | 05/10/2023

Perú le roba a Bolivia

Juan José Toro
Juan José Toro

Ya pasan varios años de que Perú desarrolla un robo sistemático, e impune, del patrimonio boliviano. Comenzó con casos aislados, pero ahora se ejecuta de manera semanal, cuando no diaria.

Primero fueron la diablada y, como Bolivia se limitó a rasgarse las vestiduras internamente, siguieron con la morenada y no pasa mucho de su presentación del tinku como danza peruana.

El inicio del robo y su crecimiento geométrico coincide con la asunción de Evo Morales como presidente de Bolivia, pero, como bien recuerda el gestor cultural Napoleón Gómez, hubo un tiempo en el que ese hurto descarado no fue tan evidente: durante la gestión ministerial de Marko Machicao.

Y es que Machicao tenía preparación y conocimientos. Economista con especialidad en turismo, sabía cuál era el rumbo a seguir, y el que estaban tomando los peruanos. Lamentablemente, después de él, el Ministerio de Cultura(s) se convirtió en el reducto de activistas políticos que, cuando quemaron las papas, no dudaron en usar los bienes del Estado para la fabricación de bombas Molotov con las que se intentó frenar las protestas callejeras en contra de Morales.

La cultura, entendida como “conjunto de conocimientos” y “grado de desarrollo artístico, científico, industrial”, pasó a considerarse como una actividad de relleno y una manera de contentar a los militantes que exigían pegas luego de “haberse sacado la mugre” por el partido. El problema es que la mugre siguió ahí, y se la contagió al Ministerio.

Perú siguió robando patrimonio boliviano y nuestros gobiernos se lo permitieron. Cuando cayó Evo, y subió Jeanine, las cosas fueron todavía peores: se eliminó el Ministerio y se consideró a la cultura como un “gasto insulso”. Perú batió palmas y apretó el acelerador.

Con el retorno del MAS, el Ministerio fue repuesto, pero con un claro perfil ideologizado: se le sumó la despatriarcalización y descolonización así que, mientras los nuevos oficialistas intentaban explicar con qué se comen esos bodrios, Perú incrementó frecuencias y cantidad de robos culturales.

Gómez, que lleva cuatro décadas denunciando el robo del patrimonio boliviano, dice que todo empeoró cuando Pedro Castillo asumió la presidencia del Perú. Sus coincidencias ideológicas con el MAS abrieron las puertas para el mayor latrocinio cultural de nuestra historia. Hemos llegado a tal extremo de que la municipalidad de Lima desarrolla, semana tras semana, una actividad denominada “pasacalle dominical” que no es otra cosa que entradas folklóricas con un alto porcentaje de danzas bolivianas. ¿Qué busca? Algo muy sencillo: potenciar el turismo de regiones que no tienen suficiente cultura o patrimonio “for export”. Y ahí está Puno. Apenas quinto, por su extensión, este departamento no tiene tanto para mostrar, como Cusco, así que, además de promocionar lo suyo, se ha estado dedicando a robar el patrimonio de su vecina Bolivia.

¿Qué han hecho los gobiernos bolivianos? ¡Nada! Incluso la actual ministra, Sabina Orellana, tuvo un gabinete binacional con su homónima del Perú, Gisela Ortiz, pero jamás informó acerca de los temas que trataron.

Con Dina Boluarte como presidenta, el robo sigue y no hay acciones efectivas por parte del gobierno boliviano para frenarlo. Aunque parezca difícil de creer, ni siquiera se ha mandado una nota oficial de reclamo por el robo permanente y sostenido del que somos víctimas.

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.



WhatsApp Image 2024-12-03 at 16.30.11
WhatsApp Image 2024-12-03 at 16.30.11
AlicorpEffie2024-300x300
AlicorpEffie2024-300x300