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A diferencia de los deportes de acción, en política se puede dar un match (pelea, combate, partido) en el que los dos equipos son perdedores. Eso ha sucedido durante la tercera semana de septiembre, cuando culminó la marcha desde Caracollo hasta la ciudad de La Paz, la supuesta marcha del “millón” de Evo Morales (pero de dólares).

Los siete días de la marcha fueron una penosa muestra de la debilidad de ambos contrincantes. Un pugilato sin golpes, con puras palabras e insultos, que terminó en nada, ni siquiera en tablas como una partida de ajedrez, pues en este caso faltó tanto la estrategia como la inteligencia (ambas esenciales en ajedrez). La supuesta gran marcha de “volveremos millones” quedó en un máximo de 15.000 o 20.000 personas, siendo generosos porque los que analizaron las fotos de drones dicen que había apenas 6.000 almas en pena reunidas cerca de la Cervecería Nacional.

El discurso abatido, paupérrimo y sin contenido del cacique del Chapare terminó con una frase sorprendente: “Hasta aquí llegó mi responsabilidad, ahora regreso al Chapare”. Comenzó con la exigencia bravucona de la renuncia del “cajero” Arce Catacora y del “pajpaku” Choquehuanca para dar paso a un flamante Andrónico Rodríguez como presidente de transición, y terminó en nada. De inmediato, el propio Andrónico se desmarcó de la aventura golpista. “Mucho ruido y pocas nueces”, así terminó la marcha, como la comedia de Shakespeare sobre el amor, la traición, los equívocos y las apariencias… Sólo que en los 194 kilómetros de Caracollo a La Paz no hubo ni relato de amor ni final feliz (salvo la turbia historia que rodea al vehículo de lujo en el que se desplazó el cocalero mujeriego).

La admisión de la derrota de Evo Morales es equiparable a la de Arce, quien se mostró nervioso y miedoso de que la marcha pudiera constituir un factor de presión tan grande que lo obligara, por medio del sumiso TCP, a tomar una decisión suicida. El gobierno ha quedado debilitado porque se ha disparado en el pie y ha dejado clara la incapacidad del presidente, su cobardía y al mismo tiempo la pobreza patética de su equipo de gobierno, especialmente el ministro de Obras Públicas (desaforado y poco articulado), así como la folclórica ministra de Relaciones Exteriores (empedernida turista de viajes inútiles con el dinero de los bolivianos) y la ministra de la Presidencia (figura decorativa que ocupa demasiado espacio en las fotos). De los demás no hay mucho que decir porque nadie los conoce, probablemente ni sus propias familias.

Algunos piensan que el único ministro que sostiene al régimen es el ministro de Gobierno porque sus acciones están afectando los cimientos del poder fáctico de Evo Morales en la región del Chapare, pero se le critica no haber detenido a narcotraficantes de peso. Pero en cifras de captura de droga y destrucción de fábricas de cocaína ha podido demostrar más resultados que todos los demás ministros, y sobre todo al poner bajo la luz pública algo que fue maliciosamente escondido por Evo Morales durante sus 15 años de gobierno: el narcotráfico del cual es una figura central, ya que absolutamente nada sucede en el Chapare sin su conocimiento y consentimiento.

Al final, la marcha se desgranó como una mazorca de maíz y quedó en vanas amenazas sin sentido: pasaron de lejos las “24 horas” de plazo para cambiar ministros “drogos” (qué pachotada tan ridícula), resolver la escasez de combustible y otras vaguedades pronunciadas con el peso de la lengua por el cacique de Orinoca, de las que luego tuvo que desdecirse. Su problema es que cuando abre la boca, mete la pata hasta la cadera. Es muy parecido a Donald Trump en ese sentido: incapaz de hilar bien sus ideas, lo que hace es rumiar desvaríos, dislates y despropósitos.

Así como sus propias acciones están enterrando el futuro político de Evo Morales, pésimamente asesorado por el capitán Quintana y por tres o cuatro exministros recalcitrantes como Romero (que no sabe escribir “espontáneo”) o Teresa Morales (que quebró Enatex). Los otros se han acomodado bien con el arcismo y sobreviven calladitos en puestos diplomáticos (Suxo, Pary, Héctor Arce y otras sanguijuelas).

El mes de septiembre ha permitido desnudar otra vez la pobreza intelectual, moral y ética del masismo en sus dos versiones. La barbaridad de los avasallamientos y los incendios de millones de hectáreas de bosques de Bolivia será la marca de oprobio que se suma a la corrupción generalizada, la destrucción de las instituciones del Estado, la represión y el narcotráfico.  

No sé si la palabra “pantjata” es tan demoledora en aimara, pero en inglés la traducción de perdedor es “loser”, uno de los peores calificativos que se puede aplicar a alguien, pues significa incapaz y fracasado en la vida. Ahí incluyo a la lacra de dirigentes del MAS que en el sorteo desafortunado de la historia le ha tocado a nuestro país.

@AlfonsoGumucio es escritor y cineasta 



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